Paternidad

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En la congregación, Belen se había decidido quedarse un poco más, con cautela se acercó a ella Juan, aquel hombre que en ocasiones promulgaba la palabra.

—Hoy te divisé callada Belen, ¿está todo bien?

Con una expresión abatida asintió — Todo bien.

—No parece. A ver cuéntame, ¿Qué ocurre?

Preparándose para soltar uno de sus grandes miedos habló — Mi hija está descarrilada.

Con leve asombro preguntó— ¿Aurora?

—Si, Juan. Hizo nuevas amistades que poco a poco me la fueron cambiando y no son cambios para bien, son para mal.

—¿Has intentado conversar con ella al respecto?

—No, es muy difícil conversar con un adolescente

—No, no lo es mi querida Belen. Tienes que escuchar primero sus inquietudes y no atacar. — aconsejó

La vergüenza la recorrió por un momento al recordar que en cada oportunidad que Aurora quería conversar, ella respondía con agresión.

—Cuando agredes verbal o físicamente a una persona, bien sea tu hijo, sobrino o hermano, sin darte cuenta le trasmites un mensaje. Y ese mensaje es que no te confiará nada por miedo a la reacción. — callada observó al frente sin mirarlo. —¿Le has levantado la mano a tu hija?

Tomándose su momento para responder mintió — No.

Juan conociendo de años a Belen, supo que mentía, y aunque su mente moría por decirle que mentir era pecado, decidió callar y dejar el criterio a Dios.

—¿Cuánta libertad debería darle?— preguntó.

—Supervisar y respetar su privacidad no es sencillo. Pero tampoco puedes desprenderte totalmente de ella, ahogarla hará que tome una actitud rebelde y darle mucha libertad hará que se te termine de descarrilar, debes dominar ambas, debes tener equilibrio Belen

—¿Pasaste por esto también no? — inquirió incomoda

—Si, lo estoy pasando pero tenemos buena comunicación Belen, y no lo tomes a mal, pero cuando se llega a la adolescencia a veces es necesario tener la figura paterna

Mirándolo de reojo alzó su mentón y con cierta arrogancia respondió — No es necesario, a mi hija la puedo controlar yo fácilmente. — Juan en negación iba a intervenir cuando ella lo interrumpió — Gracias por escucharme Juan, nos vemos después.

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Conversando estaban Magda y Aurora cuando un hombre con su pequeña hija entraba al cafetín

—Papi, quiero chocolate. — pidió aquella dulce niña

Su padre asintiendo la tomó en sus brazos para caminar juntos hasta la caja, mientras en la cola se hallaban las risas de aquellas chicas llamaron su atención.

El rostro particular de aquella joven de cabello castaño llamó su atención. Le parecía familiar.

Y su corazón se aceleró.

Sus piernas de repente comenzaron a flaquear, la pequeña que estaba situada en sus brazos no notaba la reacción de su padre, el tragando saliva avanzaba hasta llegar a ser atendido sin dejar de observar aquel par.

—Buenas noches señor. ¿Puedo tomar su orden?

La voz de aquella empleada lo hizo tocar tierra, asintiendo varias veces pidió su orden, esperó unos momentos y luego de recibirla, pagó

R E L I G I O S A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora