10. Mortifagos En Hammersmith Parte 2.

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En la mañana  del siguiente  día    el  cielo  lucía  densamente  nublado  y una  capa  de  niebla cubría  la  tierra  dificultando  la  visibilidad. 

Snape  imaginó que  en  la  Colina  de El  Dragón  el panorama  sería  casi  el  mismo, aunque más frío. Seguramente Lily aún no salía de la cama para no tener que enfrentarse a las inclemencias del tiempo.   

Por su parte Lupin  había  partido  hacia dicha colina y    Severus prometió  pasarse  por  allí  en  cuanto saliera del  trabajo.

- ¿Has visto mi varita? no la encuentro  por  ningún  lado y ya se me está haciendo muy tarde.... si  la    ves  tráemela, por favor.-le pidió Lupin a Snape antes  de  marcharse.

Snape se percató de que algo extraño  le  ocurría    al  reloj. Aunque éste empezó a resplandecer  como  lo  había  hecho  en  otras ocasiones,  esta  vez  tenía  algo  inusual;  por  primera  vez  tenía  manecillas. 

Las agujas eran  plateadas y aparentemente tan normales como las manecillas de cualquier reloj, lo único raro era que antes no estaban ahí.  El reloj marcaba las 5 y 59.

 Snape le echó un vistazo a la  hora  que marcaba reloj que colgaba de la pared;  eran  las  7  y  45  am. 

No  tenía  idea  de lo  que aquello  podía significar, así que la única opción que tenía estar atento y esperar. 

Salió  de la  casa  dejando  dormida a Amelia, gracias  a  un  poderoso tónico,  de  esa  forma  Snape  se  aseguraba  que   no se  hiciera daño en su ausencia.  

Snape llegó a la oficina con una decisión inapelable en mente, estaba dispuesto a renunciar a su puesto, pues  era claro para él que ya  no  pertenecía a  ese  lugar y que su sitio era en la Orden protegiendo a Lily y al niño que ésta tendría.

Se  lo  debía a  Lily,  se  lo debía  a sí  mismo.

Aunque estaba  de humor  para  oír  los  chillidos,  súplicas  y  hasta  amenazas  del  ministro  de magia,  por  lo  tanto  redactó la carta  de  renuncia y la pasó  debajo  de  la  puerta  de  Fillier Bering, no sin antes  de  haber  dejado  todo  en  orden  y de retirar  todas sus  cosas  personales, si olvidarse de las  pocas  pertenecías  de  Amelia.

Eso  le  recordó su  parte  de culpabilidad  en  lo  que  le había ocurrido a la joven.  Aunque  Amelia  le  dijo  que  aquello  tarde  o temprano le sucedería. Que  era  tan  inevitable  como  el  cumplimiento  de  una  profecía y cuando él intentaba averiguar más ella se enmudecía.

Antes  de  regresar  a  la  cabaña  del  hombre  lobo,  Snape  quiso  pasarse  por  el  callejón Diagon para sustraer oro de  su  bóveda en Gringotts.

Lo suficiente  para  que  sobrevivan tres  personas  y  media, esto debe bastar para unos diez  años de encierro-  pensó  Snape que  empezaba  a  sentirse  extrañamente  paternalista. 

Guardó  los  galeones  en  una bolsa que estaba hechizada con un encantamiento de  extensión   indetectable.

De pronto Severus se sintió, por primera vez en su vida, a pesar de que su matrimonio había resultado ser un completo desastre, responsable de una familia.

Sabía  que  nunca  más  podría volver  ser  pobre  gracias a la  autoría  de  11  pociones  inventadas  y  56  pociones  mejoradas.

Cuando pasaba  por  una  tienda  de  ropa  y  no  pudo  evitar  ver  la  ropa  bebé  que  exhibían  en  el mostrador. 

- Necesito comprar algo para mi hijo que esta por nacer. Seguro se parecerá más a la madre, así que por favor busque un pequeño atuendo oscuro.

Salió  de  allí  con  una  ropita  que  hacía  juego  con  los  diminutos  guantes negros  que  había  obtenido  semanas  atrás.  Obligaría  a  Lupin  a  entregarle  la  vestimenta a  Lily  diciendo  que  él  se  la  había  comprado,  de  lo  contrario  ella  acabaría  tirándola  a  la basura. 

Snape  estaba  seguro  que  ella  nunca  lo  perdonaría  por  haber  dudado  de  su fidelidad,  pero  ya  no  era  momento  de  vivir  en  el  pasado,  lo  que  le  importaba  en  ese momento  era  que  Lily  viviera  y  también  cuidaría  del  niño  que  aunque  no  lo  sintiera suyo, definitivamente si  lo era y  debía  hacerse  responsable.

Regresó  a  la  caba a  las  5  pm.  Solo  pasaría por el cuarto de Amelia para comprobar que estaba bien  y después buscaría  los  tontos  guantecitos  negros  para  reunirse  con  Lupin,  ya  que  habían  quedado en  reunirse  media  hora  después  de  que  volviera  del  trabajo.

 En seguida recordó  que  los  guantes seguía  en  el  maletín.  Los  encontró y   colocó  junto  al  resto  del  atuendo; un  jersey,  el  abrigo,  unos  pantalones,  unas  diminutas  botitas  algodonosas  y  unos pañales  que  Snape  lamentaba  no  haberlos  encontrado  en  color  negro,  al  menos  tenían pintados  unos  sombreros  negros  que  combinaban  con  el  resto  de  la  ropa.

La  encargada de  la  tienda  le  había  asegurado  que  todo,  excepto  los  pañales,  tenían  un  encantamiento de  crecimiento  que  se  ajustaba  a  las  medidas  de  quien  lo  usaba. 

Por  unos  segundos, solo  por  un  breve  momento,  Snape  se  imaginó  al  niño  vestido  con  aquella  ropa. Rápidamente sacudió   la  cabeza  espantando  aquel  pensamiento. 

No,  no  lo  amaría,  no  podría  hacerlo,  no estaba  en  su  naturaleza  amar,  a  la  única  persona  que  había  querido  era  a  Lily  y  aun  así no lo  había  hecho bien. 

 Antes  de  cerrar  su  maletín  pudo  notar  que  algo  faltaba;  era  un  frasco  de  poción multijugos. Trató  de  restarle    importancia pensando que Lupin lo  había  tomado.

Guardó  la  ropa  en  la  bolsa  hechizada  que  le  cabía  a  la  perfección  en  el  bolsillo  interno de  su  cazadora,  donde  también  guardaba  el  reloj, al cual le  echó  un  vistazo  para  comprobar que aún permanecía  brillante  y  con  las  manecillas  estancadas. 

Aquello  le  causo  angustia  por  no saber  que lo significaba. A lo mejor el cacharro se estropeó, pensó.

Camino hacia la habitación donde estaba Amelia y golpeó la puerta tres veces.

- Amelia  soy  Snape  ¿Puedo  pasar?-nadie respondió. 

Snape  apoyó  su oreja  sobre  la  puerta y escuchó  el  ruido  del  viento  que  entraba  por  la  ventana,  él recordaba  haberla   dejado  cerrada.

-¡Amelia!-  esta vez  golpeo con mayor  fuerza. Giró  la  manija,   pero esta no  cedió.

-  Alohomora-  tampoco  funcionó.  No  tuvo  otra  opción  que  derribar  la  puerta estampando  una  silla contra  ella con ayuda de su varita. 

Entró  a  la  habitación  y  la  encontró vacía.

Snape  se  maldijo  por  haber dejado  sola  a la chica demasiado tiempo.

El  sitio  no  mostraba indicios  de  pelea.  La  comida  permanecía  intacta  en  la  mesa.  Lo  más  probable  era  que se  hubiera escapado por  la ventana.

Debía  encontrar  a  Amelia  y  no  tenía  tiempo  para  avisarle  a  Lupin  el  motivo  de  su retraso.

Se colocó  la  capa de  viaje y  salió de  la  cabaña para internarse en la penumbra del bosque.

La Cuarta Reliquia, Una Oportunidad Para El Príncipe. TERMINADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora