barbacoa.

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La música sonaba a todo volumen, pero en mi cabeza seguía retumbando «FourFiveSeconds», llevaba días escuchándola en bucle, Rihana y Paul McCartney eran unos genios. Todos estaban pletóricos, celebrando haber acabado examenes, aunque en mi cabeza todavía vagaban logaritmos, senos, cósenos y funciones. Sabia que me iba a quedar matemáticas, yo no tenía mucho que celebrar
-¿Que te pasa?-
Gonzalo me saco de mi ensimismamiento de golpe y reaccioné bruscamente
-Coño que susto- y después añadí -aish perdón (odiaba decir palabrotas)
Gonzálo se rió, ya estaba acostumbrado a que después de decir una palabrota pidiera disculpas o soltara un «mierda» para después maldecir haber dicho otra más.
-Nada estoy pensando en mates- e hice un esfuerzo por sonreír- Pero estoy bien- añadí
A veces, sentía que mis sentimientos molestaban a los demás, lo cierto es que me encantaría poder ocultarlos pero las personas que me conocían no pasaban por alto si me sentía mal, era frustrante.
-Caye, no sabes todavía la nota, si apruebas de puta madre y si no, pues también, porque aprobaras el siguiente. Y ya está. Yo confío en ti y se que puedes sacarlo, pero tienes que confiar tu también.
Sonreí y me quede mirándole, pensaba en lo mucho que le quería, a veces me preguntaba como se puede querer tanto a una persona hasta el punto que no sabes como expresarlo.
-Gracias, te quiero- y le di un abrazo
Me devolvió un abrazo cálido, y después de darme un beso en la frente, me obligó a coger una hamburguesa de la parrilla.
Por una vez, dejé de inundar mi mente con pensamientos negativos y disfruté de la música, de la gente y de la comida. Para mi era extraña esa sensación, me había acostumbrado a no dejarme disfrutar de las cosas, pero Gonzalo conseguía que mi mente se liberara y que todo pareciera menos importante, era un paz que nadie más conseguía transmitirme.
Alex bailaba enloquecida, estaba feliz por haber acabado, con su 10, era una chica extraordinariamente lista, y yo me alegraba por ella.
Todos parecían felices, orgullosos de sí mismos, aunque en realidad estaba segura que ahí también había gente frustrada como yo. Sin embargo, ellos tenían la suerte de saber ocultarlo.
Me reí durante horas con todos, jugamos a las cartas, aunque nunca me había gustado, pero era la pareja de Gonzalo y el jugaba por mi, yo estaba tumbada en la parte de atrás de su silla, mirándole. También nos tumbamos a mirar el cielo, ya se estaba empezando a oscurecer, la noche amenazaba con cubrirnos. Entré en la cocina a coger un vaso de agua, Alvaro estaba sentado en la encimera.
-¿Estas bien?- le pregunté un poco preocupada
-Si, estaba esperando a pasar al baño
-Ah vale, ¿has bebido mucho?
-Un poco, pero estoy bien- me dijo, aunque sonaba poco convincente -Caye acércate un segundo
Me acerque a él, se inclinó y me dijo al oído que si me podía hacer una pregunta. El corazón se me aceleró un poco, no me gustaban las frases del tipo «podemos hablar», me revolvían las tripas
-Si claro, ¿que pasa?- le pregunté fingiendo que no me importaba
-¿Cuanto te gusta Gonzalo?
Me quede paralizada, no sabía que responder, ni siquiera lo había pensado
-¿Porque me preguntas eso?-quise saber, evitando contestar
- Tu responde
-Nada, somos amigos- dije nerviosa, apartando la mirada
-¿Estas segura?- me pregunto clavando su mirada en la mía
La puerta del baño se abrió y no pude agradecer más que Paula nos interrumpiera

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