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—¿Es que quieres que muera de un infarto?

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—¿Es que quieres que muera de un infarto?

—Si sobrevivió a la Isla Gyojin, ahora también podría hacerlo.

Ante aquella afirmación coqueta y juguetona, Nami ya no supo qué replicar. Seguía demasiado confusa con todo lo que le había contado su mejor amiga. El impacto era todavía peor cuando sentía aquel zumbido en su cabeza al buscar la revancha con el Barrera Libre y un entusiasta Lem que parecía no guardar rencor por todo lo ocurrido. Quizá lo había notado bastante pensativo, pero tampoco pareció molestarse cuando lo increpó por los piratas esclavizados; desde un principio sabía que estaba mal pero quería contentar a su tripulación cuando no podían salir al mar como los auténticos piratas que eran. Ante todos sus nakama admitió que había sido un mal capitán por permitirlo; el alcohol también ayudaba a reforzar la escena sentimental. Aun así, eso no quitó que se mantuviese alerta. Ya había aprendido a beber y fingir indiferencia rodeada de amenazas para su propia vida.

—Pensaba que yo era atrevida, pero siempre superas mis expectativas, Robin. —La pelirroja suspiró mientras se masajeaba las sienes y estiraba los músculos de su cuerpo. Aquel despertar estaba siendo muy extraño, pero por lo menos podía vestirse sin tambalearse.

—Oh, sabes que existo para impresionarte, Nami. Si necesitas ayuda con cualquier cosa, aquí me tienes esperando impaciente. Ardo en deseos de veros juntos de una vez.

—¿Quién te ha dicho que quiera salir con él? —protestó lanzándole la parte de arriba de su pijama. La morena solo se rio por su reacción y negó con la cabeza.

—¿Por qué no ibas a hacerlo después de saber que Sanji está enamorado de ti?

—¡Eso es cosa mía! —Y dio aquel tema por zanjado cerrando la puerta del cuarto tras ella. El rubor había teñido sus mejillas y acelerado el calor que seguía sintiendo tamborilear por su cabeza y pecho.

Sí; había notado que Sanji estaba más pendiente de ella de lo habitual. Sí; le gustaba Sanji. Sí; un desenlace como pareja era lo que más deseaba en el mundo. Pero Sanji seguía siendo Sanji. No iba a cambiar por ella y comportarse mejor. No iba a querer —ni poder— atarse a alguien con todas las bellas mujeres que le quedaban por admirar en el mundo.

Perdida en sus pensamientos, no se fijó a tiempo de la presencia de otra persona y tropezó con ella. Como no podía ser de otra forma, se trataba del hombre que le aceleraba el corazón con tan solo una sonrisa.

—¡Oh, Nami! Perdona, no te había visto. ¿Ibas a la cocina?

—Sí...

—Bueno, entonces me encargaré de prepararte el desayuno, ¿te parece?

Nami no era idiota; sabía que ya estaban cerca de la hora del almuerzo y debía apresurarse para alimentar a un pozo sin fondo como Luffy. Prefirió no decir nada y solo asentir. Su cuerpo bien sabía lo que necesitaba beber algo y llenar su estómago revuelto.

Reformando lo imposible; SanamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora