Capítulo: 08

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Con una taza de café en las manos me acerco a la ventana de mi habitación de hotel, la lluvia cae furiosa sobre Crowley Hope. Un suspiro melancólico se me escapa,  y por un segundo me detengo a pensar en los comentarios que he escuchado por ahí de los viejos residentes; tal vez tengan razón cuando dicen qué con mi regreso es como si el verano de hace treinta años intentase regresar también. Y los comentarios que en su momento me resultaron un tanto fútiles, ahora parecen tener sentido.

Es verano, y el Sol debería estar en su punto mientras el cielo debería estar teñido de color azul. Pero no es así, en su lugar nubes grisáceas lo cubren dándole una atmósfera funesta.

Esta tarde lluviosa me hace sentir ansioso. Algo dentro de mí no se siente bien. Incluso la inspiración se encuentra ausente. En mis años de escritor jamás experimenté una situación de bloqueo, supongo que siempre hay una primera vez. Solo espero recuperar a mi pequeña musa lo antes posible. Dejo que la última gota de café queme mi garganta antes de aspirar con fuerza.

Todavía frente a la ventana me mantengo taciturno observando la lluvia, noto que poco a poco ha empezado a perder fuerza. De pronto, la idea de salir a dar un paseo me parece genial, tal vez si salgo, el bloqueo que me impide seguir relatando la historia que destruyó la vida de Cara y la de todos los que la amábamos desaparezca.

Sin perder tiempo, tomo la sudadera de color gris que está sobre el sofá junto con mi billetera y salgo de la habitación 213; cuando llego a la recepción he terminado de colocarme la prenda. Camino hacia las puertas acristaladas y cuando estoy por salir del Hill House la voz del botones me frena.

—Señor, Crowley Hope no es muy agradable en días lluviosos y no es recomendable salir a correr.

Estoy por decirle que lo sé, que conozco mejor este lugar que nadie, pero cuando mi mirada se centra en el joven a mi izquierda, las palabras se quedan atoradas en mi garganta. Hay algo en ese jovencito que me resulta familiar, no sé si son sus ojos miel o el cabello rubio que asoma por debajo del sobrero color verde de su uniforme, pero por un momento me hace recordar a un viejo amigo.

—¿Cuál es tu nombre? —mi pregunta parece sorprenderlo, pero aún así sonríe y responde.

—Me llamo Alexander, señor —dice y no duda en extenderme su mano.

Solo me toma un segundo estrecharla.

—Yo soy...

—Thomas Jensen —dice, sacándome completamente de órbita por un par de segundos—. Mi novia y yo somos fans de sus libros, señor Jensen —aclara al darse cuenta de mi confusión.

Sonrío y asiento.

—Cuando tengas tiempo libre puedes pasarte por mi habitación, traje copias de algunos de mis libros; así tu novia y tu tendrán con que entretenerse en un verano lluvioso —digo, y una enorme sonrisa se dibuja en su rostro al tiempo que parpadea repetidas veces.

—Gracias, señor Jensen —tartamudea.

—Bueno Alexander, ahora debo irme.

—Pero señor no es un buen...

—Descuida, conozco el pueblo como a la palma de mi mano —le sonrío antes de salir por completo del hotel.

Una vez que estoy fuera el aire fresco abastece mis pulmones. Levanto mi cara hacia el cielo nublado y permito que ligeras gotas de lluvia se estampen contra mi rostro. Estar parado bajo la lluvia me hace sentir relajado. Tomo una fuerte bocanada de aire antes de subir la capucha de mi sudadera y emprender mi caminata.

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