18. Forgiven curses

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MALDICIONES IMPERDONABLES


—¡No puedo creer que las haya enseñado en clase! —exclamó Annie un poco molesta. Acababan de salir de su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras con Moody. Les había enseñado explícitamente cada una de las maldiciones imperdonables.

Aquella clase había asustado a Annie, pero sabía que tenía que conocerlas, no se sabe qué pueda pasar en un futuro. El que peor lo pasó fue Neville, pero Annie no quería inmiscuirse en cosas que no eran su asunto.

—¿Vieron cómo se retorcía?

—Y cuando la mató... ¡simplemente así!

Annie suspiró hastiada de todos esos comentarios. Estaba claro que les daba igual a los demás, pero sabía que a Harry no le había parecido así, al igual que a Neville por una razón que Annie desconocía.

—Dense prisa —dijo Hermione, tensa. Ella tampoco había disfrutado de la clase.

—¿No vuelves a la condenada biblioteca? —preguntó Ron.

—No —replicó Hermione, señalando a un pasillo lateral—. Neville.

Annie miró a donde señalaba. El rubio se hallaba de pie, solo en mitad del pasillo, dirigiendo al muro de piedra que tenía delante la misma mirada horrorizada con que había seguido a Moody durante la demostración de la maldición cruciatus.

—Neville.. —llamó Annie suavemente colocando una mano en su hombro. Esto lo sacó de sus pensamientos.

Neville la miró.

—Ah, hola —respondió con una voz mucho más aguda de lo usual—. Qué clase tan interesante, ¿verdad? Me pregunto qué habrá para cenar, porque... porque me muero de hambre, ¿ustedes no?

—¿Estás mejor? —preguntó Annie, porque claramente no estaba bien.

—Sí, sí, claro, estoy bien —farfulló Neville atropelladamente, con la voz demasiado aguda—. Una cena muy interesante... clase, quiero decir... ¿Qué habrá para cenar?

Ron le dirigió a Harry una mirada asustada.

—Neville, ¿qué...?

Oyeron tras ellos un retumbar sordo y seco, y al volverse vieron que el profesor Moody avanzaba hacia allí cojeando. Los cinco se quedaron en silencio, mirándolo con aprensión, pero cuando Moody habló lo hizo con un gruñido mucho más suave que el que le habían oído hasta aquel momento.

—No te preocupes, hijo —le dijo a Neville—. ¿Por qué no me acompañas a mi despacho? Ven... tomaremos una taza de té.

Neville pareció aterrorizarse aún más ante la perspectiva de tomarse un té con Moody. Ni se movió ni habló. Moody dirigió hacia Harry su ojo mágico.

—Tú estás bien, ¿no, Potter?

—Sí —contestó Harry.

—Tienen que saber. Puede parecer duro, pero tienen que saber. No sirve de nada hacer como que... bueno... Vamos, Longbottom, tengo algunos libros que podrían interesarte.

Neville miró a sus amigos de forma implorante, pero ninguno dijo nada, así que no tuvo más remedio que dejarse arrastrar por Moody, que le había puesto en el hombro una de sus nudosas manos.

—Pero ¿qué pasaba? —preguntó Ron observando a Neville y Moody doblar la esquina.

—No lo sé —repuso Hermione, pensativa.

Annie y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora