XVI

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Su rostro dolido afinaba el sentimiento de venganza que, tomaba vuelo con la chispa de testosterona efervescente en su sangre al estar en celo.
Isaza ahora era el blanco que encarnaba todo lo aue odiaba en el mundo, y en ese momento, cuando su instinto tomaba las riendas de sus acciones, era la mejor oportunidad para dárselo a entender.

─ ¡Hijo de putaaa!─ gritó el de ojos claros.

Isaza volteó a verlo nuevamente, y con las ganas de pelear más bajas en su vida; ganas que fueron totalmente contradecidas por un puñetazo por parte de Villa, despertándolo todo, y devolviendo de inmediato otro golpe en el estómago.

Los vecinos habían salido de a poco a ver el espectáculo, pero lo más que podían hacer por ahora era grabar o, si eran Omegas, alejarse; puesto a que la pelea no estaba suficientemente fuerte como para llamar a la policía hasta que Comenzó a verse más sangre de lo normal en sus rostros y el brazo de Villa se vio afectado.

─ ¡Martin es mío, Carajo!─ gritó Villa, quién era retenido por uno de los vecinos, al igual que Isaza.

─ ¡Cállate!─ gritó Isaza en respuesta, casi usando "su voz" pareciendo un perro de pelea encadenado con cada jalón que provocaba para soltarse.

─ ¡Te voy a matar, Maldito hijo de puta. Vas a morir!










─ ¡Papá!─ gritó Martín en cuando llegó a su casa y pudo verlo.

─ ¿Qué pasó?─ Martín se acercó corriendo a su papá y lo abrazó, a lo que el hombre hizo lo mismo.

─ Papá...─ repicó más silencioso que antes, intentando encontrar calor en la protección del hombre.

─ ¿Pero qué pasó? ¿Por qué estás temblando?.

─ Yo- -─ fue interrumpido por una llamada entrante para el contrario, a lo que este contestó viendo el número de una vecina.

─ ....¿¡Que Villamil qué?!─ dijo casi gritando, y colgó.
Tomó a Martin por los hombros y lo revisó con la mirada de arriba a abajo para después enfocar su atención en el cuello del chico y aliviarse de no ver nada irregular.

Muy mal. ¿Como tuvo Villa el descaro de intentar marcar a su hijo?. Cosa con la que no se iba a quedar como si nada, así que salió de su casa dejando al Omega encerrado para ir a resolver asuntos con el de ojos verdes.


Muchas cosas corrían dispersadas por su mente, como si tuviera la intención de abrumar su tranquilidad otra vez.
La idea de estar causando problemas, de ser él el problema todo el tiempo, eso lo hacía perder su sonrisa.
Martín subió las escaleras y, en cuanto llegó a su cuarto, se arrodilló en una esquina de la habitación.
Sólo quería desaparecer.
Ya no aguantaría más.
Todo era claro ahora.

Se levantó y fue al baño preguntándose: «¿Dolerá mucho cortar las cuerdas de mi guitarra?».

S A V E  M E  [ᴵˢᵃʳᵍᵃˢ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora