14. Capítulo

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Capítulo 14

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Dean suspiró de alivio en cuanto el depósito de chatarra estuvo a su vista, fue bajando la velocidad hasta detenerse en el patio del chatarrero. A lo lejos podía oír el sonido del Mustang del viejo cazador.

Por el silencio y la quietud de su hermano, Dean hubiese imaginado que estaba profundamente dormido, pero no era así. Sam se mantuvo todo el viaje encerrado en sí mismo, ignorando a su hermano en sus intentos vanos de hacer una conversación, por eso cuando el silencio fue casi insoportable, Dean optó por encender la radio y subirle el volumen de manera descomunal.

—Bueno, hogar dulce… —dijo Dean a medias cuando fue interrumpido por su hermano saliendo del auto sin prestarle atención— Y pensar que ya había vivido tu etapa emo adolescente, Sammy —dijo para sí mismo.

Sam podía sentir como sus muñecas palpitaban del dolor por la simple acción de abrir la puerta del auto, pero por nada del mundo se rebajaría a pedirle ayuda a su hermano para una acción tan insignificante.

Al momento de subir los escalones del porche, Sam pudo escuchar como el perro de Bobby corría emocionado a su reencuentro, pero con gran dolor, Sam lo ignoró como lo había estado haciendo con todo lo que pudiese traerle amor por la vida. En cuanto su hermano siguió sus pasos y abrió la puerta de la casa, Sam subió las escaleras y se dirigió directo al cuarto que siempre había usado. Y definitivamente Dean sería nuevamente su perro guardián como lo fue en su pequeño departamento en Stanford.

Dean escuchó el auto de Bobby detenerse al lado del suyo.

—¿Cómo estuvo el viaje, chico? —preguntó el viejo cazador— ¿Tan mal estuvo? —comentó al escuchar el gruñido del Winchester mayor.

—No tienes ni idea. En todo el camino no me dijo ni una palabra —bufó exasperado— Presiento que no nos pondrá las cosas fáciles, Bobby.

Bobby estaba a punto de decir algo tranquilizador he inservible para la ocasión, pero en cambio tuvo un pensamiento mucho más útil y frustrante.

—¡Bolas! —maldijo.

—¿Qué sucede?

—¿Sabes lo que dicen de los suicidas? —preguntó sin darle tiempo a Dean para responder— Cabe la posibilidad de que lo vuelvan a intentar.

—Sam no lo hará —dijo a la defensiva.

—Pero, ¿y si lo intenta?

—¿Cuál es tu punto aquí, Bobby?

—Mira, no estoy diciendo que el chico lo vaya a hacer de nuevo, pero si el pensamiento cruzara por su cabeza; aquí tendría mucho que utilizar —Bobby no podía ni siquiera empezar a hacer la lista mental de todas las armas que tenía en la casa, y ni hablar de los venenos, entre otras cosas.

—Entonces tendremos que guardar cualquier posible arma —El pensamiento de su hermano depresivo, rodeado de quien sabe cuánto objeto dador de muerte no era algo tranquilizador.

—Dean, prácticamente tendría que desarmar la maldita casa —Les saldría mucho más efectivo si encerraran al chico en un maldito cuarto de pánico.

—¡Maldición! Sam odiara esto, pero tendré que convertirme en su sombra hasta para cuando vaya al baño.

—Con respecto a eso, sólo trata de no asfixiarlo.

Dear AgonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora