Capítulo 2: El juicio justo

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Nos despojaron de todas nuestras armas y nos tiraron a ese calabozo inmundo. Estuvimos en las mazmorras del castillo durante dos días y tres noches que se nos hicieron eternos a los tres. Erika no abrió la boca desde que tuvo el accidente con aquel hombre. Pensamos que había entrado en estado de shock por lo que decidimos no agobiarla con ninguna clase de pregunta. Por otra parte, Fergus ni si quiera me había mirado desde que nos apresaron. Sabía que estábamos allí por mi culpa.

La tercera noche, cuando las dos lunas se encontraban juntas en el centro del cielo, nos llevaron encadenados de pies y manos a la sala real. Estaba bastante cambiada. Los estandartes habían sido enrollados y la fuente no vertía agua como de costumbre. Dentro de la sala había alrededor de cien personas. Todos ellos vestían o las túnicas blancas con la franja celeste en medio o las armaduras arropadas por las capas de color celeste. Íbamos a ser juzgados por los más altos cargos de la religión de los Dos Mayores. Los guardias celestes nos colocaron en medio de la sala y nos empujaron para que cayéramos de rodillas frente a los tres pequeños tronos que estaban bajo la balconera.

Tres personas de la multitud avanzaron con paso firme y se colocaron frente a nosotros. Alcé un poco la vista para ver por quién seríamos juzgados. La primera persona que encontré al alzar la cabeza fue a un caballero de capa celeste. No le cabía ni una sola insignia más sobre el lado izquierdo de la capa. Su armadura era plateada y brillaba más que ninguna otra de la sala. Con un poco de miedo fui alzando la vista. Finalmente vi la cara del caballero. No era muy viejo. Podía tener la edad del rey Rowick. No tenía barba y su pelo era negro como el carbón. No poseía una gran melena, al contrario llevaba el pelo bastante corto. Tenía dos cicatrices sobre el carrillo derecho. Una de ellas le atravesaba el ojo, la otra la nariz. De repente nuestras miradas coincidieron. Aquellas dos bolas azules parecían proyectar la inmensidad del océano. El caballero era ciego y en el combate sólo se guiaba por su oído. Su mirada me intimidó tanto que rápidamente giré la cabeza hacia el otro lado, haciendo que el caballero se agachara y entre risas me dijera para que sólo yo lo oyera:

-¿Ocurre algo joven humano? ¿Ha visto algo que no le ha gustado?- Su voz era grave y sonaba bastante seca. ¿Cómo había averiguado que era humano y no, por ejemplo, un niok como Fergus y Nina? ¿Cómo había averiguado mi sexo con solo haberme oído? ¿Cómo sabía que era un adolescente y no un adulto? De repente el caballero condecorado volvió a hablar- ¿Qué pasa ahora? ¿Está sorprendido por la cantidad de información que he averiguado de usted con solo oir su respiración? Con el tiempo uno se adapta. Así es la vida. O te adaptas o mueres. Debería tomarlo en cuenta para futuras ocasiones.

El caballero volvió a incorporarse. Lo que había ocurrido me había dejado sin palabras. Miré hacia Fergus para ver si él se había dado cuenta de lo que había ocurrido, pero seguía en la misma posición. Su cabeza era tapada por su gran melena ya que estaba mirando hacia el suelo. Paseé mi mirada desde Fergus hasta el Guía mayor que presidía en el trono de en medio. Éste era un híbrido entre humano y phor.

Al igual que los nioks, ésta era una de las pocas razas inteligentes de Mesion y además una de las más antiguas de Mesion. Los phor vivían en las altas montañas del norte. Eran muy parecidos a los humanos, pero a diferencia de éstos, los phor poseen un esqueleto externo que cumple la función de coraza. Este esqueleto externo, en los phor dominantes, crece alrededor de todo el cuerpo, dejando solamente la cara y las palmas de las manos y los pies libres de la coraza. Dicen que al morir, la coraza de los phor dominantes sigue creciendo, haciendo así que el cuerpo del phor quede encerrado en una especie de sarcófago. En los phor secundarios, la coraza solamente cubre la espalda y el pecho, el cráneo, los brazos y las piernas. En la cabeza suelen tener poco pelo, que aflora por las grietas del esqueleto externo. Poseen una gran fuerza, debido a que cada día, gracias a la coraza, levantan el doble de peso que un humano corriente. Aunque se los distinga denominándolos dominantes o secundarios, las dos formas de la raza conviven en los mismos poblados, sin distinguirse por ser dominantes o secundarios. Las ciudades de los phor eran bastante antiguas y en ellas la vida giraba en torno a la cultura y a la minería. La mayoría de los grandes sabios de Mesion venían de las montañas del norte. La gran cultura que poseía el pueblo phor era pagada por la gigantesca cantidad de oro que ganaban con la minería.

Sabía que aquel Guía mayor que iba a presidir el juicio era un híbrido porque sólo tenía algunos fragmentos de coraza en su cráneo y en sus codos. Su ojos eran totalmente azules y su barba, blanca como la leche debido a la edad del guía, no era tan frondosa como la de un Niok, pero le llegaba por debajo del pecho. Sobre su cabeza llevaba una especie de gorro esférico de color celeste, decorado con símbolos bordados con hilos de oro. Su túnica era igual que las demás, pero estaba igual de decorada que el gorro. El guía sabía que llevaba varios segundos mirándolo, pero éste ni se dignó a mirarme. Por último miré a la tercera persona que estaba frente a nosotros. Allí estaba. Ya la había visto antes. Parecía que sus grandes ojos dorados llevaban bastante tiempo esperando que los mirara. Ella volvió a sonreirme y me hizo un gesto con la mano. Fue igual que el día que la vi en aquella ventana. La verdad es que la mujer era bastante hermosa. De cerca pude deducir que le gustaba llevar la túnica bastante ajustada. Su mirada me estaba poniendo nervioso, por lo que decidí hacer como Fergus y mirar el suelo. Pasaron varios minutos que se me hicieron eternos. Alguien alzó la voz y dijo:

-Buenas noches a todos los presentes. Yo, Yle, Guía de guías y señor de la orden de los Dos Mayores, me he desplazo hasta aquí y os he hecho llamar para juzgar la acción que este grupo de rebeldes llevó a cabo hace tres lunas.- Levanté la cabeza y pude ver que esa voz serena, pero a la vez un poco afectada por la edad, provenía del anciano, que ya, al igual que sus acompañantes, se había sentado en su trono.- General supremo Turken, ¿podría hacernos saber cuáles son los cargos de los que se acusa a estos delincuentes?

El caballero ciego se levantó para que todos pudieran oirle mejor y comenzó a explicar:

-Hace tres lunas, el destacamento desplazado al castillo de harina arrestó a las tres personas que yacen arrodilladas frente a nosotros. Los soldados que presenciaron y arrestaron a los tres individuos, declaran que los arrestados asesinaron a sangre fría a un soldado de los nuestros mientras éste realizaba una misión especial. Al asesinar a éste soldado no solo se han enfrentado y asesinado a uno de los nuestros, sino que han echado a perder toda la misión que nuestro compañero estaba llevando a cabo. No hay nada más que declarar señor.

El caballero ciego calló y tras unos segundos, que los presentes utilizaron para comentar lo que se acababa de decir, el Guía de guías volvió a hablar:

- Como ya han escuchado, los tres asesinos acabaron con la vida de uno de nuestros soldados a sangre fría. Juzgando las pruebas y viendo que no hay ningún testigo que pueda defender a los acusados, yo Yle, como la mayor representación de los Dos Mayores en la tierra, condeno a los tres acusados a morir por congelación en las gélidas tierras de Wilmorg.- Ésta forma de morir era la más cruel y agónica de todas las que existían en Mesion. La persona era atada a un poste de diez metros. Esta tortura era lenta, pero la asfixia se iba apoderando poco a poco de la persona. Esto se veía agravado por el hecho de que si se pudiera medir la temperatura de Wilmorg con un termómetro de la Tierra, éste marcaría, mínimo veinte grados bajo cero. Si la persona conseguía desatarse de cualquier manera sólo le quedaba la opción de saltar los diez metros que la separaban del suelo, que o mataban a la persona o la quedaban bastante malherida y ya las bestias cercanas hacían el resto.

Seis caballeros salieron de entre la multitud, pero antes de que nos pusieran la mano encima para volvernos a llevar al calabozo, la puerta de la sala se abrió de golpe y una voz se alzó por encima de todas:

- Nadie va a ser llevado a Wilmorg hasta que yo diga lo contrario.- La voz del rey de Maloria sonaba más fuerte y poderosa que nunca.

Vanyn Teler'm Yut: La voz oculta en tu interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora