Muchos de los autores eran noctámbulos, que cuando se acercaba la tarde, la redacción explotaba en vida. La mayor parte de los autores que Toya Sakurai dirigía, como el resto del mundo, trabajaban mejor de noche. Tal vez así era más fácil escribir sobre crímenes.
El departamento de Toya publicaba constantemente novelas de misterio, que fue, sin duda, lo que le había dado una idea tan tonta. Lo mismo explicaba las palabras desconcertantes que acribillaban las conversaciones telefónicas de sus colegas: discutían las mejores opciones de armas, tiempos estimados de la muerte, y motivos del homicidio.
A pesar de que a Toya le gustaba el misterio, el hombre esbelto y compasivo no encajaba para debatir tales ideas sanguinarias. Su novia, Miwa, se lo había dicho, y sus amigos de la universidad también. Al parecer su imagen no concordaba completamente con el nuevo departamento al que había sido transferido. El antiguo departamento de Toya se encargaba de literatura culta. Había sido un ambiente relajado, y seguía sin acostumbrarse a las marcadas diferencias de esta atmósfera.
Las oficinas de la división editorial de literatura popular de Publicaciones Sozan estaban en el octavo piso de un edificio de veinte, y las oficinas principales de redacción de literatura y ficción estaban a su lado. No habían paredes en el piso, así que las oficinas estaban divididas con mamparas. Pero a pesar del hecho de que sólo una delgada pared los separaba, la atmósfera de los dos departamentos difería en casi todas las formas imaginables.
—¡Oh, no! ¡Es terrible! —una mujer chilló en el escritorio al lado de Toya. Él fue a ver sin pensarlo.
—¿Qué sucede?
—Envíe el archivo incorrecto a los impresores del epílogo del Señor Furuta.
Eso por sí sólo no le pareció a Toya una crisis. Medio sollozando, la mujer explicó que los correctores de pruebas habían hecho algunos cambios al epílogo que el autor quería ajustar ligeramente, y ahora había enviado accidentalmente el viejo archivo.
—¿Qué voy a hacer? Mi vida se terminó.
El proyecto ya había sido apresurado para finalizarlo, su fecha de lanzamiento se aproximaba. La mujer parecía, en general, descuidada; había olvidado distribuir los encartes, y también olvido verificar dos veces la faja para las erratas. Y cada vez, entraba en pánico.
—No te preocupes. El epílogo es corto, entonces los impresores lo pueden agregar manualmente en la imprenta. Tan pronto como revisen las pruebas en la fase de planificación, todo estará bien.
—¿E-eso crees?
—Sí, estará bien. Deberías decírselo al Señor Furuta, también. Estoy seguro que no se molestará.
—De acuerdo. Le haré saber.
Con un problema resuelto, otro se avecinó mientras el teléfono en el escritorio de Toya clamaba atención.
Deslizando sus dedos entre su cabello castaño oscuro, iluminado por el sol del atardecer, Toya levantó el teléfono. Su escritorio estaba en el lado occidental del edificio y le daba demasiada luz del sol, que brillaba a través de las persianas. A menudo hacía arder los ojos sensibles de Toya. —¿Diga?, división editorial de literatura popular.
—Habla Hodaka.
La voz de un hombre que no reconoció cosquilleó en sus oídos, dándole a Toya una pasajera sacudida que hizo detener su mano.
—Llamo para hablar con el Señor Makihara.
El melancólico y suave tenor del orador dejaba traslucir aspereza en el mismo, así como un dejo a miel. Sus reminiscentes tonos persistían en los oídos de Toya, amenazándolo con arrastrarlo. Era esa clase de voz.
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The Guilty | El culpable
Художественная проза-Te deseo más y más -susurró el hombre, tan cerca que su aliento rozaba el oído de Toya. Su voz era fascinante y engañosa, lo suficientemente dulce para embriagar. Toya Sakurai siempre había querido tener en sus manos los libros de Kai Hokada antes...