Capítulo 10

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Recordar era la peor parte.

Entre más trataba de olvidar, más se apoderaban los recuerdos amargos y desenfrenados a Toya, negándose a dejarlo. Pero mientras se enfrascaba en su trabajo, comenzó a pensar que podría olvidarse de todo.

Aún seguía sin poner alguno de los libros de Hodaka dentro de su maletín. Oponía resistencia a deshacerse de ellos, así que los guardó en una caja de cartón para no tenerlos a la vista. Tal comportamiento como de niña le hizo sentir absurdo, pero lo tenía que hacer, o si no perdería la suficiente determinación para olvidar a Hodaka.

Enero llegó y comenzó el nuevo año.

Regresó a trabajar mientras el espíritu de las festividades desaparecía. Cuando llegó, Toya se detuvo en seco por el rostro abatido de Makihara.

—¿Se encuentra bien, Señor Makihara?

—Hodaka dijo que ya terminó el manuscrito, pero que no me lo va a dar a mí. No sé que le pasa.

Los ojos de Toya se abrieron por la sorpresiva explicación de Makihara.

—¿Está hecho?

—Eso dijo. No sé que hacer.

—¡No lo puedo creer! —la voz de Toya se quebró de emoción.

Lo quería leer. Quería saber en qué tipo de libro se había convertido el manuscrito de Hodaka. Se supone que iba a cortar cualquier lazo con el hombre, pero llegado el momento, esa decisión se desplomó muy fácilmente.

Pero Toya no estaba seguro de que no se iba a poner nervioso si veía cara a cara a Hodaka o si escuchaba su voz.

Makihara contempló a Toya, cuyos sentimientos combatientes lo habían incapacitado de hablar, y le dio una palmada amable en el hombro. —Está bien. No tienes que preocuparte.

—Pero... Quiero decir, podría ser mi culpa. ¿Por qué no le llamo?

La gente en la oficina estaba siendo por igual amables con Toya desde que había roto su compromiso, pero fue su decisión el entregar las responsabilidades de edición de Hodaka. Si él estaba ofendido por esto, Toya era el único que asumiría la responsabilidad.

—¿Seguro?

Al ver el alivio en el rostro de Mikahara, Toya se convenció que lo tenía que hacer.

Cuando llamó a la casa de Hodaka, contestó la mucama y le dijo que se había ido desde hacia dos días. No fijó una fecha para su regreso ni tampoco le dijo a donde iba.

Después de pensarlo un rato, Toya decidió hacer uso de su teléfono personal para llamar al celular de Hodaka. Después de varios intentos, Hodaka contestó.

—Hace tiempo que no sé nada de ti.

—Me disculpó por ello. De hecho, le llamo por el manuscrito que le solicitamos.

—Vas directo al grano, ¿eh? Ni rastro de simpatía.

La voz de Hodaka estaba cargada de veneno, como si hubiera percibido el deseo de Toya por terminar la conversación lo más pronto posible.

—Le pido perdón. Pero escuche que ya había terminado de escribir.

—Prometí darte el manuscrito. Si lo quieres, ven y consíguelo.

Toya ansiaba leerlo en ese preciso instante, pero decidió no sugerirle a Hodaka que se lo enviara por correo. Este era el manuscrito que tanto había deseado. Si Hodaka se ponía de mal humor, podría amenazar en llevárselo a otra editorial. Eso era demasiado terrible como para considerarlo.

The Guilty | El culpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora