Capitulo 8

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—No me opongo —ella cerró los ojos en un claro gesto de cansancio—. No tengo nada que ocultar.

—¿Y qué te pasa? ¿Por qué estás en el hospital? —preguntó él al fin. El descubrimiento del bebé, y la posibilidad de que fuera suyo, le habían hecho olvidar el motivo de su presencia allí.

—He estado enferma —dijo ella con voz cansada—. Tensión alta. Agotamiento. Mi médico dice que mi trabajo es en gran parte culpable y quiere que lo deje. Dice que no tengo elección.

—¿En qué demonios has estado trabajando? —preguntó él.

—De camarera. Fue lo único que encontré en tan poco tiempo. Necesitaba el dinero para poder marcharme de aquí. A algún lugar más cálido.

—¿Y por qué viniste aquí? Podrías haberle marchado a cualquier parte.

—Aquí dispongo de alojamiento. Alojamiento gratuito —ella lo miró con amargura—. Tras ser despedida no tuve elección. Necesitaba un sitio para dormir hasta poder ahorrar dinero.

—Escucha, ____(tn), en cuanto al despido… —el remordimiento lo aguijoneó. No sólo la había despedido, sino que había empujado a una mujer embarazada a una situación desesperada.

—No quiero hablar de ello —la joven alzó una mano y lo miró con expresión airada—. Eres un cobarde y un bastardo. Jamás te habría vuelto a dirigir la palabra de no haber sido porque nuestra hija te necesitaba, de no ser porque yo necesitaba tu ayuda.

—De eso se trata. Jamás fue mi intención despedirte —dijo él con calma.

—Pues no me sirve de mucho consuelo teniendo en cuenta que sí fui despedida y escoltada hasta la puerta de la calle de tu hotel —ella lo miró furiosa.

Justin suspiró. No era el momento de intentar razonar. Cada vez estaba más alterada. Si había optado por pensar lo peor de él, estaba claro que en cinco minutos no iba a conseguir borrar cinco meses de ira.

—¿Y qué es lo que necesitas de mí? —preguntó—. Haré lo que pueda por ti.

Ella lo miró con la desconfianza reflejada en los ojos azules y él decidió que sin duda sería mucho mejor que la niña tuviera los ojos de su madre. El pelo oscuro y los ojos de color verde mar. ¿O eran azules? Parecían cambiar constantemente.

—Mi médico no me dará el alta hasta que le asegure que alguien cuidará de mí —ella cerró los ojos y dejó caer los hombros—. Deberé guardar reposo en cama hasta la operación.

—¿Operación? —Justin se echó hacia delante—. Creía que sufrías un problema de tensión alta —por el embarazo de su cuñada, sabía que el tratamiento para el estrés o la tensión alta era simplemente reposo—. No te pueden operar mientras estés embarazada. ¿Qué pasa con el bebé?

—Ese es el problema —dijo ella pacientemente—. Al realizarme una ecografía para comprobar el estado del bebé, encontraron un quiste en uno de mis ovarios. El quiste ha crecido y ahora empieza a presionar contra el útero. La única opción para que no dañe al bebé es operar.

—Esta operación… —Justin soltó un juramento—. ¿Es peligrosa? ¿Podría lastimar al bebé?

—El médico cree que no.

Él volvió a soltar un juramento. No quería verse nuevamente involucrado en una situación en la que podría perderlo todo. Ya no era tan idiota. Las cosas se harían a su modo.

—Vas a casarte conmigo —anunció secamente.

Una Aventura ClandestinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora