CAPITULO 3 HACIENDO LAS PACES

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Al verle me quedo algo decepcionada, aunque feliz, ya que es Mario.

-         Hola preciosa – me saluda – siento haberme enfadado contigo, vengo en son de paz.

Le sonrio y acercandome a él le estrecho entre mis brazos, sin saber porque siento que le quiero y que le necesito.

-         Ven, vamos a la habitación – le digo.

-         Bien, yo me voy un ratito a ver a la abuela – me dice mi madre guiñandome un ojo – así que os dejo solos.

-         Gracias Mamí – le digo, dándole un suave beso en la mejilla.

Llevo a Mario a mi habitación y tras cerrar la puerta  se arrodilla ante mi y empieza a hablar.

-         Lo siento, nena. No quería decirte lo que te dije, lo siento, perdóname.

-         ¡Oh vamos Mario! Levantate.

-         Pero me perdonas – me suplica con ojitos de cordero degollado.

-         Claro, claro que te perdono.

Se levanta y me besa y abraza tirandome sobre la cama. En ese momento oimos la puerta de la calle cerrandose, sin duda mi madre ha marchado dejandonos solos. Mario no pierde el tiempo, y enseguida empieza a desabrocharme la blusa.

-         Mario, por favor, otra vez no – protesto.

-         Tenemos que hacer las paces – suplica él – y esta es la mejor manera.

-         Pero Mario, siempre lo hacemos asi, y....

-         ¡Shuuut1 déjate llevar, preciosa!

Mario desliza su mano por mi pierna, me acuesta sobre la cama, y siento como se adentra en mis braguitas.

-         ¡Oh, Mario! – musitó cuando siento sus dedos posandose sobre mi clitoris.

Empieza a masajearlo suavemente, y cierro los ojos, sus manos me hacen estremecer. Poco a poco me desnuda, besa mis senos, los amasa y los muerde, los debora como si fueran manzanas, mientras restriega su sexo erecto por el mio que cada vez está más húmedo. Él aún lleva los pantalones puestos. Busco la cremallera y trató de bajarsela, mientras sus manos siguen su camino imparable por mi cuerpo. Estoy ardiendo de deseo por él, y sé que él también por mí. Logro desabrocharle los pantalones y sacar su polla erecta y dura, altiva. La acaricio, y entonces, él me pone boca abajo sobre la cama, eleva mi culo y siento como introduce un par de dedos en mi vagina. Gimo, esto es maravilloso, pienso.Mueve sus dedos dentro y fuera de mí, mientras yo gimo y aprieto las sabanas con mis manos. Quiero pedirle que me la meta, pero sé que si lo hago me dirá que no, asi que me dejó hacer. Ahora además de sentir esos dos dedos follándome, siento también su lengua sobre mi clítoris, lamiendolo y chupeteandolo. Me siento en el cielo, totalmente excitada y deseando que vaya a más. Siento como Mario saca sus dedos de mí y deja de lamer mi clítoris y enseguida siento su glande empujando por entrar en mí. No sé como ni cuando, pero notó que ya se ha puesto el condón.

-         ¡Oh,sí,si! – musito embriagada de placer.

Mario me penetra y yo me siento en el cielo cuando su polla entra por completo en mí. Me toma por las caderas, yo elevo mis brazos y él se acuesta sobre mi espalda, llevando sus manos a mi clítoris.

-         ¡Oh, nena, que maravillosa sensación! – me susurra al oido.

Y empieza a empujar, a moverse haciendo que su polla entre y salga de mí, mientras con una de sus manos, masajea mi clítoris y con la otra pellizca mis pezones. Y todas esas maravillosas y eróticas sensaciones, me van llevando poco a poco, hasta la cúspide del placer. Siento su polla hinchandose dentro de mí,  empuja con fuerza una y otra vez, arremete sin parar dentro de mí, y yo empujó hacía él para sentirle más profundamente, hasta que mi mente se nubla y solo siento el placer que recorre mi sexo y se expande haciendome sentir satisfecha por fin. Cierro los ojos y me derrumbo sobre la cama sintiendo como él empuja con fuerza alcanzando también su orgasmo. Nos quedamos así, quietos, durante unos segundos, tal vez un minutos, mientras nuestras respiranciones vuelven al ritmo normal. Entonces él se aparta de mi y se acuesta a mi lado, yo me doy la vuelta. El se quita el preservativo y lo deja en el suelo. Me acurruco sobre su pecho y le beso en la mejilla.

EL HOMBRE DE MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora