Capítulo 5: Cautivado

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La mañana en Ciudad de México amaneció con un cielo pintado de nubes grises, la brisa fresca acariciaba los tiernos árboles. Y los alumnos del Campus MF se preparaban para su primera clase. A los chicos ese día la primera hora comenzada con la materia de inglés, la menos favorita del rizado. Al entrar a su salón se da cuenta que Diego está ahí, ambos platican amenamente y cuando menos lo esperan el timbre suena y Temo aún no llega ni manda mensajes de lo contrario.

La puerta se abre para dar vista a una maestra de nomás de 35 años, pelo castaño y cuerpo robusto. Llevaba un termo de café caliente en una mano y en la otra sostenía un par de carpetas llenas. A duras penas logra abrir la puerta y se queda ahí para recibir a todos y cerrar.

-Buenos días a tod...— su hablar queda en el aire cuando alguien más la interrumpe y unos pequeños pies chocan con los suyos deteniendo la puerta para evitar cerrarla, voltea y un Temo nervioso con respiración agitada lo espera detrás suyo.— Señor Cuauhtémoc, buenos días, por poco no logra entrar a mi clase.

-Lo sé, lo sé perdón por-por eso.— su voz suena temblorosa e incluso tartamudea un poco.— May I come in please?

-Of course.— La maestra da un paso hacia atrás para darle el pase y Temo entra. Todas las miradas están sobre de él, siente mucha pena y su mirada se coloca en el piso, puede escuchar como sus amigos comienzan a burlarse de él. Esta vez no se lo toma tan personal pero no quita que haya sido muy vergonzoso.

Se sienta al lado de Aristóteles que amablemente había apartado su lugar. Y su amigo empieza a reírse y el más bajo solo responde dándole un codazo.— No es gracioso imbecil.– sabe que lo es y no puede evitar contagiarse de la risa de sus amigos ante su situación.

La clase transcurre muy normal para todos menos para Temo, esa mañana esta más distraído de lo normal, algo esa mañana llamó su atención inexplicablemente, sin siquiera evitarlo. A su lado, un perfume muy delicioso estaba embriagándolo, así que se acerca al rizado y nota que es él el portador de esa excitante fragancia.

-¿De donde sacaste para comprar ese perfume que traes puesto?.— entre cierra sus ojos como juzgando a su compañero de haber robado algo.

-Me prostituí ayer y me compré un perfume, ¿huele bien verdad? A mi también me gustó.

-¿Y el perfume también?

Ari pica el estomago de su compañero con su lapicero y se burla anchamente. Temo era un pícaro sin remedio.

Ambos siguen anotando lo de la clase de ese día y Aristóteles siente una mirada muy intensa encima, mira a su lado de reojo y ve que Temo no deja de verlo. Realmente no era como algo que sucede cuando te distraes y fijas tu mirada en algo, su mirada se sentía intensa, podía sentirla. Como si realmente quisiera que él le devolviera la mirada pero no estaba seguro si estaba correcto hacerlo, así que finge una tos interna para despertar a Temo y hacerle saber que ya se dio cuenta que lo está mirando.

-¿Tengo algo en la cara?.— alza sus manos hacia su cara y muestra una mueca de confusión pero inmediatamente le regala una sonrisa.

Temo aterriza desde sus pensamientos y abre sus ojos más de lo normal y empieza a tartamudear a falta de argumentos.— Dios, este yo... no, solo que tienes una pequeña pestaña aquí.– finge quitarle algo de la mejilla e inmediatamente hace como que lo tira sin dejar que su compañero lo confirme primero.

-Ahh, vale. Ya me había asustado.– le regala su más hermosa sonrisa y ríe por las imprudencias de Temo.

Pero para el más bajo eso no era una imprudencia. Su cuerpo y alma actuaron otra vez inconscientemente para su mala suerte. De repente, volteo hacia Aristóteles para pedirle un simple lápiz y observo su cara, cada detalle que Aris tenía, desde sus bonitos rizos hasta su rostro y fue como si hubiera visto al rizado por primera vez. Nunca había notado lo suave que era su cara y como no portaba ni una imperfección alguna, ni siquiera una. Sus pestañas era lacias pero adornaba de una manera muy linda sus ojos. Su sonrisa, sus labios, Dios ¿por qué quería besarlo? Tenia que detener esos pensamientos antes de que sus actos actuaran por instinto, pero alguien más lo hizo y sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Aristóteles le habló. Ni siquiera el lo sabía, no tenía ni idea en qué momento dejó de prestarle atención a su alrededor para admirar cada imperfección inexistente de su amigo, simplemente ese día Aristóteles se miraba más hermoso de lo normal y tenía que admitirlo.

Sintió extraño y no entendía como es que todo eso le estaba pasando. Como de un tiempo hasta ahora comenzaba a sentir nuevas cosas, cosas que no lo hacían sentirse nada gusto y lo confundían cada vez más, así que intentó sostener firmemente que reconocer que un amigo era lindo estaba bien, era hora de normalizarlo de esa manera.

Pero igual sus emociones seguían fallando una y otra vez, las horas en el Campus pasaban demasiado rápido y sentía que no era tiempo suficiente para poder dedicarle unas miradas discretas a su compañero. ¿Cómo podía dejar de verlo cada 5 minutos? ¿Empezaba gustarle?

No, la respuesta tendría que ser que no. El que le latiera el corazón más de lo normal cada que lo veía no cambiaba para nada su amistad, solo era su amigo. Se aseguraba asimismo que así era.

Aunque para sus ojos Aristóteles fuera el niño más hermoso que sus ojos hayan visto en su vida alguna vez.

Cruce De Miradas - Aristemo #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora