un dia cualquiera.

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A veces me sentía tan saturada que sentarme en la ventana y encender un cigarro era lo único que conseguía que mi mente no pareciera estar a punto de estallar. La sensación de ahogarme en mis propios pensamientos se había convertido en habitual en mi, como si mi mente me traicionara acosándome. Pensaba que el mundo se ponía en mi contra, que estaba sola, supongo que a muchas adolescentes les pasa, no es fácil sentirte juzgada, todo el tiempo.
Solo en personas como Gonzalo conseguía liberar toda esa ansiedad que me asfixiaba, me hacía reír, olvidarme de que la vida es jodida, todo se convertía en pequeño, por eso era mi mejor amigo.
Cuando se termino «cigarette daydreams», mi canción favorita, baje de la ventana, mi madre estaba gritando, como de costumbre. Baje a ver que le pasaba esa vez, la casa estaba desordenada. Grité a mis hermanos, como siempre, eran los culpables, aunque para mi madre la casa nunca estaba ordenada. Cuando bajaron, les regañó con las mismas frases de siempre que ya no tenían ningún efecto en ellos, me puse los auriculares con la música a tope y salí a la calle, necesitaba respirar.

-¡Caye!
No escuchaba nada, pero mi amiga me sorprendió dándome un abrazo por la espalda
-¡Hola!- respondí quitándome los auriculares y sonriendo
-Estaba paseando, ¿que tal vas?
-Pues estudiado mucho para los finales, la verdad es que estoy agotada.
-Yo igual tia, estoy deseando acabar, que asco de curso
-Yo también- dije esbozando mi mejor sonrisa
El móvil de Alex comenzó a sonar escandalosamente
-Ay es mi madre, me voy que me va a matar- me dio un beso fuerte en la mejilla y se alejó corriendo.
Alex era una de mis mejores amigas. En los buenos momentos habíamos compartido risas y en los malos, nunca me había fallado. Su sonrisa era prácticamente indestructible, recuerdo que la primera vez que la vi llorar me sorprendí tanto que ni siquiera pude tomármelo en serio. Era alta, delgada, morena y ojos rasgados, su belleza era muy particular.
Me volví a colocar los auriculares, y la música casi reventándome los tímpanos, rap, no escuchaba otra cosa. Respire el aire profundo que ya olía a otoño y observé cómo caían las hojas de miles de colores que teñían el suelo de tonos amarillos, ocres y naranjas. El otoño siempre había sido mi estación favorita.
Después de una hora, llegue a casa, me encerré en mi habitación, me di una ducha muy caliente, y como siempre antes de ponerme el pijama, que últimamente, con tanto estudiar, no me abandonaba, me miré en el espejo y fantaseé con como me gustaría ser, como siempre pensé que que jodido asco es no gustarse, pero por lo menos ese día no llore, simplemente aparte la mirada y abrí mi libro de biología.

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