Lo prohibido.

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Hola! Os traigo otro más desde hogwarts. Espero que os guste. Jeje.

CAPÍTULO 16: LO PROHIBIDO

La luz entraba tenue a través de la persiana, acariciando sus párpados y llevándola a la consciencia, sin llegar a comprender la sensación de paz que se había adherido a su pecho, había dormido profundamente por primera vez en semanas y se sentía bien. Una sonrisa adornaba su rostro con los ojos aun cerrados, recordando poco a poco la intensidad del día anterior, los labios de Inés en sus labios, recorriendo su piel y encendiéndola como nunca, quemándole con sus besos, Inés tomando su primera vez, llenando un vacío en su pecho que no sabía que existía, convirtiéndose en la otra mitad de su vida y a la vez complicándola, a pesar de que no quería pensar en eso, no cuando se sentía feliz y dichosa amaneciendo en los brazos de su profesora, protegida y segura, libre y, sobre todo, dejándose enamorar por ella.

Intentó incorporarse para mirar la hora en el despertador, cuando notó un peso sobre su pecho, demasiado peso para ser el brazo de Inés. Abrió los ojos acostumbrándose a la luz que penetraba por la ventana y su sonrisa se hizo aun más grande al descubrir a Noah dormida, completamente aferrada a ella. Sus cabellos color miel alborotados sobre su propio pecho y, en una de sus pequeñas manos, aferraba con fuerza la camisa de su madre, la misma que arrastraba a todos lados.

No recordaba en qué momento la pequeña se unió a ellas en la cama de matrimonio pero, encontrarla durmiendo tranquila sobre su pecho, la obligó a tomar conciencia de algo que aun no había meditado. Inés era madre, tenía responsabilidades, una hija que dependía de ella por completo y, si al final compartían camino por los senderos de la vida, esa niña sería suya también, su responsabilidad.

Debía asustarse, era joven y no estaba preparada para atarse a algo tan grande como la maternidad.
La pequeña se removió, inquieta, sobre ella y balbuceó en sueños, aferrándose a su pecho con infinita confianza y borrando cualquier duda o temor que pudiese bailar por su mente.

Intentando no despertarla, se acomodó para tener una visión perfecta de Inés, durmiendo serena a su lado, sus piernas estaban enredadas de tan manera que solo el color de piel, uno más claro y otro ambarino, servían para diferenciarlas, el fuerte brazo de su profesora la mantenía sujeta en un abrazo protector y suave, estaba literalmente atrapada entre Inés y su hija, por lo que sonrió con ganas y se dedicó a memorizar los suaves gestos de la castaña, profundamente dormida. La ligera sonrisa que adornaba su rostro, su cabello castaño cayendo en cascada sobre la almohada, su cuello, las pequeñas manchas marrones que adornaban su piel, era tan bella que le quitaba el aliento y su corazón se desbocaba ante el recuerdo de sus dedos recorriéndola como si fuese de cristal.

Perdida en su atento escrutinio de su profesora, el despertador la sobresaltó, despertando a Noah debido a su salto y también a Inés que, adormilada, miraba a su alrededor intentando entender por qué no estaba sola en su cama.

La pequeña empezó a saltar entre una y otra, gritando completamente eufórica, haciendo que ambas mujeres se miraran y sonrieran, una cosa estaba clara y era que Irene se estaba ganado el corazón de las dos Arrimadas.

Atrapando a su hija para que se estuviese quieta, sin mucho éxito, ya que la pequeña pataleaba y luchaba por soltarse, se fundió con la muchacha en un profundo beso, roto por una sonrisa.

-Buenos días ¿Llevas mucho despierta?

-No mucho, me gusta mirar cómo duermes.

-El pequeño terremoto apareció de madrugada ¿te ha molestado?

-Para nada, parece que le gusté como almohada, pero no me molestó al contrario.

-¿A qué hora empiezas las clases?

Aula 155Donde viven las historias. Descúbrelo ahora