Cuando era pequeño y fui por primera vez al colegio, mi profesora se
llamaba Julie, porque Siobhan no había empezado aún a trabajar en el
colegio. Empezó a trabajar en el colegio cuando yo tenía doce años.
Y un día Julie se sentó en el pupitre al lado del mío y puso un tubo de
caramelos Smarties sobre el pupitre, y dijo:
—Christopher, ¿qué crees tú que hay aquí dentro?
Y yo dije:
—Smarties.
Entonces le quitó la tapa al tubo de Smarties y lo inclinó y de él salió un
pequeño lápiz rojo, y Julie rió y dijo:
—No son Smarties, es un lápiz.
Entonces volvió a meter el lápiz rojo dentro del tubo de Smarties y
volvió a ponerle la tapa. Entonces dijo:
—Si tu mami entrase ahora y le preguntásemos qué hay dentro del tubo
de Smarties, ¿qué crees tú que diría? —porque entonces yo solía llamar a
Madre Mami, no Madre.
Y yo dije:
—Un lápiz.
Eso era porque cuando era pequeño no entendía que las demás
personas tuviesen mentes. Y Julie les dijo a Madre y a Padre que eso siempre
me sería muy difícil. Pero ahora no me resulta difícil. Porque decidí que era
una especie de rompecabezas, y si algo es un rompecabezas siempre hay una
manera de resolverlo.
Es como los ordenadores. La gente cree que los ordenadores son
diferentes de las personas porque no tienen mentes, incluso aunque, en el
test de Turing, los ordenadores pueden tener conversaciones con las personas
sobre el clima y los vinos y sobre cómo es Italia, y hasta pueden contar
chistes. Pero la mente no es más que una máquina complicada.
Y cuando miramos las cosas pensamos que estamos simplemente
mirándolas desde nuestros ojos como si mirásemos a través de pequeñas
ventanas y que hay una persona dentro de nuestra cabeza, pero no es así.
Estamos mirando una pantalla dentro de nuestra cabeza, como la pantalla de
un ordenador.
Y esto se sabe por un experimento que vi en la tele, en una serie
llamada Cómo funciona la mente. Y en ese experimento fijas la cabeza en
una abrazadera y miras una página escrita en una pantalla. Parece una página
escrita normal en la que nada cambia. Pero al cabo de un rato, cuando tus
ojos se mueven por la página te das cuenta de que pasa algo muy raro, porque cuando tratas de leer un trozo de la página que ya has leído éste es
diferente.
Y eso pasa porque cuando tu mirada va rápidamente de un punto a
otro no ves nada en absoluto y estás ciego. Y esos movimientos rápidos se
llaman sacádicos. Porque si cuando tu mirada va rápidamente de un punto a
otro lo vieras todo, te marearías. Y en el experimento hay un sensor que
capta cuándo tu mirada se desplaza de un sitio a otro, y cuando lo hace
cambia algunas de las palabras de la página en un sitio que no estés mirando.
Pero tú no te das cuenta de que estás ciego entre los movimientos
sacádicos porque tu cerebro llena la pantalla que hay en tu cabeza para que
parezca que estás mirando a través de dos ventanitas. Y no te das cuenta de
que han cambiado palabras en otra parte de la página porque tu mente aporta
una imagen de las cosas a las que no miras en ese momento.
Y las personas son distintas de los animales porque pueden ver
imágenes en la pantalla de su cabeza de cosas que no están mirando. Pueden
ver imágenes de alguien en otra habitación. O de lo que va a pasar mañana. O
pueden verse a sí mismos convertidos en astronautas. O imaginar cifras
realmente grandes. O series de razonamientos cuando tratan de deducir algo.
Y por eso un perro al que el veterinario le ha hecho una operación
realmente importante y tiene clavos que le salen de la pata si ve un gato se
olvida de que tiene clavos saliéndole de la pata y corre tras él. Pero cuando a
una persona la operan tiene una imagen en la cabeza del dolor que sentirá
durante meses y meses. Y tiene una imagen de todos los puntos que le han
dado en la pierna y del hueso roto y de los clavos e incluso aunque vea que se
le escapa el autobús no corre porque tiene una imagen en su cabeza de los
huesos aplastándose y crujiendo, y de los puntos soltándose y de más dolor
aún.
Y por eso la gente cree que los ordenadores no tienen mentes, y por
eso la gente cree que sus cerebros son especiales y diferentes de los
ordenadores. Porque la gente puede ver la pantalla dentro de su cabeza y cree
que hay alguien ahí sentado en su cabeza mirando la pantalla, como el capitán
Jean-Luc Picard en Star Trek: La nueva generación, sentado en su asiento
de capitán contemplando una gran pantalla. Y la gente cree que esa persona
es su mente humana especial que se llama homúnculo, que significa
hombrecito. Y cree que los ordenadores no tienen ese homúnculo.
Pero ese homúnculo no es más que otra imagen en la pantalla en su
cabeza. Y cuando el homúnculo está en la pantalla en su cabeza (porque la
persona está pensando en el homúnculo) hay otra parte del cerebro
observando la pantalla. Y cuando la persona piensa en esa parte del cerebro
(la que está observando al homúnculo en la pantalla) pone esa parte del
cerebro en la pantalla y hay una nueva parte de cerebro observando la pantalla. Pero el cerebro no ve cómo ocurre eso porque es como la mirada que va rápidamente de un sitio a otro. Cuando se pasa de pensar en una cosa a pensar en otra es como estar ciego.
Y por eso los cerebros de la gente son como ordenadores. Y no es
porque sean especiales, sino porque tienen que estar desconectándose
constantemente durante fracciones de segundo mientras la pantalla cambia. Y es porque hay algo que no pueden ver que la gente cree que tiene que ser especial, porque la gente siempre piensa que hay algo especial en lo que no puede ver, como el lado oculto de la Luna, o el otro lado de un agujero negro, o en la oscuridad cuando se despierta por la noche y tiene miedo.
Además las personas creen que no son ordenadores porque tienen
sentimientos y los ordenadores no tienen sentimientos. Pero los sentimientos no son más que tener una imagen en la pantalla en tu cabeza de lo que va a pasar mañana o el año que viene, o de lo que podría haber pasado en lugar de lo que ocurrió en realidad, y si es una imagen alegre sonríen y si es una imagen triste lloran.
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El curioso incidente del perro a medianoche [Completo]
Teen Fiction"El curioso incidente del perro a medianoche" es una novela que no se parece a ninguna otra. Elogiada con entusiasmo por autores consagrados como Oliver Sacks e Ian McEwan, ha merecido la aprobación masiva de los lectores en todos los países donde s...