Capítulo 11

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Los días corrían como un arroyo turbulento de agua salada, los segundos, minutos y horas se refljaban en las estiradas y  alongadas agujas del reloj de pared caoba.

"Qué estrés de mierda..."  se fugó de mis labios. La furia me colmaba nuevamente volviéndome un esclavo de la ira, adherido a la sensación de ineptitud e insuficiencia de no poder controlar mi propia existencia y afinaciones con las personas que me acordonaban.

Recordar nuestra incompleta "primera cita" me ataba a un torbellino de emociones encrespadas hasta el grado de convertime en un violento.

Pateé una silla, descarrié repetidamente mi banlance de apacibilidad circulando en una metamorfosis de rabia y cabreo insistente.

¿No era más asequible cuando era desconocedor del sabor de esos labios tan deleitablemente torturadores que se colisionaban con fervor ante los míos?, ¿por qué tuve que mostrarme como un experto cuando yo era el que todavía no podía encontrarse ni siquiera a él mismo?

 Unos ojos avellanas, el cabello cobrizo contrastante con la sonrosada piel descolorida digna de un vampiro, una anatamía delineada con inmejorable pulcritud y fineza, los músculos forjados con el arduo trabajo de entrenamiento salvaje, una boca asalmonada sugerente, incitante, estimulante al toque.

 Fui tan débil al desistir al roce, aceptar tan cómodamente una propuesta poco prometedora.

 La vida no era tan complicada, las vueltas que poseía únicamente la tornaban un poco más liosa pero exclusivamente lo necesario era ensimismarse un rato en las decisiones futuras.

 Dios, yo lo tenía todo. Notas formidables, dinero, novia, amigos, salud, belleza, inteligencia, familia, un porvenir precoz.

 Pero yo...

 Yo optaba por la pancista malaventuranza de desear a un jovencito de rostro de porcenala virgen, ¿por qué una fisonomía tan casta y pura era propietaria una mente tan retorcida de intenciones y pensamientos tan impúdicos?

 LuHan, el chico de apariencia inmaculada.

 LuHan, el chico de designios obscenos. 

 "Toma mi corazón moribundo e intenta repararlo" Continuas frases melosas originarias de un mentecato de pocos amigos. Pero qué hipocresía, ¿por qué suplicar socorro al caín que quebró mis ilusiones en repetidas ocasiones? Yo observaba lo que quería, por eso me había sido tan desgarrador chocar con la realidad.

 Llegué a comprender que aunque LuHan se alejara a la distancia más apartada, volvería a mí.

 Como un asesino regresando a la escena del crímen.

 Y el crimen no era nadie menos que yo.

 La injusticia de haberme comprometido en un amorío desantendido por su patrono.

 ¿Yo era la víctima, al estar rendido ante su pasión?, ¿el crimen, porque las acciones se desenvolvieron en mí cuerpo, bajo mi piel?, ¿o el victimario, porque extendí la hazaña como si verdaderamente lo disfrutase? Y vaya que lo hacía.

 Todo se resumía en preguntas, como la aburrida clase de filosofía.

 El domingo anormalmente opté por visitar a Tiffany en el hospital.

Yacía quitecita como una princesa que luchaba contra el sueño, el cabello despeinado - algo totalmente atípico en ella. - los ojos guerreando y todavía marcados por un camino de lágrimas secas que se habían, aparentemente, desplegado por su semblante blancuzco.

 Crucé el umbral silenciado, con los pasos sosegados y conteniendo la respiración para evitar el sonido.

- Hola. - susurró debilidata por los calmantes para el dolor corporal. - ¿Cómo estás? - inquirió.

- Creí que dormías. - anuncié benevolente. - Creo que deberíamos invertir los roles un momento, ¿cómo estás tú? - interrogué y el órgano central de mi organismo ascendió hasta mi garganta. ¡Mierda, la estaba engañando! La culpabilidad por mi delito me carcomían por dentro, sin terminar de descifrar cómo pude acontecer una deshonestidad tan descaradamente inmoral. Ella era una mujer decente y virtuosa, sin manchas de infracciones antiguas a diferencia mía, un hombre en cuya conducta habitaba la turbiedad de sensuales ambiciones irrealizables. -o quizás no tan platónicas, pero sí corrompidas.

- Estoy bien, gracias. - masculló. - Me alegra que hayas venido.

- Me alegra que estés bien. - declaré sincero. - En serio Tiff, no sé qué haría sin ti. - y sonó real, porque lo fue. Porque quizás la traicionara con LuHan, pero el afecto mutuo existía, como amigos. Y me tomó casi cinco meses realizar esa minúscula pero muy importante observación.

- Gracias, yo tampoco. - sus ojos cristalizados se disfrazaron de escarlata. - Hoy son las regionales. - farfulló en un hilo de voz. - Ni siquiera puedo asistir al evento porque aún no me dan el alta. - soltó un llanto escandaloso que se notaba que había sido censurado desde hace días.

 Dios, me estaba esperando para poder descargarse mientras yo sólo pensaba en poder recorrer el cuerpo de mi mejor amigo con mi propia lengua.

 ¿Por qué yo era tan desconsiderado con una muchacha tan angelical y armoniosa?

- Lo lamento cariño. -dije bajo, pero erguí la cabeza para confesar una verdad. - Hubieras sido la mejor de las mejores en ese torneo, nadie puede superarte, es por eso que te hirieron, la carga de ser superior a las demás atrae a la envidia, a la envidia no poder alcanzarte. Es por eso que quizás no tengo muchos amigos, ¿qué chico no te querría de compañera, novia, amiga, amante, o simplemente pasar un ratito contigo? Tiffany por favor no llores, porque cada vez que tú sufres, mi corazón recibe una herida muy difícil de cernir, hazme un últmo favor y te prometo que jamás te pediré otra cosa, sonríe para mí. Por más duro que se muestre la vista, sonríe, con esa dentadura radiante de princesa de ensueños. Por favor... - supliqué atragantado por mis atropelladas palabras que naturalmente y sin esfuerzo se ebozaron de mi ser.

 Y lloró.

 Lloró por horas.

 Pero su llanto era de felicidad.

- Te amo Sehun. - reveló con la voz irregular a causa del lloriqueo. - No me dejes nunca. - rogó y se aferró a mi pecho desde la camilla.

- Y yo a ti Tiff, no te dejaré nunca. - garantí circunspecto pero franco. - No lo haré.

Porque sería su amigo por siempre y la amaría como un hermano cuida a su hermana menor. Besé su frente, pero ella se me adelantó y posó sus labios de fresa en los míos.

 Quizás yo no era un hermano para ella.

 Y los deslices de sobreexcitación me desviaban de mi camino original. Así que intensifiqué el beso, empujando con fervor, tocando, exploranto, robándole la minuciosidad que cubría su cuerpo de damisela. Noté que mi miembro se endurecía por la presión y fricción otorgada por mi anatomía caliente y deseosa de explotar todas mis injurias en la morfología de una doncella sumisa a mis aflicciones.

 El ruido de la puerta rompió nuestro acto pre-coital.

- ¿Interrumpimos algo? - consultó Jessica, tan animosa como siempre.

- Al parecer no. - rió lacónico y sarcástico. - Al parecer no. - repitió Luhan.

Just Forget Me {HUNHAN}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora