Capítulo: 12

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«El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto ».

François de La Rochefoucauld (1613-1680) Escritor francés.




 

A veces el pasado es solo un monstruo con apetito voraz. Un día estás solo en tu habitación de hotel y de repente ese monstruo llamado pasado arremete contra ti. Se mete dentro de tu cabeza y comienza a escarbar, y mientras los recuerdos que hubieses preferido que siguieran guardados en el sitio más recóndito de tu cabeza, están siendo desenterrados, el corazón se desangra y duele, duele hasta quitarte el aliento.

Estoy tumbado sobre mi cama, llevo aproximadamente diez minutos sin moverme, mi frente y mi pecho se encuentran cubiertos de sudor; otra pesadilla me ha despertado y justo en el momento en el que abrí los ojos, sin que pudiera evitarlo los desagradables recuerdos salieron a superficie logrando consumirme.

He logrado controlar mi respiración, pero no mi ritmo cardíaco. El corazón aún late desbocado dentro de mi pecho.

Giro mi cabeza con lentitud hacia la derecha, y según el reloj que descansa en la mesita de noche son las 3:45 de la madrugada. Sin ningún esfuerzo me incorporo sobre la cama, doy un fuerte respiro antes de ponerme de pie. Voy hacia mi maleta y tomo lo primero que encuentro, lo más rápido que puedo me deshago de mi pijama y me pongo los pantalones de chándal y la sudadera. No tengo intenciones de quedarme solo dentro de estas cuatro paredes y arriesgarme a que los recuerdos terminen por enloquecerme. Tomo las llaves de mi auto y cuando mi mano está sobre la perilla de la puerta me freno. Giro sobre mis talones y me encamino hacia el teléfono que yace en la mesita de noche junto al reloj. Marco rápidamente los dígitos que están en el papel que he sacado del cajón del pequeño mueble.

— ¿Hola? —se escucha al otro una voz ronca por el sueño.

—Will, soy Thomas, ¿crees qué podamos vernos? —pregunto dudoso.

—Sí, claro, ¿dónde te veo? —dice sin titubear, su voz aún suena adormilada, pero sé que gran parte de su cerebro ya se ha despertado.

Me lleva unos segundos responder. Es de madrugada y casi todo Crowley Hope duerme. Entonces el lugar adecuado se cruza por mi cabeza y una sonrisa me invade.

— ¿Aún existe nuestro viejo vagón? —pregunto, de repente siento un poco de temor porque aquel pedazo de metal ya no esté.

Aquella pieza que alguna vez fue parte importante de un tren y el cual se encargó de transportar a cientos de personas para llevarlas a los campos de concentración durante la segunda Guerra Mundial en los años 40'—O al menos es lo que los profesores de Crowley high school nos decían—, sirvió como escondite secreto para Will y para mi durante toda nuestra niñez y parte de nuestra adolescencia. Nadie a excepción de Cara, en Crowley Hope, supo que el viejo vagón fue nuestro lugar secreto por mucho tiempo.

—Entonces te veo en las viejas vías del tren en 15 minutos —aviso.

—Te veo en 15 —dice, un Will somnoliento todavía.

Sin más cuelgo y termino de salir por completo de la habitación.

***


No me hago ni diez minutos en llegar, he tenido que venir en mi auto ya que las viejas vías del tren se encuentran a las afueras de Crowley Hope.

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