20.- Venezuela - Caracas, Ay no.

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Al bajar del avión, en el aeropuerto de Maiquetia, tuvimos que esperar al menos tres horas por un taxi.

Nate se había burlado de mí hasta el cansancio mientras íbamos por el pasillo por dos simples razones.

Mario y mi estrepitosa caída al bajar del avión.

Así que ahora era una Chispita, imán de golpes y repelente de fontaneros con diferentes elecciones sexuales.

—¿Cuánto más estaremos aquí? —preguntó Nate mientras esperábamos el taxi en la carretera que nos llevaría al hotel.

—Seguro ya llega —le dije a Nate mirando el mapa en mi teléfono, y un chico interrumpió.

—«Hay mucho bululú aquí, ¿no? y uno de vaina y respira. Ni siquiera en la cola del Mercal paso tantas vainas» —habló secándose el sudor con el dorso del brazo haciendo que Nate gire a verme con un "¿Qué?" en sus labios, yo me reí y encogí los hombros— Y el calor está arrecho. ¡Naguará! Casi que me asfixio. ¿A dónde van, chamos?

—«Disculpa, no sé mucho español» —sonreí haciendo que el asienta riendo.

—«¿Tienen lugar para quedarse?» —preguntó sonriendo, tenía una bonita sonrisa. Pero si era gay, esta vez huiría.

—«Vamos de camino al hotel, esperando» —señalé la carretera, él asintió.

—Podemos ir por la carretera vieja —mencionó Nate mirándome, yo giré a ver al chico.

—«¿Podemos uhm... ir por la carretera vieja?» —le pregunté señalando mi celular, el chico empezó a reír y negó.

—«Gabriel fue por esa carretera la otra vez y no lo he vuelto a ver»

—¿Quién es Gabriel? —le pregunté entrecerrando los ojos.

—«Exacto»

Yo alcé una ceja y empezó a reír. ¿Este chico no paraba de reír o qué?

—«No chama, es broma. Vamos, yo los llevo. Pueden quedarse en mi casa»

Dijo.

¿Confiar o no confiar? Esa es la cuestión.

Meh.

—¿Alguna vez te quedaste en casa de un extraño? —pregunté sonriendo, Nate me miró y negó algo... Asustado— Bueno, siempre hay una primera vez para todo.

¿Qué es lo peor que puede pasar?

—¿Que nos secuestren y nos dejen en pedazos en una zona alejada a la civilización? —habló Nate susurrando, me había llamado para hablar en privado y yo crucé los brazos.

—Nos están dando un lugar para quedarnos.

—O para matarnos.

—¡Nate!

—¿Sí, Abby?

—Bueno, ya he hecho esto muchas veces, yo voy. Si tú no vas, te quedas aquí. ¿Vamos o no?

Ladeó el labio, piso un par de veces y bufó.

—¡Bien! Pero si nos pasa algo, será solo tu culpa —entonces sonreí y salté a abrazarlo.

—Gracias gargamel —sentí una risilla y giré a ver al chico. Aclaré la garganta y me solté de Nate.

—«¿Son novios?»

—«No, solo somos amigos» —aclaré siguiéndolo.

—¿Qué dijo? —preguntó Nate.

—Nada, nada —agité la mano con desdén mientras subíamos a un taxi "pirata" como le había llamado el chico.

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