A las cinco de la mañana la cafetera estaba trabajando, me bebí mi café de medio litro que nadie entendía como soportaba, sin leche ni azúcar. Los epígrafes de biología daban vueltas por mi cabeza y a medida que pasaban los minutos aumentaba mi ansiedad, siempre he sido una persona nerviosa pero este último año la frustración había alcanzado el máximo y muchas veces me sentía inútil. Estar rodeada de gente que conseguía sus metas y ver como yo me quedaba siempre por el camino me producía repulsión de mi misma, me sentía tonta, con falta de inteligencia, era duro. Mi madre siempre me decía que cuanto más me dijera a mi misma que no podía, menos iba a poder. Pero yo ya lo había intentado todo. También decidí tirar la toalla en eso.
Como siempre últimamente, salí del examen aguantando las lágrimas y con ganas de abrazar a Gonzálo. Escuchar su "es un examen de mierda" me hacía sentir mas tranquila
- Caye, es un examen de mierda
Sonreí, nunca me cansaría de oírlo.
-¿Alguna vez te he dicho que eres el mejor?
-No hace falta, ya lo se
-Eres idiota- dije riéndome y pegándole en el brazo.
Me dio un abrazo
-En serio Caye, no pasa nada, los exámenes no son tu fuerte porque tienes mucha ansiedad pero no significa que no seas inteligente. Yo te admiro por lo lista que eres.
No pude evitar que una lágrima recorriera mi mejilla.
-Eres una llorica- me dijo Gonzálo riéndose de mi como de costumbre
-Ya lo se- respondí resentida mientras me quitaba las gafas y me secaba las lágrimas
-Venga te invito a un café de esos que tanto te gustan, niña rara
-¡Bien!, como me cuidas
-Lo hago para que dejes de llorar
Me reí y fingí molestarme dejándole atrás y entrando en la cafetería.
Me encantaba la cafetería, era mi sitio, leer y beber café, dos de mis pasiones.
Me senté en mi sofá, el que daba al ventanal más grande y desde donde veía pasar el mundo, Gonzálo se sentó a mi lado, noté como se quedaba mirándome, muchas veces lo hacía.
-¿Que tal tu familia?- pregunté sorprendiéndole
-Mm, bien, Candy va bien en el cole y Nacho tirando también. Con mis padres mejor
-Me alegro- le dije esbozando una cálida sonrisa
Me recogí el pelo, se me cayeron los dos mechones tan molestos que me cubrían siempre la cara, a pesar de mis esfuerzos de colocarlos detrás de las orejas y de los que Gonzálo siempre se reía. Pero le gustaban, o al menos eso me había dicho.
Hablamos durante horas, siempre acababa llorando de la risa. Era uno de esos momentos en los que no importaba la belleza, la inteligencia, la ropa, la perfección. Ninguna de las cosas que todos los días me torturaban importaba.
La cafeteria me hacía escapar de mi propia mente.
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Libre-mente
RomanceAlegría, tristeza, confusión, ansiedad, miedo, dolor, risas, aprendizaje. Adolescencia.