19.- México - Xochimilco & Tequila.

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Caminé hacia la salida, ya que estaba ahí iría por algo de tomar en una tienda llamada oxxo, una especia de minimarket que tenía de todo.

Compré una gaseosa y regresé al hotel, Mario salía de la mano con... Su chico.

Suspiré caminando hacia el hotel evitando mirar hacia donde ellos estaban y subí el ascensor.

Me mordí el labio jugando con la tapa de la botella y entré a la habitación encontrando a un Nate que salía de la ducha.

Pero simplemente lo ignoré y tendí boca abajo sobre la cama.

—¿Hablaste con tu fontanero? —preguntó secándose el cabello.

—No quiero hablar de eso.

—¿Por qué? —yo lo miré enojada y optó por un bien común, quedarse callado.

Y no volvió a tocar el tema hasta el día siguiente.

—Así que... ¿El fontanero tenía novia? —preguntó mientras me cepillaba los dientes.

—Peor. Tenía novio —y lo dejé con su expresión boquiabierta entrando al baño de nuevo para terminar de cepillarme.

—¿Se le moja la canoa?

—Cállate.

—¿Se le derrite el helado?

—Nate, no.

—¿Le suda la espalda?

—Por favor, basta —me quejé cerrándole la puerta. Tomé aire y bufé para luego salir y caminar hacia mi cama.

—¿Patina para el otro equipo?

—¡Nathaniel! —grité lanzando un cojín hacia él.

—Bueno, la paz —rio alzando la manos.

—No es divertido —crucé los brazos sentándome.

—Bueno, no sé tú. Pero a mí sí que me hace gracia.

—Eres un tonto.

Luego de bajar a almorzar y oír tontas bromas de Nate sobre la elección sexual del chico —aunque realidad solo se burlaba de mí—, regresamos a la habitación para cambiarnos y esperar al guía que nos recogería al hotel para ir al lugar del que Nate había hablado antes.

Xochimilco.

El plan, según el guía era rentar una "trajinera" que eran las balsas a las que se refería Nate para llegar al centro de Xochimilco.

Habían alrededor de quince turistas contándonos a nosotros y a los mariachis que subieron a cantar.

«Ese lunar que tienes cielito junto a la boca»

Se oía de fondo mientras tomaba fotos al paisaje.

—Abby.

—¿Qué?

—¿Puedes alejarte un poco del borde? —preguntó jalándome cerca— Te vas a caer y... —tosió aclarando la garganta— la cámara se va a mojar.

—Algún día admitirás que te preocupo.

—No inventes cosas, es más, vuelve a dónde estabas —caminó a dónde estaba yo anteriormente y empezó a mover los brazos— ¿Ves? ¡No pasa nada!

—¡Nate! Ten... —cerré los ojos y oí un fuerte chapuzón— cuidado —susurré al abrir los ojos y ver que lo ayudaban a subir de nuevo.

Al bajar de la balsa (y esperar a que Gargamel deje de gruñir mientras se secaba), llegamos al centro donde había un convento llamado San Bernardino de Siena.

True ColorsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora