Capítulo: 06

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Una segunda ráfaga de aire me hace tiritar mientras me aproximo a la calle River. El frío es duro e intenso, me atraviesa hasta hacer crujir mis huesos. Me abrazo y froto mis manos sobre mi cuerpo para darme calor pero es imposible. Un momento después, justo cuando comienzo a caminar dentro del túnel de jacarandas una sensación desagradable contamina mi sistema. Esta es la primera vez desde aquel pequeño incidente que vuelvo a caminar por esta calle.

Es irónico teniendo en cuenta que hace tan solo unas semanas, poco antes de regresar a Crowley Hope, el solo pensar en la calle River me dejaba en un estado casi paralizante. No creí que después de todo lo sucedido volvería a estar parado en este lugar, hasta que el otro día hablando con el señor Rizzo me hizo recordar lo ocurrido aquí hace treinta años y, la idea de volver a pisar el lugar en el que casi pierdo la vida ya no me pareció tan mala y no pude sacarla de mi cabeza.

Y de nuevo aquí estoy, parado en medio de la noche debajo del túnel de jacarandás. Este es otro de los pocos lugares en Crowley Hope que no ha cambiado. Todo permanece exactamente igual, a excepción de la iluminación, el túnel conformado por jacarandas de la calle River se encuentra iluminado por lámparas que titilan cada que el viento decide golpear con fuerza, pese a que la débil luz de aquellas lámparas te acompañan durante el largo trayecto; aún es un sitio que da un poco de miedo cruzar. Su aspecto tétrico sigue estando ahí, motivo suficiente por el cual los residentes siguen sin transitarlo. Además esta el hecho de que existe la leyenda del chico que perdió vida en este lugar cuando un loco que había escapado del psiquiátrico que se encontraba a unos kilómetros del pueblo, lo atacó. Para mí gusto habían exagerado un poco las cosas, pero no estaban del todo equivocados con respecto al loco que había escapado del manicomio. Y aunque no todos creen la historia, nadie la transita. Sigue siendo una calle solitaria y mísera a pesar de lo bella que es.

Siento un hueco en el estómago mientras avanzo. Una vez que llego al sitio exacto donde recibí la puñalada, la misma punzada de dolor que me atacó en casa de los Rizzo, me ataca de nuevo. De inmediato y por instinto llevo mi mano justo en la región abdominal. Aprieto mis ojos con fuerza al tiempo en que mis manos se hacen puños a mis costados. Sin que pueda evitarlo, pequeños fragmentos de lo ocurrido aquella noche después de dejar a Cara en su casa bombardean mi cabeza. Un ligero temblor me eriza la piel. Escucho su risa por todos lados. Una sensación de frío y calor se adueña de mi cuerpo. De pronto, algo en mi deja de funcionar, mis piernas tiemblan y eso es todo; me desplomo bruscamente contra el concreto.

El viento cobrar vida y me envuelve nuevamente, pero esta vez con mucha más fuerza que antes. Las hojas secas crujen como si estuvieran siendo pisadas. Por un momento me detengo a pensar en que se trata de la presencia de aquel sujeto que ha venido a terminar lo que hace años no consiguió. Me mantengo impertérrito ante ese pensamiento. Vuelvo a cerrar los ojos y aprieto fuerte al tiempo en que me pongo en posición fetal sobre el suelo.

Abro mis ojos, sé que he empezado a llorar por el líquido que los empaña. La noche se torna más helada y no tarda en congelar por completo mis músculos hasta agarrotarlos; apenas y consigo respirar. Estar aquí, tirado bajo el túnel de jacarandas me provoca una sensación de  déjà vu.

Aquella sensación cobra mucha más fuerza cuando su maldita risa vuelve a llenar mis oídos. Finalmente las luces se apagan y la angustia que viví días después del altercado se impacta contra mí.



—¡Sorpresa! —escuché gritar al mismo tiempo que el confeti volaba en mi dirección y se esparcía por todo el lugar.

Risas y aplausos estallaron segundos después.

—Bienvenido —dijo Cara con una sonrisa de oreja a oreja mientras se colocaba frente de mí. La vi dudar por un segundo antes de envolverme con sus delgados brazos.

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