40. Fudge is stupid

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FUDGE ES ESTÚPIDO (más de lo normal)

Annie despertó por las voces. Sentía a Harry aún acurrucado a su lado.

—¡Van a despertarlo si no se callan!

—¿Por qué gritan así? No habrá ocurrido nada más, ¿no?

Annie se dio cuenta que Harry había despertado. Le sonrió y éste le devolvió el gesto.

—Es la voz de Fudge —susurraba la señora Weasley—. Y ésa es la de Minerva McGonagall, ¿verdad? Pero ¿por qué discuten?

Annie también los oía: gente que gritaba y corría hacia la enfermería.

—Ya sé que es lamentable, pero da igual, Minerva —decía Cornelius Fudge en voz alta.

—¡No debería haberlo metido en el castillo! —gritó la profesora McGonagall—. Cuando se entere Dumbledore...

Annie oyó abrirse las puertas de la enfermería de golpe. Annie ayudó a Harry a sentarse mientras ella hacía lo mismo.

Fudge entró en la sala con paso decidido. Detrás de él iban Snape y la profesora McGonagall.

—¿Dónde está Dumbledore? —le preguntó Fudge a la señora Weasley.

—Aquí no —respondió ella, enfadada—. Esto es una enfermería, señor ministro. ¿No cree que sería mejor...?

Pero la puerta se abrió y entró Dumbledore en la sala.

—¿Qué ha ocurrido? —inquirió bruscamente, pasando la vista de Fudge a la profesora McGonagall—. ¿Por qué están molestando a los enfermos? Minerva, me sorprende que tú... Te pedí que vigilaras a Barty Crouch...

—¡Ya no necesita que lo vigile nadie, Dumbledore! —gritó ella—. ¡Gracias al ministro!

Annie no había visto nunca a la profesora McGonagall tan fuera de sí: tenía las mejillas coloradas, los puños apretados y temblaba de furia.

—Cuando le dijimos al señor Fudge que habíamos atrapado al mortífago responsable de lo ocurrido esta noche —dijo Snape en voz baja—, consideró que su seguridad personal estaba en peligro. Insistió en llamar a un dementor para que lo acompañara al castillo. Y subió con él al despacho en que Barty Crouch...

—¡Le advertí que usted no lo aprobaría, Dumbledore! —exclamó la profesora McGonagall—. Le dije que usted nunca permitiría la entrada de un dementor en el castillo, pero...

—¡Mi querida señora! —bramó Fudge, que de igual manera parecía más enfadado de lo que Harry lo había visto nunca—. Como ministro de Magia, me compete a mí decidir si necesito escolta cuando entrevisto a alguien que puede resultar peligroso...

Pero la voz de la profesora McGonagall ahogó la de Fudge:

—En cuanto ese... ese ser entró en el despacho —gritó ella, temblorosa y señalando a Fudge— se echó sobre Crouch y... y...

Annie se estremeció, queriendo alejar esa imagen mental.

—¡Pero, por todos los santos, no es una pérdida tan grave! —soltó Fudge—. ¡Según parece, es responsable de unas cuantas muertes!

—Pero ya no podrá declarar, Cornelius —repuso Dumbledore. Miró a Fudge con severidad, como si lo viera tal cual era por primera vez—. Ya no puede declarar por qué mató a esas personas.

—¿Que por qué las mató? Bueno, eso no es ningún misterio —replicó Fudge—. ¡Porque estaba loco de remate! Por lo que me han dicho Minerva y Severus, ¡creía que actuaba según las instrucciones de Voldemort!

Annie y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora