Lucio: "Girasol"

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Lucio pasó una mano por su nuca, rascando la zona mientras veía como hablabas frente al espejo; tirando multitud de camisas y chaquetas sobre la silla que siempre parecía estar en tu habitación solo para tener encima tu ropa.

– El rojo tal vez me quede – Balbuceaste para ti mismo, pasando a arrojar la camisa lejos segundos después –. ¿Pero en que pienso? El rojo jamás me ha quedado.

Los costados de sus labios se levantaron en una sonrisa divertida por la manera en la que comentabas cualquier cosa. Y tal vez en el fondo muy feliz por ti, para sus ojos eras una persona alegre y atenta a los detalles. Alguien encantador y reconfortante. Miro a su lado mientras recostaba el resto de tu cuerpo sobre tu cama, buscando comodidad puesto que sabía que no lo dejarías ir hasta que estuvieras listo. En la esquina, bajo tu almohada, vio una camisa de color celeste.

La tomo entre su mano una vez estuvo seguro de que realmente no estaba sucia, tirándola a tu espalda desnuda poco después para hablar – Intenta con esta.

– ¿En dónde estaba? ¡Hace diez minutos estuve buscándola por todo el lugar, gracias! – Comenzaste a ponértela de inmediato, con una sonrisa de satisfacción en tu rostro al mirarte ahora en el espejo.
Te giraste a darle cara con los brazos abierto – ¿Qué tal me veo?

Tas' Guapísimo – Arqueo sus cejas haciendo un gesto con su mano, recibiendo como después un manotazo ligero en su frente que hizo lo hizo reír.

– Es en serio, Lucio – Reprochaste –. Quiero verme bien para mi cita con Rebeca.

Repaso una vez más tu imagen, deteniéndose por un momento en tus ojos brillantes de alegría. No le era un misterio saber lo perdidamente enamorado que estabas de aquella chica. Asintió una vez, levantándose y yendo rumbo fuera seguido por ti. Escuchando en el fondo del apartamento que compartían tu voz risueña y sumamente entusiasmada. Sacudió su mano desde la cocina cuando abriste la puerta y salir por ella, despidiéndote junto con una sonrisa brillante.

Solo ahí golpeo con la palma de su mano su propia frente. – Olvídalo. Él ya tiene pareja, y está más que feliz junto a ella. ¡Apóyalo!

Suprimiéndose así mismo camino hasta tu habitación, mordiendo la punta de su pulgar suavemente, pensó que componer algo quizás le ayudaría por lo que tomo su libreta y comenzó a escribir cualquier cosa que llegara a su inquieta mente. Respiro profundo y dejo que los pensamientos fluyeran como le era de costumbre. Pero su rostro se sonrojo en un rojizo oscuro cuando se vio detenido por tu imagen radiante. ¿Pero por qué debía ocurrirle esto a él? ¿Enamorarse de su compañero de apartamento aun cuando este tuviera ya una pareja? No sabía con claridad cuando había dejado de verte con ojos que no fueran los de un pilar de apoyo mutuo, como un amigo y compañero.

Apretó con firmeza la lapicera entre sus dedos, empezando a trazar palabras y decidido a usar los pensamientos actuales a su favor.

Continúo escribiendo y corrigiendo sin parar nada más que para calmar las necesidades básicas de su cuerpo, concentrado en su punto y haciendo caso omiso al pasar de las horas. Para cuando por fin estuvo satisfecho de su trabajo dejo la libreta y el piano a un lado, viendo por la ventana como es que había anochecido. Mostro sorpresa cuando noto varias llamadas tuyas en su registro, eran de hace horas y no las había oído por haber silenciado el aparato y luego lanzarlo a algún lugar del escritorio.
Te devolvió la llamada y a tercer tono escucho tu voz, se escuchaba opacada y sin tu felicidad característica:

– Hey Lucio – Te escucho moquear al otro lado de la línea.

– ¿Estás bien? – Termino por levantarse de la silla, saliendo por el pasillo. Dispuesto a ir por ti de ser necesario.

– Eh, más o menos ahí... creo – Definitivamente te había ocurrido algo.

– ¿Qué sucedió?

Ahí la llamada fue cortada, miro extrañado la pantalla hasta que escucho el tintineo de las llaves en la cerradura, viendo como tu imagen aparecía por la puerta después cerrándola a tus espaldas.

– ¿(Tn)? – Puso una mano sobre tu hombro viéndote con preocupación.

Tu cuerpo termino deslizándose contra la puerta hasta tocar el suelo y haciendo que el lugar comenzara a llenarse de sollozos cortos y lastimeros, solo cuando levantaste tu rostro pudiste dejarle ver tu expresión triste y con rastros viejos y nuevos de lágrimas. Se dejó caer junto a ti de inmediato, cubriéndote con sus brazos mientras seguías llorando contra su hombro. ¿Pero qué había ocurrido contigo en esa cita? Su pecho tembló ante una idea que fue respondida por ti poco después.

– Rebeca, ella... – Hiciste una pausa para secar tu nariz contra tu camisa –. Termino conmigo.

– ¿En serio? – Pregunto incrédulo, separándose lo suficiente de ti para limpiar tu rostro.

– ¡Literalmente se besó con otro frente a mi rostro! – Chillaste entre llanto – Corto conmigo y luego se fue con él. Sin mirar atrás. ¿C-cómo puede hacer eso? ¿Tan... poco soy?

– ¡No, no, no! – Negó con su cabeza varias veces, mirándote con un rostro serio – No eres poco, eres demasiado. ¡No dejes que nadie te haga sentir menos porque no será verdad!

– Después de todo lo que hice por ella..., no lo comprendo. Dos años para luego acabar así – Miraste a otro lado con una expresión rota después de darle una forzada sonrisa. Volviendo a recostar tu espalda contra la puerta, mostrándote desecho y vulnerable. – ¿Qué hice mal, acaso le falle en algo?

Lucio negó despacio con su cabeza viéndote fijamente, sintiendo pena por ti. Coraje. No merecías eso, ser tratado de esa manera. Apretó sus manos sintiéndose ahora enojado. ¿Pero qué persona se creía en el derecho de herirte de tal forma? ¡Eras el ser más atento, hermoso y amable que existía! ¡Eras un sol, por ahora al cielo!
Tomando tu rostro, Lucio hizo que lo observaras fijamente con tus ojos irritados, haciendo que inevitablemente se formara un puchero en tus labios por tus mejillas presionadas entre sus manos.

– Escúchame bien – Su voz fue clara y seria –. Tú eres una persona maravillosa, y nunca dejare de verlo así. Y si Rebeca no vio eso y no lo supo apreciar será su problema luego que se dé cuenta. Sabrá todo lo que perdió por dejarte a ti.

Inevitablemente volviste a llorar entre sus manos, aceptando completamente el abrazo que ofreció después de hacer que te levantaras del suelo y terminaras sentándote en el sofá. Solo dejaste de llorar al cabo de una hora su cuerpo y tuyo estaban rodeados por pañuelos y una sábana de lana. Dejo sin problemas que apoyaras tu rostro sobre su hombro. E incluso que pusieras una de tus piernas sobre la suya; prácticamente estabas recostado sobre Lucio y demasiado triste para tener la consideración de que tal vez lo estuvieras incomodando con tu peso. Muy diferente al suyo debido a la diferencia de tamaño en ambos.

Solo ahí hablaste torpemente con una voz ronca. – Lo siento, estoy aplastándote y llenándote de lágrimas. Soy un desastre ahora mismo.

– Descuida – Respondió de inmediato, sonriendo un poco –, esto no está muy lejos de lo que yo te hice pasar el año pasado. ¿Recuerdas? Cuando me quitaron las muelas.

– Lo había olvidado. Estuviste sobre mí llorando, medio sedado y con algodones en la boca. – Reíste ante el recuerdo, suspirando luego de mirar a tu costado y ver el frasco vacío de un helado que había pasado milagrosamente dos meses en el congelador. Era de Lucio –. Termine yendo a la tienda de la otra cuadra solo por un pote de helado, como ese.

Lucio volvió a escuchar como suspirabas, melancólico y con la mirada apagada y triste. Tomo tu mano entre la suya y recostó su cabeza al costado de la tuya, haciendo que las trenzas en su cabello cayeran a otro lado solo por la gravedad. Terminando con una a mitad de tu rostro.

– Oye – Supo que obtuvo tu atención cuando tu garganta emitió un sonido ronco –. Eres amable, cariñoso, atento a los detalles. Y sé podrías todo en juego por alguien solamente. No dejes que esto te opaque.

Noto tu cuerpo temblar y luego te escucho moquear. Ahí dejo un apretón en tu mano y un beso sobre tu cabello – Eres un sol, nunca te apagues.


Lucio es un bebé. Se ha dicho.

One Shot's Overwatch X Male!ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora