SEVENTEEN

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— Chela, abre la puerta por fa.— el Isaías llevaba como media hora tocando la puerta de mi casa, menos mal que mis papás habían salido y estaba sola, porque ahí si que se arma otra pelea y digamos que mi papá no es para nada piola.

— Hueón, corta tu leseo ¿qué querí?.— abrí la puerta porque ya me tenia chata, a parte que los vecinos podían llamar a los pacos y no gracias.

— ¿Qué es lo que te pasa a ti?, me dejaste de hablar de la nada.

— Erís bien barsa Isaías, andate.

iba a cerrar la puerta pero puso el pié para que no lo hiciera.

— No, córtala, no entiendo porque chucha estái así, yo ya terminé con la Michi, ahora que por fin me di cuenta de lo que siento por ti me querí cambiar por otro culiao. 

— ¿Cómo qué terminaste con tu polola? si el otro día me dijiste que no dijera nada del beso, pensé que no querías que ella terminara contigo. 

— Pensaste mal po, si te dije que no dijeras nada porque no quería que ella supiera por otras bocas sobre que me gustai tu. A parte que no es nada bacán saber que tu pololo te cagó con otra mina.

— Entonces... ¿significa que es verdad que te gusto?.— a veces las personas llegamos a ser bien ahueonás cuando nos sentimos inseguras.

Me agarró de la cintura y me miró con esos ojos que hacían que dejara un rió con mis fluidos vaginales. Me dió un beso mas tierno que la chucha, mis piernas se sentían como gelatina, sentía que nadie mas existía, solo nosotros dos.

— ¡Marcela Nehuel!

Escuché el grito de mi mamá y empujé al Isaías pa que se alejara ¿por qué siempre interrumpen mis besitos con el?, años esperando darle un  besito y los dos que me he dado con el me interrumpen en el mejor momento. 

Mis papás hicieron que el Isaías se quedara a tomar once «por obligación»   y había un aire mas tenso que la conchatumare, con cuea podía respirar y tragaba la comida con un nudo en la garganta.

 — Somos pololos señor Nehuel.— dijo de pronto el Isaías.

Comencé a toser como si me hubiera fumado tremendo caño y me puse roja por la falta de aire, con unos par de segundos se me pasó un poco la hueá, pero no se me fué el asombro si. ¿desde cuando yo estaba pololenado?

— ¿y vo cuando me pediste pololeo mentiroso?.— me crucé de brazos.

Mis papás miraron al Isaías y el me miraba a mi con cara de “ayuame”, me quería puro reír, pero lo iba a hacer sufrir un poquito más, por ser tan ahueonao y no darse cuenta antes de que me tenía toa loca por el.

— Chela—, se rió nervioso — ¿Querí pololear conmigo?

— Por último invita unas chelitas antes po.— me puse seria.— broma, obvio que si—, sonreí como hueona enamorá.

— Mira mijito.— habló mi papá —, si se te ocurre hacerle algo a mi Chelita, te juro que te corto las weas, y no quiero nada de manitos locas por aquí en mi casa con ella. Aquí en esta casa se respeta, los quiero aplaudiendo y silbando.

— Papá.— me puse roja— cortala, si aquí la única que se va aprovechar soy yo de el.

Me lo voy a hacer zumbar, como me que llamo Marcela Nehuel.





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