Capitulo 36

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Durante los días que siguieron, ____(tn) descansó y se recuperó bajo la atenta vigilancia de Justin y del personal que había contratado. Al principio le resultó extraño ver a otras personas en la casa, pero eran tan discretas que pronto se acostumbró a su presencia.

Justin incluso hizo llamar a un médico para que comprobara el estado de la incisión y para que le retirara las grapas, ahorrándole el viaje a la ciudad.

En poco tiempo se convirtió en una joven mimada y malcriada, y se sentía mortalmente aburrida. Se moría de ganas de dar un paseo por los alrededores. Más que nada deseaba bajar a la playa, pero también recorrer el resto de la isla.

Según Justin, la isla era pequeña y no muy conocida por los turistas que viajaban al Caribe. La principal fuente de ingresos de los lugareños era la pesca. Había muchos planes para construir un exclusivo centro de vacaciones para gente adinerada.

El objetivo era mantener la isla tan privada y virgen como fuera posible sin dejar de asegurar un flujo de ingresos para la población local.

El día siguiente de la visita del médico, quien le había retirado las grapas y declarado en buena forma, ____(tn) abordó el tema de un paseo por la playa tras el desayuno.

—No estoy seguro de que debieras bajar escalones tan pronto, yineka mou —Justin frunció el ceño.

—Pero puedo sujetarme a ti —insistió ella con voz mimosa—. Por favor, Justin, me voy a volver loca. Llevo tanto tiempo mirando a lo lejos que empiezo a tener la sensación de estar contemplando una postal.

—No sé decirte que no —él sonrió—. De acuerdo, después del desayuno bajaremos a la playa. Haré que el cocinero nos prepare una cesta de comida para llevar.

—¡Gracias! —ella saltó en la silla como una niña—. ¡Qué ganas tengo de ir!

—Asegúrate de llevar calzado cómodo. No quiero que resbales en las escaleras.

Ella sonrió. La situación que vivía en esos momentos era perfecta. Atrás había quedado la sensación de que el mundo se desmoronaría a su alrededor en cualquier momento. Sólo faltaba que él consiguiera abrirse.

Durante días había discutido consigo misma, vacilado ante la falta de valor para preguntar. El otro problema era que, si conseguía hacerle hablar de su pasado, ella se vería obligada a hablarle del suyo.

Pronto, se prometió. Pero no aquella mañana. Nada iba a arruinar el paseo por la playa.

Con la cesta de picnic en una mano y la otra sujetando con firmeza a su esposa, Justin inició el descenso por las escaleras esculpidas en el acantilado. Con cada peldaño que bajaban, el sonido del mar se hacía más fuerte y ____(tn) se sentía más excitada.

Cuando al fin posaron los pies sobre la arena, la joven miró hacia arriba, hacia el impresionante acantilado que aislaba del resto del mundo esa franja de playa.

—Es como si estuviésemos en nuestro pequeño mundo particular —dijo ella impresionada.

—Nadie puede vernos, salvo desde un barco —Justin sonrió—, y sé de buena tinta que los lugareños no pescan en este lado de la isla.

—Eso abre la puerta a toda una serie de inconfesables posibilidades, ¿verdad?

—Puedes estar segura de que, una vez recuperada, pienso ceder a unas cuantas de esas posibilidades —dijo él con la mirada brillante.

Ella se echó a reír y se quitó los zapatos, hundiendo los dedos de los pies en la cálida arena. Incapaz de resistirse a la llamada de las espumosas olas, se apresuró hacia la orilla, deseosa de sentir el agua alrededor de los tobillos.

El agua le cubrió los pies y ella extendió los brazos para recibir la suave brisa, sonriendo encantada mientras sus cabellos flotaban al viento. Cerró los ojos y respiró hondo mientras deseaba poder parar el tiempo en ese preciso instante.

—Pareces una ninfa del mar —dijo Justin—. Más hermosa de lo que debería estarle permitido a ninguna mujer —estaba a su lado, con los pantalones remangados hasta las rodillas y los pies desnudos.

—¿Es segura esta playa para nadar?

Él asintió.

—Pues tendremos que hacerlo alguna vez.

—Pareces feliz, yineka mou. ¿Es gracias a mí?

La vulnerabilidad que reflejaban los negros ojos hizo que se quedara sin aliento. Ese hombre, fuerte y arrogante, era tan humano como cualquier otro. Sin plantearse la sensatez del gesto, se arrojó en sus brazos.

—Eres muy bueno conmigo, Justin. Me haces sentir muy feliz.

Él le devolvió el abrazo con cautela mientras sus miradas se fundían. Tenían los labios separados por milímetros y ella se los lamió, nerviosa por la sensación de anticipación.

Pero en lugar de esperarlo, fue ella la que lo atrajo hacia sí y lo besó. Él pareció conforme porque fuera ella quien tomara la iniciativa, explorando cada rincón de su boca con la delicada lengua.

Los dedos de Justin le acariciaron la nuca como un susurro antes de hundirse en sus cabellos y sujetarla con más firmeza a medida que el beso se intensificaba. La sal del mar bailaba sobre sus lenguas y se mezclaba con la dulzura de su pasión

Una Aventura ClandestinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora