Miradas prohibidas

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Hola! Ya he vuelto a casa, así que ya no os escribo desde hogwarts *lagrimita* Espero que os guste mucho.

CAPÍTULO 17: MIRADAS PROHIBIDAS

Tuvo que contarle a su amiga, sin entrar en detalles, los largos meses de intercambio mudo que mantuvo con Inés, las notas entre sus apuntes, el tímido beso en su banco, sus miradas prohibidas... como la tarde anterior esa tensión acumulada había estallado con un beso en el despacho de la profesora, como huyeron ambas para entregarse sin pensar en las consecuencias, entre las cuatro paredes de la habitación de Inés, no eran nada más que dos mujeres que se entregaban con la intensidad de las llamas del infierno, no existían aulas ni clases, Inés no era profesora y ella misma una alumna ávida de conocimiento. Piel con piel eran amantes, libres, salvajes, sus ojos ardían de pasión, sus manos tenían vida propia y sus labios resecos, sedientos de ese magnífico elixir que la otra le proporcionaba. En esa habitación no existían edades, ni miedos, no existías trampas solo amor, gemidos y gritos, para expresar un sentimiento que las desbordaba y las lanzaba al vacío, donde tomadas de la mano expandían las alas.

¿Cómo explicarle a Ruby algo así? Tan mágico, tan suyo, tan íntimamente compartido con la dueña de sus pensamientos...

Por suerte para ella, la pelirroja no necesitó detalles, los ojos chocolate de su amiga brillaban como jamás lo habían hecho, sus palabras escondían un sentimiento profundo y, aunque estaba preocupada por las consecuencias de ese amor prohibido, supo que Irene iba a luchar con uñas y dientes por él, que sería imposible convencerla de lo contrario, era su mejor amiga y, verla feliz, bastó para que se decidiese a apoyar sin pensarlo esa relación.

Dejaron aparcado el tema cuando entraron a clase, más tarde lo retomarían, pues Ruby quería saberlo todo y no había manera de convencerla de que no pensaba contarle cómo era su profesora en la cama.

Risas y sueños era lo que expresaban ambas jóvenes, entrando en el aula para seguir aprendiendo, mientras en su despacho Inés cerraba los ojos, recreando en su mente cada detalle de su tarde anterior.

Irene era tan inocente que le quitaba el aliento, sus ojos cargados de infinita confianza, entregándose a ella por completo, sus lágrimas de emoción, su tenacidad por aprender, por devolverle uno a uno los gestos que tuvo con ella. Sus cabellos castaños acariciando su piel, sus ojos clavados en ella, inseguros y decididos a continuar, sus labios descubriendo experiencias nuevas, su risa cristalina, cada uno de sus besos...

Llevaba meses soñando con ese momento, poder besarla, perderse entre las sábanas, hacer suyo el tiempo, detenerlo para enamorarse sin prisa y sin pausa... Mas en ese momento, era tan real que le daba miedo. Con Ana todo había sido fácil, se amaron desde niñas, sin nada en su contra, siempre juntas, una relación que se fue madurando con el tiempo, con el paso de cada etapa, sin precipitarse y sin estar quietas... Con Irene todo se había dado demasiado deprisa, habían saltado al vacío sin pararse a pensar en la caída que se presentaba bajo sus pies.

No sabía cómo reaccionaría al verla en clase, si podría dominar el latido de su corazón desbocado, si encontraría las palabras para impartir su cátedra o, por el contrario, enmudecería en esa laguna chocolalate que le robaba el aliento. Abrió los ojos y se encontró con la imagen de su pequeña sobre la mesa, pensando irremediablemente una vez más en Irene, en como su hija se había adherido a ella para dormirse, su llanto al verla desaparecer... No solo ella había quedado prendada de la joven castaña, su Noah también y eso significaba poner nombre a su situación, pensar seriamente cómo iban a llevarla, pues ella podía salir herida pero no quería de ninguna manera que su hija también sufriera.

El reloj le avisó que debía dar clase, por lo que, con un suspiro, se armó de valor y cogió su maletín, dirigiéndose sin prisa a la 155 donde le esperaba su castaña de la primera fila.

Aula 155Donde viven las historias. Descúbrelo ahora