Diez

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El frío había mermado, el hielo comenzaba a derretirse y entre el espeso bosque se escuchaban los quejidos de un joven omega quien despertaba luego de una temporada de celo, intranquilo estaba al encontrarse solo en aquel lugar, su alfa no estaba y él se sentía hambriento y adolorido. Era su primer celo y su alfa se había encargado de que quedara definitivamente preñado, así que estaba contento, ya quería tener un lindo cachorro con su alfa, tan lindo como el cachorro de aquel omega albino quien lo miraba con odio cada vez que cruzaban miradas, el joven de cabellos oscuros no entendía por qué lo hacía, era normal que los alfas tengan más de un omega ¿Acaso su padre solo tenía un omega?

Dentro de la otra madriguera el pequeño succionaba contra el pecho de su madre con toda la fuerza posible, el albino sonreía pues se alimentaba bien y con gusto, era un niño fuerte y sano, su alfa estaba muy orgulloso de él y cada mañana sin falta le traía comida y agua para poder reponerse, el albino había abandonado la madriguera solo un par de veces desde que nació su cachorro, logró ver a aquel omega extraño estar con su alfa, claro que notó aquella marca en su cuello y eso fue lo que le dio la pauta para odiarlo, ahora que el hielo comenzaba a derretirse con rapidez comprendía que comenzaba a ser tiempo para salir, pero prefería quedarse allí con su bebé y su alfa, descansando, no entendía por qué se sentía tan cansado. Su alfa no había dormido con él en los últimos días, solo venía para dejarle comida y agua, mirar a su cachorro y besarlo para calmar a su pareja, todo aquello cubierto con un fuerte aroma a celo que hacía al albino rabiar, un aroma a celo de omega que hizo al albino abandonar su madriguera un par de veces para llegar a la ajena y escuchar gemidos de placer salir de allí, volvía luego para abrazar a su cachorro y pasar la noche en vela por el insomnio que le causaba que su alfa esté con otro omega ¿Qué sucedía? ¿Por qué tenía otro? Quizás... ¿Ya no lo quería acaso? No, eso era imposible, tenían un cachorro hermoso del que estaban más que orgullosos. Así que sabía lo que debía hacer, su alfa no lo odiaría, no.

Cuando se aseguró de que el clima se vuelva lo suficientemente cálido el albino sacó a la luz a su cachorro, este ya había crecido un poco gracias a la leche de su madre, tenía unos enormes y hermosos ojos azules así como el cabello azabache de su alfa, su piel era rosácea y llena de vida, el albino se encargaba de limpiarlo muy bien y se notaba que el esfuerzo que ponía en cuidar a su cachorro era más que suficiente, incluso no había dejado salir a su hijo sin cubrirlo de algunas pieles, el frío seguía sintiéndose ligeramente y no quería que pasara frío, pero sabía que debía ver el mundo exterior, debía ver a su padre y el gran bosque. Lo paseó por un rato y le llamó la atención que su alfa no se encontrara en ese lugar, tampoco vio al omega extraño y desagradable. Recolectó algunas bayas y frutas ya que los árboles estaban llenos de ellas, su cachorro tomaba con curiosidad las cosas y se las llevaba a la boca, el albino con mucha paz y paciencia le sacaba las cosas de la boca.

Estuvo tranquilo por un momento hasta que pensó en el riachuelo, ya había pasado un tiempo y seguro el cadáver ajeno se había ido con la corriente, esperaba poder tomar un baño, aunque le gustaría que su alfa se encuentre allí para que tomara al cachorro mientras él se aseaba. Pocos omegas hacían aquello, era más bien un comportamiento bastante inusual para ellos, ni siquiera los alfas tomaban baños regularmente, pero el albino tenía una piel tan sensible que solo lograba calmarse con el fresco de las aguas. Llegó casi emocionado al riachuelo y notó que ese cadáver ya no estaba, quizás un par de blancos huesos estaban aquí y allá, pero ya no apestaba como hace tiempo. Estaba contento con ese hallazgo hasta que notó algo dentro del riachuelo, dos personas estaban dentro. Se escondió discretamente tras una planta mirando a la pareja, se trataba de su alfa y ese omega, se notaba el vientre ligeramente abultado del omega así como que su alfa lo tomaba de la cintura mientras se apareaban tan descaradamente en el agua. Cuando el albino notó aquellos movimiento solo se escondió e intentó olvidar lo que estaba viendo, pero los gemidos de ese omega y los chapoteos húmedos del agua solo hicieron que corra nuevamente a su madriguera, debía buscar alguna manera de hacer suyo a su alfa, no toleraba aquella situación donde debía convivir con otro omega, otro cachorro, ese sería la competencia de su propio hijo y si se atreviera a nacer alfa definitivamente sería el elegido por su pareja, no podía permitir que siga vivo, menos teniendo a ese cachorro posiblemente alfa en camino.

Bestia [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora