Capítulo 6

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La inspiración.

La sentí ponerse a mi lado. Miraba al frente igual que yo y ahora que estábamos tan cerca, pude darme cuenta de que soy más alto que ella. Tiene la estatura perfecta para envolvernos en un abrazo y que ella quede a la altura de mi pecho, escuchando mí corazón, mientras yo descanso mi barbilla en su cabeza.

—¿Podrás con la actividad que te dejó tu profesor? —indaga. La miro.

—Por supuesto que puedo. He de suponer que oíste todo lo que dijo —asiente —. Entonces sabes que todo se trata de inspiración. Si estoy inspirado, lo demás vendrá solo.

Saco un lápiz, junto con un cuaderno de mi bolso. Lo abro y me preparo para inspirarme. Observo el dibujo, los trazos, la armonía entre colores. Ese efecto de profundidad y relieve que no cualquiera saber crear, es tan vivo como los colores. Cierro los ojos y respiro profundamente, deseoso que al abrirlos nuevamente, la inspiración llegue a mi.

Los abro.

Y nada.

No me golpeó la inspiración como otras veces suele pasarme. No sentí absolutamente nada, salvo la brisa fresca que de milagro pasó por este lugar y el maldito insecto que me entró por la nariz. Comienzo a expulsar aire fuertemente por esa fosa nasal mientras con el dedo me tapo la otra. Espero impacientemente que el bicho volador salga por donde mismo entró, pero lo único que consigo es ahogarme y comenzar a toser como un viejo con tuberculosis.

Escucho una risa a mi lado. ¡Joder! Se ríe como una hiena... Me encanta.

—¿Te ahogaste? —pregunta con burla.

—No, vale. Para nada. Pasa que a mi a veces me dar por toser así, siempre he querido saber si es posible escupir un pulmón. —dejó que la respuesta sarcástica menos fuerte que pude idear, salga de mi boca con la mayor naturalidad posible.

Ella, lejos de molestarse, sonrie. Es la primera chica que conozco que no desea tirarme por un pozo luego de responder así. Mi hermana me lanzaría lo que sea que tenga a la mano por la cabeza. Jo me acribillaria con las groserías que le daría pesadillas hasta el adulto más duro y mi compañera Jen, dejaria de hablarme.

Todas responden diferente, pero en algo si concuerdan y es que: Responder sarcásticamente es grosero.

Me paso por el culo lo que ese trio piense.

—No soy estudiante de medicina, pero no creo posible el escupir un pulmón —me sigue el juego.

—¿Sabes? No tenemos derecho de hablar de un tema que la sociedad consideraría loco, si no sabemos nuestros nombres. —opino.

—¿Crees que debatir sobre la inexistente posibilidad de escupir un pulmón es un tema loco a los ojos de la sociedad? —Enarca una ceja.

—Creo que la sociedad no es partidaría de las cosas nuevas.

Ella abrió la boca para decir algo, pero la fuerte voz del profesor MacPaint la hizo cerrarla.

—¡Lombardi! ¡¿Estás inspirado?! ¡No te veo inspirado! ¡¿Qué esperas para inspirarte?! —vocifera. Cierro los ojos con fuerza al oírlo acercarse y cuando se detiene detrás de mi, doy media vuelta.

—Hola. —saludo. Él frunce el ceño.

—¡Hola y una mierda! No voy a revisar tu cuaderno porque estoy seguro que no habrá nada en el. Pero más te vale entregarme el lunes un proyecto digno de un 10, porque de lo contrario estarás en problemas. —amenaza. Trago en seco y asiento.

Él me da una ultima mirada antes de retirarse. Lo miro marcharse y parpadeo atónito. ¿Acaba de regañarme? ¡Pero si yo no estaba haciendo nada! Además, estoy grandecito para que me anden regañando. Viejo amargado.

Seguro no le dieron anoche...

—Uy, que humor —murmura la rubia detrás de mi. Me vuelvo hacia ella.

—Disculpa, no escuché tu nombre —la incité a que me lo diga, pero su respuesta fue la menos esperada. Se rió.

—No te lo dije — se encoje de hombros.

Bufo —¿Tú no entiendes indirectas, verdad? —Rodé los ojos con diversión —Que me digas tu nombre, mujer.

—¿Qué vas a hacer con mi nombre? —pregunta.

—Eres un hueso duro de roer. —entrecierro los ojos en su dirección.

—Gracias. —sonríe.

—No era un cumplido.

Se ríe, encoje de hombros y se voltea, quedando de frente al mural y de espaldas a mí. Sin miedo a mojarse sus deportivos con los charquitos de agua, camina hasta la pared y alza una mano, pasando sus —a la vista —suaves dedos siguendo los trazos.

Una fuerte ventisca hace bailar su cabello hoy liso. Sentí un aroma dulce en el ambiente y no demoré mucho en descubrir que se trataba se su perfume. Suave, no muy fuerte, pero intenso. ¿Era posible esa combinación? No lo sé, pero en ella todo parece posible.

Uno de sus pies pisó una pequeña posita de agua, humedeciendo posiblemente todo el pié, pero no pareció molesta. Soltó una risa y siguió caminando. Pasando sus dedos por toda la superficie de la pared.

En ella podía ver una especie de conexión con el dibujo.

Las obras de arte se conectan y comunican entre si.

Mi pecho se infló de una sensación que jamás había experimentado antes, no pude evitar la sonrisa que se formó en mis labios y no dudé ni un segundo en tomar mi cuaderno y comenzar a trazar líneas. Luego de un segundo ellas mismas parecían hacerse solas, la idea simplemente fluyó.

Estaba inspirado.

Miré lo que había creado en la hoja, los trazos eran suaves por si debía borrar algo, y a pesar de eso, todo en conjunto transmitia una sensación de fuerza y poder asombrosa.

Levanté la vista para ver a mi fuente de inspiración pero ya no estaba. Y no hablaba de la pared, no, esa seguía ahí. Me refería a la chica de cabello dorado que había logrado conquistarme.

Ella se había ido.

Y yo sólo podía pensar: ¿Cómo coño es posible que no se haya emputado cuando su zapato se mojó?

La Chica De Las Escaleras Del Centro ❤(#1)❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora