Capítulo: 18

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Hola personitas, solo les quiero hacer una pequeña aclaración: este capítulo es un poco +18... Así que si eres menor de edad no lo leas o si lo haces que sea bajo tu propia responsabilidad. Pero como sé que son muy rebeldes, lo leerán. Así que disfruten.




«No hay nada que incremente más la lujuria que lo prohibido.»

-BLANCA MIOSI

Tras aquel altercado con Thomas Jensen hace dos días en el funeral de Lissa Hoffman, Stanlee Jefferson no podía encontrarse más satisfecho con lo que había logrado. Hacer que Thomas lo golpeara delante de casi todo el pueblo, había sido una excelente jugada; ahora más que nunca le convenía tener a esos estúpidos de su parte y vaya que lo consiguió. El papel de víctima le iba bien en estos momentos en los que su sreceto ya no se encontraba a salvo.

Aunque le jodiera admitirlo, la osadía de aquel joven lo había puesto en jaque. Thomas era un hombre enamorado, lo que significaba que era igual o más peligroso que él. Si así lo deseaba, ese chiquillo de tan solo dieciséis años podía enviarlo a prisión en este mismo momento y el que todavía no hubiese dado aviso a las autoridades de Connecticut solo aumentaba sus sospechas. Tenía planes mucho mejores que enviarlo a una celda maloliente. En otro momento, viéndose amenazado, se habría largado sin siquiera dudarlo, pero esta vez era diferente. Ya no solo se trataba de Cara, claro que ella seguía siendo el motivo principal, pero ahora también tenía un asunto personal con Thomas.

Aquel jovencito había cometido el error más grave de su vida al haberlo retado y creer que saldría bien librado de la situación. Era muy consciente de que se estaba arriesgando de más al decidir quedarse en Crowley Hope, su futuro era incierto en ese insípido pueblo, pero ya había tomado una decisión. Así tuviera que ir a prisión, iba a joderle la vida a ese chiquillo entrometido.

Sonrió para sí mismo frente al espejo cuando recordó su plan. El solo pensar en lo mucho que Thomas sufriría con lo que le tenía preparado, lo llenó de adrenalina y exitación. Su cuerpo se estremeció. De un solo golpe le haría pagar todo. Su ego de hombre aún seguía herido, todavía le costaba creer que Cara Rizzo se hubiera atrevido a rechazarlo por estar enamorada de ese niñato. ¿Qué a caso no se daba cuenta de que él era un hombre? Thomas Jensen no era más que un pueril pueblerino, tenía la suerte de ser agraciado, pero estaba muy lejos de ser como él. Jamás sería ni la mitad de atractivo y varonil de lo que él era.

Por decima vez volvió a apreciar su aperiencia elegante frente al espejo. Siguió abotonando su camisa blanca mientras volvía a prestarle atención a la radio. Llevaban varios días hablando de los cinco detenidos involucrados en el robo de documentos del complejo de la oficinas watergate en Washington D. C y en el que también se acusaba al presidente Nixon de ser partícipe de la conspiración. Le divertía escuchar como todos los medios y la población entera de los Estados Unidos de América se unían para atacar al líder de la nación.

Stanlee siguió arreglándose mientras reía con cada cruel y gracioso comentario que escuchaba en la radio. Esta noche tenía una cita y aunque él sabía que no tenía que hacer mucho para tener que verse guapo y elegante -pues la naturaleza lo había favorecido bastante-, se empeñó en lucir más atractivo que nunca. La mujer que vería hoy tenía que quedar completamente deslumbrada con él, no dudaba que ya lo estuviera, después de todo ya la había hecho suya más de una vez y no solo eso, sino que además había logrado persuadirla en situaciones que solo le favofrecían a él. Pero hoy era importante, hoy daría el golpe final; sus planes se habían tenido que adelantar. Roció por su cuerpo el perfume que ella misma le había regalado hace menos de dos semanas. Olfateó el aroma en el aire, no podía negar que la mujer tenía un gusto sofisticado, después de todo prefería tener noches ardientes con él y no con su marido. Ese jodido vejete que también comenzaba a ser un estorbo en su camino, pese a que en estos momentos él era quien menos le preocupaba, ya le tenía preparado su final. Solo que en esta ocasión no sería ejecutado por él, sino por la persona que se suponía lo amaba.

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