Prólogo

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León se había ido, a pesar de que le supliqué que no me dejara, pero fue en vano; nada le importó. Aún recuerdo nuestra pelea con los ojos bañados en lágrimas... lágrimas de dolor.

—León, ¿acaso te vas? —pregunté cuándo lo vi haciendo su maleta—. ¿Por que no me contestas?

—¿Eres tonta o te haces, Emilia? —cuestionó con un tono mordaz, sin mirarme a la cara.

—Me dijiste que te quedarías conmigo —me acerqué tomándolo del brazo—. Me prometiste que no te irías con Nora.

—¡Fueron palabras vacias, Emilia! —exclamó zafándose de mis manos con fuerza.

En silencio, pero angustiada observé como hacía su maleta. No podía reaccionar a lo que estaba sucediendo. Cuándo terminó, caminó hacía la puerta de la habitación y salió. Reaccioné corriendo detrás de él.

—¡León, por favor, no lo hagas! —bajé las escaleras corriendo y me detuve en medio de la sala. Él no prestó atención a mis suplicas y siguió el camino hacía la puerta de la casa.

No podía creer lo que estaba pasando.

—León, por favor, no te vayas —le supliqué desolada. Me sostuve del sofá, ya que sentía que mis piernas flanqueaban y en cualquier momento dejarían de sostenerme. León no me miró y eso partió más mi corazón—. ¡Escucha, si cruzas esa puerta no habrá una segunda oportunidad! —le advertí y se detuvo. Por un instante creí que regresaría, pero me equivoqué.

Se giró hacía mí y me dijo dos palabras que partieron completamente mi corazón.

—Adiós, Emilia —y salió de nuestra casa.

Las lágrimas llenaron mis ojos y empaparon mis mejillas. El dolor era insoportable. En ese momento me di cuenta que todos los momentos hermosos que habíamos vivido, habían sido una gran mentira. Traté de reponerme. Me levanté, sequé mis lágrimas y tomé aire.

En un momento escuché mi teléfono sonar y vi que era Harry. Quería invitarme a salir, pero yo no estaba de humor. Estaba viviendo el peor momento de mi vida. Me disculpé con él y colgué.

Intenté mantener mi mente ocupada. No pensar en León, pero mi mente me jugaba una mala pasada y solo podía imaginarlo a él con Nora, juntos en una cama entregándose a la pasión. Me lo imaginaba a él, besándola a ella, acariciandola a ella...

No podía más. No podía seguir así, por lo que me tomé una pastilla para dormir y ya no supe más de mi.

....

No supe de León por muchos días. Sus padres se encontraban de viaje por un congreso de funcionarios de alto mando, así que no tendría que preocuparme por ellos. Podía estar en paz ya que no tendría que soportar a mi desagradable suegra. Si se enteraba, seguro me lo reprocharía. Ya la escuchaba diciendo comentarios como «Es mejor que León viaje solo, así no tendrá estorbos para hacer negocios», pero lo que no sabía la vieja, era que su hijo a veces no iba a viajes de negocios, sino a viajes para acostarse con Nora.

La Esposa Tonta 《Terminada》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora