Capitulo 8- Maternidad

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Sami comenzaba a despertarse, le dolía todo el cuerpo. Apenas notaba las manos y los pies. Tenía un terrible dolor de cabeza. Todo era muy confuso, no sabía cuándo se había quedado dormida. Hasta que pequeños recuerdos fueron apareciendo en su mente.

El doctor diciéndole que empujara una y otra vez, las enfermeras sujetándole las piernas y dándole apoyo. Edgar a su lado, cogiéndole de la mano y acariciándole la cabeza, susurrándole al oído que ya faltaba menos, que tenía que ser fuerte, en breves tendría a su bebe en brazos y todo ese agonizante dolor pasaría a formar parte del pasado. Un pasado que si bien era doloroso también era precioso de recordar.

Ella solo podía decir que le dolía mucho, que no aguantaba más, gritaba y gritaba de dolor pero nada serbia, al bebe le costaba salir. Pero ese no era su momento, solo estaba de ocho meses ¿y si por ser prematuro le ocurría algo? ¿Habría sido su culpa por no seguir las indicaciones del médico estrictamente?

A veces se había pasado con la comida, es cierto, pero eso no tendría nada que ver ¿no? Y de vez en cuando acortaba un poquito su paseo diarios, pero es que estaba muy cansada, los pies y las manos se le hinchaban en seguida y últimamente no podía pasear muy lejos de un lavabo porque cada dos por tres tenía que utilizarlo. Pero esas no eran razones para que se le hubiera adelantado el parto.

¿Y dónde estaba su madre? Recordaba haber preguntado por ella un par de veces.  Agradecía que Edgar no la hubiera dejado sola, pero sentía que hay tenía que estar su madre, pues ella la había apoyado en todo y siempre había estado a su lado.

Después de empujar y empujar una y otra vez, por fin pudo escuchar el llanto de un bebe, su bebe. Era el sonido más maravilloso que había oído en toda su vida. Sami recordaba que tras oír esa preciosa vocecita no pudo hacer otra cosa que sonreír. Quería cogerlo, tocarlo, besarlo, verle la carita.

-Mi bebe- pudo decirle  a Edgar en un susurro.

La enfermera que lo estaba limpiando se giró muy sonriente y miró a la feliz madre.

-Es un niño- comunicó a Sami.

-Se llamara N…- pero no pudo seguir. Otra contracción la obligo a volver a gritar con todas sus fuerzas.

Recordó como Edgar le decía al doctor que porque seguía con las contracciones si el bebe ya había nacido. Cuando el doctor le contesto que todavía no habían acabado, que había otro bebe, su cara fue un poema, miro a Sami y vio su rostro de terror. Volver a empujar, seguir con aquella agonía, ese dolor insufrible que la estaba partiendo en dos, se veía reflejado en su cara.

Tras esa contracción los recuerdos se Sami se volvían aún más difusos. Todo lo ocurrido con antelación le había venido a la mente enseguida pero después, solo tenía imágenes sueltas.

Imágenes que eran muy parecidas a las que había vivido apenas diez minutos antes. Edgar dándole consuelo con sus palabras y caricias. El doctor marcándole cuando debía empujar y esta vez, solo una enfermera a su lado.

Finalmente escucho otro llanto y tras informarles que el segundo bebe estaba en perfectas condiciones se dejó arrastrar por los brazos de Morfeo y cayó en un profundo sueño. Su cuerpo había decidido por ella, la había obligado a descansar pues el parto de dos bebes le había provocado un desgaste físico muy elevado.

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