Cuatro

3.5K 370 58
                                    


Sus delicados pies se sentían cada vez más agotados, su sucio cuerpo estaba traspirando gotas de sudor que se mezclaban con el polvo mientras el calor inundaba la selva, él se encontraba en estado deplorable, sus ojos rojos e hinchados de pena, su vista nublada por la inanición y aquella selva húmeda, caliente y hostil observándola fijamente, esperando su desgraciada muerte. Se abrazaba a sí mismo, incapaz de imaginarse siquiera que lo hayan abandonado, no sabiendo cómo proteger al cachorro que cargaba, muriéndose de hambre y de sed, siendo guiado torpemente por su olfato hacia donde un aroma llamaba a su marca... su alfa, era el aroma de su alfa y eso lo emocionaba, hacía días había desaparecido dejándolo solo en su madriguera, no tenía alimentos ni manera de conseguirlo, no tenía a su alfa y eso lo estaba matando, pero aspirar el aroma tan parecido a su amor le emocionó, ni siquiera pensó demasiado en el aroma de otro alfa en aquel territorio.

—Alfa... —susurró para sí mismo, el omega que cargaba un gran vientre ya a nada de colapsar logró con fuerzas sobrenaturales llegar hasta aquel aroma, un riachuelo pasaba por allí cerca y aprovechó para beber la tan preciada agua que necesitaba hace tiempo, se limpió el rostro y lo refrescó liberándolo del sudor, lo que menos quería era que su alfa lo rechace por oler mal... después de tanto que lo había dejado ¿Cuánto había pasado? ¿Dos o tres días? El omega de cabellos castaños se sentía perdido, muy perdido sin su alfa, hambriento, sediento, triste, oler a su alfa hizo que su cuerpo recuperara energía de quién sabe dónde y con pasos agigantados logró llegar hasta aquel enorme y viejo árbol, sus enormes raíces contorneaban la apertura de una madriguera de donde se detectaba el aroma de otro omega, un aroma que no le agradaba y junto a este aroma se encontraba el de un alfa, pero no era su alfa ¿Dónde estaba?

El aroma de su alfa era fuerte, pero no lo encontraba ¿Qué estaba haciendo allí, cerca de la madriguera de un omega extraño? Se sintió adolorido por un momento, el aroma de su alfa lo llamaba, pero mirara donde mirara no lo encontraba, recorrió rápidamente el lugar haciendo el suficiente ruido como para despertar al omega albino que se encontraba profundamente dormido, este al detectar a un enemigo fuera se puso en alerta, asustado por lo que había pasado la última vez tomó una roca afilada que tenía a su lado y que su alfa le había dejado, empuñándola con dureza miraba fuera de su madriguera lentamente para notar qué estaba sucediendo allí, pero le sorprendió que lo que encontró no se trataba de algún alfa como la última vez, no, este era un pequeño omega, quizás de su edad, bastante delgado y al parecer perdido, buscando algo con lágrimas en los ojos y susurrando desesperado, el albino claro que reparó en aquel vientre, pero un segundo después le restó importancia y siguió observando el comportamiento tan raro de aquel individuo, se había dado cuenta que no podría hacerle daño en aquellas condiciones así que salió completamente para encontrarse con el chico, ambos eran parecidos, bajitos, delgados, con rasgos delicados y cabello medianamente largo, la única diferencia es que el albino tenía una piel pálida y llena de pecas con el cabello claro mientras el otro omega lo tenía castaño con la piel ligeramente bronceada, se miraron y el intruso sintió miedo por aquella criatura extraña, en cambio el albino solo lo observó taciturno esperando a que este reaccione.

—Alfa, m-mi alfa —decía el castaño, por el aroma que tenía, el albino no tardó en entender lo que quería, comprendió que ese omega era propiedad del horrible alfa que hace unos días lo atacó ¿Debería hacerle un favor y matarlo? Se preguntaba, pero en cambio solo miró hacia la copa del árbol y apuntó con la roca que tenía en mano, el castaño giró hacia aquel lugar y toda su felicidad se escurrió por el suelo y las hojas rápidamente, dejándose caer al ver a aquel cadáver colgado de lianas. Al albino no le parecía raro, su alfa lo había puesto allí como trofeo y para advertir que no se acerquen, era lo normal, solo que jamás había visto un omega que había perdido a su alfa, su mente no entendía aquello ¿Qué sucedía? ¿Qué estaba haciendo aquel intruso? ¿Por qué su cuerpo, tan pequeño y débil, se contraía innecesariamente mientras sus ojos derramaban lágrimas y de su garganta salían ruidos extraños? De repente se sintió mareado por las feromonas de aquel omega, se alejó de él y se apoyó en una de las raíces del árbol, cubriendo su boca e intentando no vomitar todo lo que su alfa le había dado en la mañana, el aroma de aquel chico era desagradable, pero este no paraba de llorar y de gritar con el rostro levantado hacia ese montón de carne que en unos días más se pudriría y sería un lindo adorno para su árbol.

El albino estaba a nada de regresar a su madriguera, el aroma de ese desgraciado le causaba más malestares de los que creía que podría tener y además no sería peligroso dejarlo allí, ya estaba demasiado débil, pero cuando estaba a nada de volver escuchó que se acercaba alguien, claro que no pudo evitar sonreir al darse cuenta que era el aroma de su bello alfa, este llegó con una lanza y unas presas pequeñas, entre ellas un ave hermosa de plumas de colores que claro que emocionaría a su precioso omega, en los últimos tiempos había estado haciéndose coronas de plumas para adornar sus cabellos y con las pieles algunos tapados para su futuro cachorro. Así que cuando vio aquella ave muerta sonrió con placer, pero en cambio su alfa solo tenía la mirada ligeramente asustada por aquel individuo que al parecer lloraba frente al cadáver, el albino abrazó a su pareja y luego miró con extrañeza el comportamiento de aquel nuevo.

El alfa dio un beso en la frente a su pareja y este recibió las presas gustoso, ignorando el llanto ajeno fue hacia un lado donde normalmente su alfa cortaba a sus presas y comenzó a arrancar las plumas más grandes a aquel ave. El alfa en cambio estaba por ir junto con su omega para ayudarlo con las presas que no tenían plumas, no quería que su chico se ensuciara, pero en cambio miró una última vez al intruso y notó que este se había caído a un lado, quizás desmayado o ya muerto, la pareja se miró por un momento y el omega se acarició el vientre con pena ¿Qué habrá pasado del cachorro? ¿Estaría también muerto? Se preguntaba, en cambio el alfa un poco más asertivo que su omega tomó uno de los conejos y partió trozos de blanda carne en pedazos pequeñitos, se acercó a aquel omega tirado entre las hojas, claro que bajo la fija mirada de su pareja pues el albino podía sentir una ligera punzada de celos, ese era su alfa y de nadie más... su alfa jamás tendría otra pareja.

Pero su mirada se oscureció complemente cuando su alfa se agachó frente a aquel intruso y le mostró aquellos trozos de carne, este quien aún llorando se encontraba levantó la cabeza con tristeza y miró a al alfa con duda y miedo, pero aceptó gustoso la comida que le ofrecía, su estómago estaba delirando de hambre y sentir algo pasar a él le hacía casi ver estrellas, emocionado y aún llorando con las pocas fuerzas que le quedaba se acercó al alfa, intentando inhalar el aroma ajeno y quedando pegado a su pecho, completamente indefenso.

El alfa estaba sorprendido por aquella actitud, su crecido vientre también lo sorprendió y notó que era mucho más grande que el de su omega, no podía dejarlo solo morir ¿Verdad? ¿Su omega lo aceptaría?

Si el alfa hubiera mirado a su pareja y no se hubiera concentrado en aquel intruso que se aferraba a él mientras comía con parsimonia habría notado que el albino acaba de arrancar solo con sus manos la cabeza de aquel desdichado pájaro, manchando de sangre las hermosas plumas de colores, pero no le importaba, un deseo más grande que por las plumas de colores nacía en su estómago: quería arrancar la cabeza de ese desgraciado omega.

Y lo haría.


Bestia [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora