En todo el camino a casa y mientras me desvestía no pude sacar a Harry de mis pensamientos. Nunca había tenido la oportunidad de hablar con un hombre tan guapo como lo es él. Ni ser observada o correspondida de esa manera. Con atención o interés. Inconscientemente me sentía como una presa de él. A su merced por su efecto en mí. Justo como ocurrió la otra noche con la bestia de mi patio. Con su mirada calculadora. Sabiendo cada paso que daría. Sabiendo cómo causarme emociones para hacer lo que quisiera. Para llevarme a dónde el desea.
Ahora que lo pienso con la mente fría, veo que el animal no tenía intenciones de lastimarme. No había ningún indicio de rabia o descontrol. Si ese hubiera sido su objetivo, no estaría en mi cama pensando en ello. No veo el porqué vivir con miedo si yo nunca he hecho nada por herir a ningún hombre o animal. El que no ha hecho nada, no debe tener.
Tratando de conciliar el sueño perdida en mis pensamientos, veo en la oscuridad de mi ventana al animal recurrente en el bosque. El lobo negro de ojos verdes. Majestuoso de verdad. Cuidando de mí, cómo si me acompañara a casa a mi seguridad. En los documentales repiten que si cualquier animal vuelve a un mismo punto, es porque han encontrado gusto por la persona o el ambiente.
Ahora no era miedo lo que sentía, era tranquilidad la que había en mi sistema. Tranquilidad de saber que está aquí y que me cuida de todos. No desea hacerme ningún daño. Mirándome a los ojos de manera familiar. Y fue así como dormí.
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Reparé mis energías con el sueño de la noche, estaba lista para el nuevo día. El día fue tranquilo en general. Nada nuevo ni especial que contar. Mi última tarea antes de retirarme era llevarle al forense unas muestras que acababan de llegar del departamento de policías. El piso forense era subterráneo. Primero se tenía que tomar el elevador al subsuelo y caminar por un angosto y claustrofóbico pasillo, entrar por la puerta de metal con cerrojo sin candado y dejar en el escritorio la hielera. Sencillo, excepto por una cosa, hay dos puertas y ambas están sin candado. Todo tan hermético y cellado. Mi instinto me llevó a abrir la de mi mano derecha. Al momento de abrir la puerta mis ojos se toparon con el cuerpo de un hombre partido a la mitad en segmento longitudinal. Aunque mi profesión amerita estómago para la sangre, ver esa imagen es algo desgarrador. La muerte por ataque es siempre difícil de ver. El hombre estaba partido a la mitad con marcas de arañazos y carne desgarrada. Solo grandes máquinas o monstruos pueden hacer ese daño. - Gracias, puedes retirarte. - El médico arrebata la hielera de mis manos. Debí estar congelada por la imagen y no notar que estaba junto a mí. - No hay de que, permiso.-
Huyo casi corriendo de ahí hasta la salida y a mi auto. Prefiero quedarme un rato hasta estar segura que estoy lista para conducir y no causar un accidente. Pienso en otras cosas para sacar eso de mí mente. Me estabilizo pensando en el bosque y nadar en el lago. - La gente muere todo el tiempo de maneras grotescas. No es para tanto cobarde. - Hablo conmigo misma para darme calma.
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Me voy a casa y cocino algo para comer afuera. Nada de carne. Quiero mantener mi cabeza lo más alejada posible de la muerte y me concentro en algo más bello como la naturaleza. Mi inmenso patio y los animales que corren por ahí. Cantos de los pájaros y las hojas crujiendo por mis pisadas. Ahora todo está en serenidad en mi cabeza y todo recuerdo ha sido borrado. Inunde mis mente con sonidos de cantos e imágenes bellas. Entre ellos, el bosque, Harry y el lobo negro que ha decidido visitarme más temprano esta tarde.