Otoño.

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El mundo se había paralizado, estábamos mirándonos, mudos. Gonzalo no pudo evitar su media sonrisa antes de darme un abrazo, mi corazón iba tan rápido que creía que iba a estallar, mis pensamientos se amontonaban y ni si quiera era capaz de procesar todas las preguntas que sabia que mi mente estaba formulando. Sin embargo Gonzalo parecía tranquilo, era como si mi te quiero hubiera tenido en él un efecto que ya esperaba, me molestaba, aunque también sabia que estaría igual de tranquilo si la respuesta hubiera sido otra, él no era transparente como yo.

-Hola, ¿interrumpo?- apareció Alex asustándonos y provocando que nos separáramos.

-Hola- dije intentando sonar tranquila, sin embargo mi voz sonó entrecortada. 

Gonzalo, como siempre, sonrió a Alex con serenidad.

-¿Que tal Alex?-y le dio un abrazo

Sentí una punzada en el estómago, no sabia porque.

Alex comenzó a contarnos historias sin sentido, ambos notamos las copas que llevaba de más, dos por lo menos. Pero lo cierto es que acabamos riéndonos con ella, como de costumbre, aun asi seguía teniendo, como yo decía siempre, "en la parte de atrás de la cabeza", todo lo que acababa de ocurrir.

A Alex se le sumó Lucia y también comenzó a soltar un bombardeo de chistes que, de la poca gracia  que tenían, a todos nos acabaron haciendo reír.

5:00 am

-Bueno niños ya va siendo hora de irse- dijo Lucia con voz cansada

-Tienes razón- dije sonando también derrotada, tenia mucho en lo que pensar y solo quería meterme en la cama.

Abandonamos la casa después de dar las gracias y cada uno cogió su respectivo taxi a casa, Gonzalo y yo siempre compartíamos el mismo, sin embargo, esa noche decidí subirme con Alex y Gonzalo con Álvaro, no tenia fuerzas para fingir que no había pasado nada.

Durante el trayecto tuve la suerte de que el taxista fuera en silencio y de que Alex se quedara dormida así que bajé la ventanilla y, apoyando la cabeza en ella, respiré el frio viento que olía a otoño. Sonaba "Thinking out loud" de Ed Sheeran y yo no podía sacarme a Gonzalo de la cabeza, además, los efectos del whiskey todavía me hacían sentir como si mi cabeza diera mil vueltas por minuto. Lo cierto era que no me arrepentía de haberle dicho "te quiero" porque le quería, y mucho, pero un miedo inexplicable me comenzaba a invadir las entrañas. Estaba tan cansada que decidí meterme en la cama en cuanto baje del taxi y olvidarme del tema hasta la mañana siguiente, aunque sabia que sería complicado apagar mi atorbellinado cerebro.

Libre-mente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora