Pasta.

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Finn.

Me había escapado de casa

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Me había escapado de casa. Escapar no era el verbo correcto porque más bien me había escabullido. Mamá iba a preparar pasta para el almuerzo, pero yo no tenía hambre. No quería que se decepcionara al verme revolver el plato desinteresadamente sin probar bocado. A ella le encantaba hacer pasta, así que mejor comería en la noche y si tenía suerte con ánimos.

Me encontraba otra vez en esa cafetería en el centro de Vancouver, aquella que me había encantado. En esta ocasión me costó encontrar la puerta, muy bien disimulada entre letreros y carteles brillantes de otras tiendas. Traté de buscar algo que indicara el nombre del local pero lo único que encontré fue una palabra, y en el ventanal principal. Era "Café" pintada en blanco. Curioso.

Me adentré lo más rápido que pude, presa del pánico. Era sólo por precaución, pero me negaba a dejar que alguien descubriera mi escondite.

Llegué al mostrador, atendido por el mismo chico de antes, el tal Mic. Esta vez él no tenía un celular, asunto que me alteró un poco, pero afortunadamente para mi corazón pareció no reconocerme.

Era una persona amable y cálida, de esas que te inspiran confianza. Me guió hasta la misma mesa de antes, y sin yo pedirlo me llevó un café negro. Fruncí el ceño con confusión, pues lo normal era que él hubiera tomado mi orden, preguntando primero. De todas formas eso era lo que iba a pedir, pero el que lo hubiera traído de la nada era intrigante.

Sorbí el café caliente, lo que hizo que mi lengua se irritara. Eso no impidió que disfrutara las notas ácidas y amargas, exquisitas como siempre. La paz que me brindaba estar en ese lugar, aspirando el toque de vainilla en el aire y sintiendo el calor era envolvente. Aquella cafetería era un paraíso.

El sonido de una campanilla concentró mi atención en la puerta, la que envió una corriente de aire frío hacia mi dirección. Una persona estaba entrando, una chica, la chica del otro día.

La observé caminar, saludar a Mic y sentarse en la misma mesa que la vez anterior. Depositó su café con hielo sobre la mesa, conectó sus audífonos y desembolsó un libro. Sorbió su café helado y dejé de mirarla porque parecía un acosador. En cualquier momento se iba a dar la vuelta y yo iba a estar mirándola y eso iba a ser  muy vergonzoso.

Mierda Finn, acosador de primera.

La chica era linda, y parecía tener la misma expresión en su rostro, todo el tiempo. No tenía expresión de hecho, era como si no tuviera emoción alguna. Me llamó la atención que estuviera bebiendo un café helado cuando la temperatura no superaba los quince grados negativos, quizás veinte.

Parecía muy concentrada en su libro y ahí vamos otra vez, desvié la mirada porque diablos, era un puto acosador. No podía dejar de mirarla, me inspiraba curiosidad.

Por mi mente pasó esa serie de Netflix que nunca terminé de ver, esa de un chico que acosaba a una chica.

¡No soy un acosador!

No volví a mirarla en toda mi estadía allí, porque desde lo de la serie se sentía raro. Terminé mi café, llamé a Fred y cuando llegué a mi casa comí la pasta de mamá, disfrutándola.

...

Hola! Ojalá alguien lea este capítulo y le guste, hehe.

La historia va a ser narrada por Finn en su mayoría y desde una perspectiva más infantil, porque me lo imagino así, todo tierno y bello.

Silk.

ᴄᴏғғᴇᴇ ♡ ғɪɴɴ ᴡᴏʟғʜᴀʀᴅDonde viven las historias. Descúbrelo ahora