Capítulo 3: Verdades reveladas que duelen

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La luz de las dos lunas inundaba el claro. De repente, nuestro pequeño amigo desapareció del hombro de Erika. Debíamos darnos prisa y comunicar a Fergus la noticia cuanto antes. Los dos echamos a correr en dirección a la cabaña de nuestro capitán. Al llegar, entramos en la cabaña sin avisar y Fergus se levantó sobresaltado. La cabaña de Fergus era igual que las cabañas del resto de la guardia. Había una cama hecha con hojas secas, una mesa de madera sobre la que reposaban infinidad de papeles y un baúl junto a la cama. Fergus vivía como un soldado más de la guardia. Era humilde y eso le hacía ser un capitán cercano y respetado por sus tropas. Erika comenzó a encender velas. Yo por mi parte estaba pensando cómo decirle aquello a Fergus. 

-Mi señor.- Al acabar de encender las velas, Erika se colocó frente a Fergus e hizo una pequeña reverencia. Yo no sabía nada sobre protocolo y modales, por lo que rara vez hacía alguna reverencia.

-¿Qué queréis a estas horas?- Preguntó Fergus un poco somnoliento mientras acariciaba su barba.

-Fergus, acabamos de recibir un fylia de parte del rey Rowick.- Hice una pausa.- Ha vuelto.

-¿Elana?- Los ojos se le abrieron como platos.

-No mi señor... Muchos lo dábamos por muerto, pero nos equivocamos. Treck ha vuelto de entre las sombras.- Las palabras de Erika rompieron el silencio que reinaba.

-¿Treck? ¿Y no sabéis nada más?- Fergus parecía bastante preocupado.

-Liset tunmu'p efno'k- No había entendido nada de lo que Erika acababa de decir.- Ryeden Kem'p Liset Eng.

-El desfiladero Ryeden...- Susurró Fergus.- De nuevo la antigua fortaleza sirve de amparo a la oscuridad.  Hay que salir en busca de Elana. Ahora corre un grave peligro.- Hizo una pausa para reflexionar sobre una de sus muchas ideas y finalmente dijo.- Erika informa al primer batallón. Partimos al amanecer, hacia el oeste.

Erika volvió a hacer una reverencia y salió de la cabaña.

Yo pertenecía al segundo batallón de apoyo. De nuevo Fergus había vuelto a hacer sus planes y cómo siempre me había dejado a un lado. No aguantaba más aquella situación. Quería ser útil. Quería actuar. Quería dejar de estar a un lado.

-Pero... ¿Y yo?- Pregunté intentando disimular mi rabia y mi enfado.

-Tú te quedarás aquí. Ayudarás a Nina a vigilar y a proteger el bosque en nuestra ausencia.- Sentenció Fergus.

-Pero yo creo...- Fergus no me dejó acabar de hablar.

-Rubén. No quiero que nos acompañes en esta misión. Prefiero no ponerte en peligro.- Dijo sin elevar lo más mínimo su tono de voz.

-¿Por qué? Ya te he demostrado varias veces que puedo luchar, que sé luchar, que puedo defenderme perfectamente en el combate, pero aún así sigues protegiéndome como a un niño.- En ese momento dejé salir toda la ira que tenía acumulada en forma de voces.- Además, ¿Por qué tienes que protegerme tanto? ¿Tan importante soy?... Mira Fergus... Llegué hace tres meses y aún no sé nada. Me habéis estado engañando y mintiendo todo este tiempo.

-Ryurem, no te estamos engañando, créeme.- Intentó tranquilizarme Fergus.- Tendrás respuestas. A su debido tiempo.

- No me llames así. Ese no es mi nombre.- Hice una breve pausa y abatido, finalmente dije.- Fergus no trates de seguir engañándome. Llevo esperando esas respuestas desde que llegué aquí... pero sólo he obtenido mentiras.

- Rubén... si tuviera las respuestas que buscas ya te las habría dado.- Dijo Fergus mientras agachaba la cabeza para no mirarme a los ojos.

-¿Cómo... que no tienes las respuestas que busco? ¿Eso quiere decir que no sabes qué hago aquí? Genial. El gran Fergus me trajo aquí hace más de tres meses. Me entrenó a conciencia y me puso a prueba en varias ocasiones. ¿Y todo para qué? Para revelarme el mayor secreto que ha guardado desde que llegué. No sabe por qué estoy aquí.- Hice una pausa de un par de segundos.- Gracias por tenerme aquí tres meses entretenido. Ahora si no te importa, me marcho. Necesito esas respuestas y tú no puedes dármelas.

-Rubén, sé como te sientes y sé lo dolido que estás conmigo, pero si te esperas a que vuelva te ayudaré a encontrar las respuestas que tanto ansías. 

-Ya he esperado bastante Fergus. Te agradezco todo lo que me has enseñado en este tiempo.- Dije mientras cruzaba la puerta de la cabaña.

-Tú no eres como los demás elegidos... Eres diferente...- Las palabras de Fergus hicieron que me parara en seco. Si no tenía respuestas por qué decía que era diferente. ¿Diferente a los elegidos? ¿De qué elegidos me estaba hablando? Ya había tomado una decisión. No podía quedarme allí a esperar más respuestas.- No sé si te servirá de gran ayuda... pero deberías viajar al suroeste y buscar a Jarvet. Quizás él tenga más respuestas que yo.

-Gracias Fergus. Espero que tengas suerte y que volvamos a vernos pronto.

Cogí todas mis pertenencias, las metí dentro de una bolsa de piel y me la coloqué a la espalda. Salí de mi cabaña, pero pronto me di cuenta de que me faltaba algo sumamente importante. Volví a entrar y allí reposaba sobre mi lecho de hojas. La espada que el rey de Maloria me regaló el día que lo conocí. La guardé en su vaina y me la ajusté al cinto. Por fin estaba preparado para salir del bosque. Tomé el camino que iba hacia el castillo de Maloria. Había recorrido bastantes veces ese camino con Fergus y sabía casi a la perfección donde se encontraban todas y cada una de las trampas que la guardia había colocado a lo largo del camino. Los pensamientos no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. Me atemorizaba pensar que ahora estaba yo solo frente al problema. Que no sabía por dónde empezar. Que estaba en peligro constante de muerte. No sabía que había sido de mi familia. Me aterraba el hecho de que probablemente los hubiesen matado por mi culpa. Echaba de menos mi vida tranquila junto a ellos. 

Por fin, comencé a divisar a lo lejos el imponente castillo y tras él, el Sol anaranjado de Mesion, que indicaba que la noche había llegado a su fin y que un nuevo día se presentaba ante mí. De pronto caí en la cuenta. En Mesion el Sol no sale por el este. No hacía ni medio día que estaba solo y ya estaba perdido. No sabía orientarme en Mesion y a menos de que aprendiera rápido no llegaría muy lejos.

-Yo que tú para llegar al suroeste cogería el primer camino a la derecha que apareciera.- Su voz sonaba reconfortante. Me giré y allí estaba ella. Parecía dispuesta a acompañarme en mi viaje. A su espalda llevaba una mochila de piel parecida a mi bolsa.

-¿Qué haces tú aquí? ¿No deberías estar con el primer batallón camino de Ryeden?- Pregunté algo extrañado.

-Sí, pero no podía dejarte solo e indefenso ante el peligro.- Dijo tan burlona como siempre.

Yo sonreí.

-Me las habría apañado perfectamente sin ti.- Repliqué a mi amiga.

-Claro. Claro, por eso ibas en la dirección equivocada ¿no?- Preguntó Erika dibujando una sonrisa bastante burlona en su cara.

-Ya sabía que iba en la dirección equivocada.- Mentí para intentar seguir llevando la razón. Parecía un juego de niños.- Iba hacia el castillo de Maloria para hacerme con algo de comida y de información.

-Tranquilo, que yo ya pensé en eso.- Abrió su mochila dejándome ver todo lo que llevaba dentro. La verdad es que se había preparado mejor que yo. Llevaba comida de sobra, cosa que yo no había cogido antes de salir. Llevaba varios mapas, libros y algunos cachivaches que yo no sabía para que servían, pero que según ella nos serían de gran ayuda. Además, llevaba una bolsa de cuero con unas cuantas monedas. No era mucho, pero podíamos comprar comida si la necesitásemos. Mi bolsa de viaje estaba menos elaborada y carecía de cosas esenciales como la comida o los mapas. Sólo llevaba mi ropa de la Tierra, el blasón del reino de Maloria, la capa que la guía Mayor Gina me regaló y un libro sobre magia básica que semanas atrás me prestó Nina.

Aunque fuese un juego de críos me costaba reconocer que esa vez me había ganado, pero era así. En ese momento ya estaba preparado para comenzar mi viaje en busca de la verdad. 

Vanyn Teler'm Yut: La voz oculta en tu interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora