Capitulo 10- visitas inesperadas

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-Vamos Sami el último esfuerzo- animo Edgar

-¡Hay! Edgar las abdominales me matan, ¿Puedo parar ya?- suplico ella.

-No, haz cincuenta más y entonces ya habremos acabado. Llevamos más de una semana haciendo ejercicio. Seguro que cada vez te cuesta menos. Venga un poquito más- negocio él.

-¡¿Cincuenta?! Claro que cada vez me cuesta menos, sobre todo cuando me peso y veo que he adelgazado, pero es que tú cada vez pones los entrenamientos más difíciles.

Esas peleas se habían convertido en el pan de cada día. Edgar había adquirido el papel de entrenador personal de Sami. Cada día se levantaban una hora antes y hacían sus ejercicios. Acompañados de quejas por parte de Sami, que aun sabiendo que era por su bien y que era ella misma quien lo había pedido no aguantaba con tanto y a Edgar le encantaba discutir con ella. Hacía que el entrenamiento fuera más entretenido e incluso divertido por la gran variedad de quejas de Sami.

Entre ellos se había establecido una conexión muy fuerte. Ahora prácticamente se lo contaban todo. Gran parte de su tiempo libre lo pasaban juntos y los dos estaban encantados. Se habían vuelto muy buenos amigos.

-Cincuenta- dijo en un susurro ahogado –ya está, las cincuenta malditas abdominales hechas.

-Muy bien, ala, ya eres libre- sonrió mientras la miraba levantarse del césped- Espero que hagas este entrenamiento cada día mientras yo este fuera- comentó haciéndose referencia a los cinco días que Edgar iba a estar en la ciudad.

Con lo bien que se llevaban, había sido muy sencillo ponerse de acuerdo en cómo orientar la temática del campamento. Así que prácticamente esta semana habían cambiado todo lo que tenían pensado y habían creado otras actividades mucho más divertidas. Ya lo tenían todo acabado y zanjado. Solo les faltaba darse a conocer y encontrar niños deseosos de venir a disfrutar de este mundo de piratas.

Por eso Edgar se marchaba a la ciudad, había concretado citas con colegios y con centros de actividades extraescolares con la esperanza de que contratasen sus servicios.

La decisión de quedarse en la ciudad fue de Sami. El viaje hasta allí era largo y Edgar perdería mucho tiempo viajando, así que hablo con Carmen y con Oscar para que permitieran que Edgar se quedara a dormir a la casa que ellos tenían allí y tras tratar de convencerle durante un rato él aceptó a regañadientes.

Eso le dio que pensar a Sami, Oscar, su padre, viajaba cada día a la ciudad para atender los negocios que allí tenían y volvía por la noche. Eso seguramente le agotaba mucho, aunque él no se quejara.

Tendría que hablar con sus padres, les diría que no podían seguir las cosas así y que era mejor que volvieran a su antigua casa, desde allí seguramente trabajarían mejor.

 Si es verdad que aquí estaban con ella y con sus nietos pero no tenían la intimidad que se merecían tener. Desde que nacieron Noa y Neizan dormían separados, Carmen dormía con Sami para ayudarla por las noches con los niños y Oscar dormía en una habitación de la segunda planta, al lado del cuarto de David y el de Edgar. No podían seguir así.

-Lo intentare, lo prometo- dijo mientras cruzaba los dedos a la espalda – ¿Ya lo tienes todo listo para estos días?- Cambió de tema rápidamente, si podía escabullirse de un par de entrenamientos… divinamente.

-Sí, después del almuerzo me iré- contesto con un deje de tristeza en la voz.

-¿Qué pasa Edgar? Te noto raro- comento mientras caminaban hacia la casa.

-Es solo que no me hace gracia irme, Macarena está a punto de dar a luz y no me gustaría perdérmelo- explico haciéndose referencia a la yegua.

Últimamente cuando no estaba con Sami o con los niños, estaba con David y le ayudaba con los caballos. Le encantaba tratar con ellos, alimentarlos y hacerles correr. En esos momentos sentía paz, solo existía él y el animal. Por eso no le hizo mucha gracia tener que ir a la ciudad. El parto de Macarena era una cosa que esperaba con ansia.

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