Capitulo 31

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—¿Estás seguro de que todo está preparado? —Justin hablaba por el móvil mientras entraba en la habitación de ____(tn).
Ella lo miró y sonrió mientras él le indicaba con un gesto que terminaría de hablar enseguida.
—Bien. Muy bien. Te debo una, y no me cabe duda que te la vas a cobrar.
Tras apagar el móvil corrió junto a ____(tn). Se inclinó y la besó suavemente en los labios.
—¿Qué tal están mis chicas hoy?
—Tu hija está muy activa, lo cual es, a la vez, una bendición y un castigo.
—¿Te duele la incisión por culpa de sus movimientos? —dijo él con preocupación.
—Creo que está haciendo prácticas de puntería —ella hizo un gesto de fastidio—. Y parece tener la molesta habilidad de acertar siempre en el lugar adecuado.
—Lo siento. Debe resultarle muy doloroso.
—La alternativa ni siquiera es una opción, de modo que me alegra que se mueva tanto.
—¿Te ha visto ya el médico?
—Vino mientras estabas fuera. Dijo que, si hoy todo iba bien, y no tengo más contracciones, me darán de alta mañana. Deberé guardar reposo absoluto en cama durante una semana y luego podré levantarme y moverme, siempre que no me exceda.
—Ya me ocuparé yo de que obedezcas sus instrucciones al pie de la letra.
—¿Por qué tengo la sensación de que vas a disfrutar con mi convalecencia? —ella sonrió divertida.
—¿Y por qué has pensado algo así? —él la miró con inocencia.
—Porque estás acostumbrado a mandar y a que todos te obedezcan —contestó ella.
—Lo dices como si fuera algo malo.
____(tn) no pudo reprimir una carcajada y de inmediato gruñó al sentir la protesta de su barriga.
Últimamente había disfrutado de unos días buenos, teniendo en cuenta que estaba postrada en la cama de un hospital.
Justin se había comportado maravillosamente bien. El reservado hombre de negocios que le había dejado claro que jamás le concedería el divorcio parecía haber desaparecido, sustituido por alguien que atendía a cada una de sus necesidades.
Alguien llamó suavemente a la puerta y, para su sorpresa, aparecieron los hermanos de Justin con sus esposas. Justin le apretó la mano tranquilizadoramente.
—No te preocupes, yineka mou. Estás preciosa. Y yo me encargaré de que no se queden el tiempo suficiente para cansarte.
Era mentira, pero ella le agradeció el gesto.
La idea le asaltó de repente, y fue más dolorosa que la incisión llena de grapas de su barriga. ¿Amor? Cielo santo. Se había enamorado de él.
Intentó sonreír, pero lo único que quería era esconderse en un profundo y oscuro agujero. ¿Cómo se había permitido enamorarse de él… de cualquier hombre? Al parecer, no había sufrido lo bastante en su vida. No, era evidente que deseaba más dolor y desilusión.
Ser amada estaba muy bien, pero ¿ofrecerle su amor en bandeja de plata? Eso era pedir a gritos que la rechazaran.

Una Aventura ClandestinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora