Noah Arrimadas

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Hola!! Si, he vuelto solo para dedicarle a mi beta reader un capítulo de su droga.
Jeje. Espero que os guste.

CAPÍTULO 3: NOAH ARRIMADAS

Inés llegó a su casa, un apartamento normal aunque a simple vista se veía pequeño, debido a la cantidad de libros que albergaba, su posesión más preciada era su extensa biblioteca.

Nada más entrar escucho el monólogo que tenía su amiga Jen con Noah, la niña a sus dos años apenas pronunciaba cuatro o cinco palabras, no había aprendido a hablar como el resto de sus compañeros a pesar de que era muy inteligente.

La castaña se dirigió a la habitación de la pequeña, mas se dio cuenta de que la voz de su amiga no provenía de esa estancia sino de su propia habitación, por lo que cambió el rumbo con gesto taciturno. Cuando entró, sus ojos caramelo barrieron el lugar, posándose irremediablemente en su cama donde yacía Noah acostada, bajo unas cuantas mantas. Era pequeña, más pequeña de lo normal a su edad, sus ojos del color de la miel a juego con sus cabellos, entre caoba y dorados, sus mejillas estaban sonrosadas debido a la fiebre y agarraba con fuerza una de sus camisas, abrazándola como si nada más en el mundo tuviera valor para ella.

Los ojos de la pequeña se posaron sobre Inés y su rostro cambió por completo, dibujó en sus pequeñas facciones una inmensa alegría al ver a la castaña plantada en la puerta, con las manos en los bolsillos de su vaquero y una mueca de disgusto en el rostro. En ese momento pronunció una de las pocas palabras que lograba pronunciar con claridad, su palabra favorita, la misma que repetía demasiadas veces al día, como invocándola.

-Mamá.

Jen se giró rápidamente para encontrarse con la mirada de Inés, cargada de reproche, tragando saliva con dificultad. Sabía que su amiga se había enfadado pero no le importaba, no entendía por qué trataba así a la pequeña pues esta no tenía la culpa de los fantasmas que Inés arrastraba. Iba a saludarla cuando ella se le adelantó, con voz grave que no dejaba lugar a dudas, estaba terriblemente enfadada.

-¿Por qué está metida en mi cama?

-Vamos Inés, está enferma, pensé que se sentiría mejor aquí.

-No la quiero en mi cama.

-Inés...

La joven no escuchó a su amiga, la apartó para llevarse a Noah a su habitación, mas al intentar cogerla esta empezó a patalear y a llorar, balbuceando palabras incomprensibles.

-No...mamá...no...nena...no.

Estaba cansada, los llantos de la pequeña la desquiciaban y al intentar sacarla de su cama constató que realmente tenía la fiebre muy alta, por lo que empezó a preocuparse.

-Jen por qué demonios le has dado mi camisa.

-No se la he dado yo, ella la coge y no hay manera de quitársela, Inés... es tu hija y te echa de menos cuando no estás, es decir casi siempre.

Ella resopló, mantenía a esa niña bajo su techo, pagaba su alimentación y su educación, había cumplido su papel, odiaba en esos momentos a su amiga por reprocharle sus largas ausencias, ella no tenía ni idea de lo difícil que era mirar a la pequeña.

Su amiga cogió sus cosas y se marchó, dejándola sola con Noah. La pequeña sollozaba, aun sin recuperarse del llanto anterior, asustada pues no quería que Inés se la llevase, quería permanecer con ella, adoraba a la castaña de manera infantil, sin límites, era su heroína, su mamá, por mucho que esta no le demostrase afecto alguno.

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