VII

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Una canción muy entretenida sonaba en la radio del auto mientras la niñera de Isaza y él se dirigían a la casa del chico. La verdad era que el muchacho llevaba todo el camino escudriñando las complejas palabras que contaba la música mientras decidía si usarlas o no para su vocablo.

─ Juan Pablo, dígame una cosa─ dijo la mujer abriendo conversación─ ¿Le agradó pasar el rato con Martín?.

─ Sí, es agradable.

─ ¿Seguro? A mí me pareció medio triste, no sé.

El niño negó con la cabeza.

─ Mire, así somos los adolescentes. O por lo menos los de esa edad─ la mujer sonrió de medio lado, pero antes de que pudiese decir otra cosa, el chico prosiguió─ Nos damos cuenta de lo que podemos hacer, lo que no, lo que ya sabíamos y lo que podremos hacer. ¿No es confuzo? Es por eso que está la famosa frase "nadie me comprende" cuando en realidad nosotros mismos no nos entendemos y eso es todo. Él no está triste, sólo está perdido entre sus propios cambios.

La mujer quedó sorprendida por las palabras del menor, aunque ya lo conocía y sabía que este solía decir ese tipo de reflexiones de vez en cuando, el que dijera eso simplemente la dejaba boquiabierta.

─ Juan Pablo.

─ Qué pasa?..

─ ¿No le gustaría ser filósofo?

─ No, yo quiero ser músico. Yo ya tengo mi banda, de verdad.

─ Wow,  tiene que tocarme una canción alguna vez.

─ Claro! Jajaja.

Entonces, luego de una conversación un tanto irrelevante para rellenar el tiempo que les tomó llegar a la casa de los Vargas, llegaron y se quedaron en la sala a esperar a que el hijo del novio de la niñera se dignara a bajar.







S A V E  M E  [ᴵˢᵃʳᵍᵃˢ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora