20. Beauxbatons and Durmstrang

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BEAUXBATONS Y DURMSTRANG
 


 
Cuando bajaron a desayunar la mañana del 30 de octubre, descubrieron que durante la noche habían engalanado el Gran Comedor. De los muros colgaban unos enormes estandartes de seda que representaban las diferentes casas de Hogwarts: rojos con un león dorado los de Gryffindor, azules con un águila de color bronce los de Ravenclaw, amarillos con un tejón negro los de Hufflepuff, y verdes con una serpiente plateada los de Slytherin. Detrás de la mesa de los profesores, un estandarte más grande que los demás mostraba el escudo de Hogwarts: el león, el águila, el tejón y la serpiente se unían en torno a una enorme hache.

Harry, Ron, Annie y Hermione vieron a Fred y George en la mesa de Gryffindor. Una vez más, y contra lo que había sido siempre su costumbre, estaban apartados y conversaban en voz baja. Ron fue hacia ellos, seguido de los demás.

—Es un peñazo de verdad —le decía George a Fred con tristeza—- Pero si no nos habla personalmente, tendremos que enviarle la carta. O metérsela en la mano. No nos puede evitar eternamente.

—¿Quién los evita? —quiso saber Ron, sentándose a su lado.

—Hola George —saludó revolviendo su cabello.

—Me gustaría que fueras tú —contestó Fred, molesto por la interrupción.

—¿Qué te parece un peñazo? —preguntó Ron a George.

—Tener de hermano a un imbécil entrometido como tú —respondió George.

—¿Ya se les ha ocurrido algo para participar en el Torneo de los tres magos? —inquirió Harry—. ¿Han pensado alguna otra cosa para entrar?

—Le pregunté a McGonagall cómo escogían a los campeones, pero no me lo dijo —repuso George con amargura—. Me mandó callar y seguir con la transformación del mapache.

—Me gustaría saber cuáles serán las pruebas —comentó Ron pensativo—. Porque yo creo que nosotros podríamos hacerlo, Harry. Hemos hecho antes cosas muy peligrosas.

Annie lanzó una mirada a Harry, que podría hacer temblar a cualquiera.

—¿Quiénes son los jueces? —preguntó Harry intentando evadir su mirada que lo asustaba.

—Bueno, los directores de los colegios participantes deben de formar parte del tribunal —declaró Hermione, y todos se volvieron hacia ella, bastante sorprendidos—, porque los tres resultaron heridos durante el torneo de mil setecientos noventa y dos, cuando se soltó un basilisco que tenían que atrapar los campeones.

—Está en Historia de Hogwarts —explicó Annie al ver la cara de los chicos.

—Aunque su título debería de ser "Historia Censurada de Hogwarts" —repuso Hermione. Oh, no. Élfos domésticos a continuación.

—¿De qué hablas? —preguntó Ron,

—¡De los elfos domésticos! —dijo Hermione en voz alta, lo que le confirmó a Annie que no se había equivocado—. ¡Ni una sola vez, en más de mil páginas, hace la Historia de Hogwarts una sola mención a que somos cómplices de la opresión de un centenar de esclavos! ¿Son conscientes de que son criaturas mágicas que no perciben sueldo y trabajan en condiciones de esclavitud las que les cambian las sábanas, les encienden el fuego, les limpian las aulas y les preparan la comida? —les decía furiosa. Sólo esquivaban su mirada.

Algunos, como Neville, habían pagado sólo para que Hermione dejara de mirarlo con el entrecejo fruncido. Había quien parecía moderadamente interesado en lo que ella decía pero se negaba a asumir un papel más activo en la campaña. A muchos todo aquello les parecía una broma.

Annie y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora