Capítulo 11

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    Abrió lo ojos lentamente, viéndose agarrada por unos enormes brazos músculosos alrededor de su cintura, por unos leves segundos se avergonzó de esa situación, pero después simplemente... Le gustó.

   No quería romper ese momento, así que la rubia solo se quedó despierta mirando el techo, pensando en cómo había sido su mejor noche en años, por fin había dormido tranquila sin el miedo y preocupación que traían el despertar con gritos y de vez en cuando, hasta golpes.

     El hecho de que Stephen haya abierto su corazón para ayudarla de esta manera, que en verdad no tenía porque hacerlo, le había endulzado el corazón y estaba cien por ciento segura de que estaba confiando en la persona correcta.

    Después de estar largo rato indecisa sí levantarse o no, opto por hacerlo, necesitaba tomar agua, así que con lentitud quito el brazo de castaño que estaba plácidamente ubicado en su vientre, para así darse libertad para salir.

   Salió de la habitación con sumo silencio y si no se equivocaba, la cocina quedaba  hacia la derecha. Abrió la heladera y se sirvió un vaso de agua, sentándose en la barra.

— Pensé que te habías ido — apareció un somnoliento Stephen apoyado en el marco de la puerta.

— No me iría sin despedirme de ti — pronunció tomando un sorbo de agua.

— ¿Cómo estas? — preguntó apoyándose en la barra frente a ella.

— Un poco mejor, Gracias por todo lo de anoche. En verdad significó mucho para mi. — reveló mirándolo a los ojos e intentando no hipnotizarse con el pecho desnudo del joven.

— No agradezcas, ya te lo había dicho. Puedes quedarte aquí las veces que quieras, eres bienvenida. — la invitó con una sonrisa. — ¿Desayunamos? — inquirió a lo cual la rubia asintió gustosa.

— Sólo dime donde están las cosas y yo te lo preparo— solicitó levantándose de su asiento.

— No, no te hagas problema, es mi casa y tú mi invitada. Yo me encargo— aseguro el chico, el cual se dirigió a su alacena.

   Ese gesto desconcertó un poco a la chica, ella tenía la costumbre de hacer todo, entonces el hecho de que él se ofreciera, era algo que la hizo sentir tan bien... Tan libre.

   Al concluir su desayuno, ambos se quedaron charlando más de lo normal, notando que llegarían tarde a su trabajo.

— Tenemos diez minutos para aprontarnos...Tú solo ve y cámbiate tranquila, que yo te llevo— aseguró el castaño mientras junto a la chica se dirigían a las habitaciones a cambiarse.

    Unos minutos después Stephen salió de su alcoba, encontrándose a Emily sentada en su sofá esperandolo, quien después lo siguió hasta su auto.

   Al llegar al establecimiento algunos de sus compañeros quedaron intrigados de porque llegaron juntos, pero se guardaron sus opiniones...algunos.

—Sospechoso ustedes dos— comenta Willa achinando sus ojos y apuntandolos con su dedo.

—¿Nosotros? ¿Por qué? — pregunta la rubia un tanto perdida.

— Quizás porque vinieron juntos — revela David uniéndose al grupo junto con su gran bebida de frutilla.

— Chicos, ven cosas donde no las hay — expresa Stephen soltando una carcajada junto con la de Emily.

    Ese momento incómodo fue interrumpido por los directores, avisando que deberían de preparar su vestuario para después grabar algunas escenas.

(...)

   El día acabo rápido y todos comenzaron a retirarse a sus casas. Pero Emily simplemente se quedó sentada en su camerino, sumida en sus pensamientos, a la espera de decidirse que hacer.

— Así que aquí estabas — aparece Stephen por la puerta.

— Necesitaba pensar — comentó levantado su mirada hacía el chico.

— ¿Quieres que te ayude? — propone el chico sentándose en el sofá del camerino.

—¿Te molestaría llevarme a mi casa?, en algún momento tengo que regresar, no puedo estar escapando de los problemas, tengo que enfrentar las cosas, sino nunca voy a resolver nada— expresa resignada pero con un profundo temor a lo que pueda ocurrir.

— Te apoyaré en cada decisión que tomes. Si quieres me puedo quedar afuera y si todo esta bien me mandas un mensaje — propuso mirando a la chica.

— De acuerdo y muchas gracias— agradeció con una sonrisa —¿Vamos? — expresó levantándose de su asiento y tomando sus cosas.

   Camino a la casa de la rubia, todo se mantuvo en silencio. Ella se mantenía mirando hacia afuera pensativa y él, en cada momento que podía, la miraba para asegurarse de que estuviera bien.

    Ella se bajo del auto, no sin antes despedirse con un dulce beso en la mejilla del castaño, que con cariño no se resistió a abrazarla, demostrándole que estaría con ella si lo necesitaba.

   Suspiro profundo, notando la luz por la ventana que indicaba la presencia de Tom en la casa. A paso lento se dirigió a la puerta y entrando por ella.

   Quince minutos habían pasado. Quince minutos en los que Stephen no escucho ni un mísero ruido y ni un solo mensaje, su preocupación aumentaba cada instante, mirando constantemente hacia la casa. Estaba apunto de abrir la puerta del auto y dirigirse hacia la misma, cuando el ruido de su celular lo detuvo.

"Está todo bien, puedes irte. Nos vemos mañana. Te quiero." — decía el mensaje.

 —¿Te quiero?— pensó internamente el castaño, sonandole extraño ese comentario, sin mencionar que le sorprendió, pero no hizo nada al respecto y lo tomó como un gesto amistoso de la chica a lo cual respondió del mismo modo.

"De acuerdo, gracias por avisar. Nos vemos mañana. También te quiero Em"

   Seguido de enviar el mensaje, encendió su auto y se retiro. Pero lo que él no sabía, era que alguien lo observaba por la ventana.

— Ahora que estamos solos. Recibirás tu merecido, perra — escupió con enojo acercándose violentamente a la chica, que lo único que pudo hacer... Fue suplicar por que no le haga nada.

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No Me Sueltes [NMS1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora