11. Capítulo

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Capítulo 11

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Un mundo de dolor se abrió paso en su cuerpo cuando despertó esa mañana. Después de todo, morir en el incendio que limpió el alma de Wallas, no sonaba como una mala idea.

Sam cerró con fuerza sus párpados, sintiendo como las lágrimas bajaban por los costados de su cabeza, mojando su almohada. Los recuerdos del día anterior inundaron su cabeza, siendo tan vívidos que tuvo que abrir los ojos para evitar sentir el peso de un cuerpo haciéndole presión.

El menor de los Winchester trató de contar hasta diez y normalizar su respiración, estaba en pleno camino a un ataque de pánico. Después de unos tortuosos minutos sintió como su cuerpo abandonaba esa sensación de pesadez y respiraba con más tranquilidad, pensando que había acabado.

El alivio no le duró mucho, ya que tuvo que levantarse de la cama y salir disparado al baño a vomitar. Cuando sintió que su estómago ya no podía dar más, Sam bajó la palanca del sanitario. Ojalá y su dolor tanto físico como emocional se fuesen con la facilidad que el agua limpiaba todo.

Levantarse del suelo fue una gran odisea al sentir como su trasero se contraía en dolor. Sam pensó que era humillante sentir todas esas incomodidades en su cuerpo. Igual de humillante que ver las marcas de dientes en sus hombros, cuello y pecho; junto con los moretones en forma de manos en sus caderas y cuello.

Cómo deseaba que el hijo de perra hubiese apretado con más fuerza, que hubiese acabado con lo que empezó. Que lo hubiese librado de ese mundo de dolor.

Sam trató de ducharse sin desviar la mirada hacia su cuerpo maltratado, lo intentó, pero fue inevitable. Era como toparse con un accidente de tránsito que, aunque sea una escena mórbida siempre acabarás echando un vistazo a los cuerpos mutilados.

La imagen que vio de sí mismo fue horrible. La sensación de vergüenza, asco y dolor fue tanta que terminó sollozando en un rincón de la ducha. Importándole poco que las horas pasaran y su cuerpo se entumeciera a causa del frío.

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John estaba feliz. Al fin Dean había abierto los ojos y visto quién era su glorificado hermano. A sus oídos había llegado el rumor de que el mayor de los hermanos Winchester se estaba quedando donde el viejo Singer. A esas alturas a John le daba igual que estuviese con el chatarrero, mientras no estuviese con la mosquita muerta de Sam.

John salió del bar sintiéndose más relajado gracias al alcohol y a la excelente mamada que le había dado la camarera de turno. Estaba de tan buen humor que no dudó ni un segundo en buscar en su lista de llamadas recibidas el número de Sam.

Un tono, dos tonos, nada. Siguió intentando hasta que después del decimosexto intento la llamada fue respondida. John escuchó la voz de Sam y pensó que sonaba como una mierda. Seguramente había estado llorando lágrimas de cocodrilo al ser descubierto por Dean como el traidor y egoísta que siempre había sido.

-Diga -Sam no había querido responder, pero cuando el teléfono no dejó de sonar se levantó, bueno más bien se arrastró hasta donde se encontraba su mochila. Misma mochila que llevaba ese día. Definitivamente tendría que deshacerse de ella como lo había hecho con su ropa.

-¿Acaso estabas llorando, Sammy? -John se burló, causando un estremecimiento en Sam al escuchar el ahora odiado mote.

-¿Qué quieres? -bufó al escuchar la voz de su padre. Y saber que antes él lo amaba y soñaba con ser como él cuando fuese grande.

Dear AgonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora