El culpable / El fruto de su felicidad

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El cuerpo de Toya estaba pesado. Era raro que estuviera afiebrado. Moverse era una causa perdida. Pero aunque se diera vueltas en la cama, estaba reacio a moverse más que eso.

Cuando sintió algo frío en la frente, abrió sin ganas los ojos.

—Toya.

La voz dulce y serena del hombre le hizo cosquillas en los tímpanos. Una figura oscura como de muñeca entró a su campo de visión, como si una delgada película cubriera sus ojos, antes de que la imagen se volviera nítida.

—Señor.

—Tienes fiebre. ¿Cómo te sientes? —Kai Hodaka, uno de los autores que Toya dirigía, tenía la mirada fija en él, luciendo preocupado, raro en él.

Finalmente Toya se dio cuenta que se encontraba en el dormitorio principal del departamento de Hodaka, y se ruborizó por reflejo. Alguien lo vistió con las pijamas del hombre. Debió de haber estado muy mal, ya que al parecer se había quedado dormido.

Varios días habían pasado volando desde que regresaran de la mansión de Hodaka en Hayama, donde la vida de Toya dio un vuelco.

Toya regresó a trabajar como siempre. Con la finalidad de retribuir algo del tiempo que perdió al quedarse en Hayama, tuvo que renunciar a unos días de sus vacaciones. Recordaba que se había quedado dormido cuando platicaba con Hodaka, pero no sentía que estuviera contrayendo fiebre.

—Estoy bien. Solo un poco caliente.

Cuando Toya trató de levantarse Hodaka lo detuvo, mirándolo con el ceño un poco fruncido.

—¿Estás enfermo?

—No lo creo. Ultimamente hemos estado agobiados de trabajo con las correcciones de prueba. Quizás estoy cansado por esa razón —dijo Toya sin ánimo.

Hodaka dio una respuesta somera, cuidando a un Toya inquieto.

—¿Quieres alguna medicina para el resfriado? Estoy seguro que tengo, y si no es así, puedo ir a la tienda.

—¡No, estoy bien! —Toya se apresuró a sacudir la cabeza. No tenía la intención de hacer correr a Hodaka en medio de la noche para buscar una medicina.

—Entonces, ¿hay algo que te pueda ofrecer?

—No puedo pensar en nada —tan pronto como dio su respuesta, el estómago de Toya gorgoteó ruidosamente. Se puso de un rojo intenso, y Hodaka rió.

—Estás hambriento.

—Bueno, eso creo. Un poco.

Toya había venido directo al departamento de Hodaka después de dejar la oficina, y estuvo demasiado ocupado para comer algo. Cuando llegó, Hodaka estaba bebiendo whisky. Toya se sintió muy apenado por preguntar si ya había comido, así que se empinó algunas cervezas en su estómago vacío.

Todo quedo en blanco después de eso.

—Entonces, ¿te gustaría algo de comer?

A Toya no le importaba qué comiera, siempre y cuando estuviera bueno y le refrescara el camino hacia el estómago. Sin embargo, no le podía dar a Hodaka una petición tan vaga. La avena era un plato clásico para las personas enfermas, pero Toya sabía que la cocina no era el punto fuerte de Hodaka. Hizo memoria de lo que no era exactamente una ensalada, con verduras crudas desperdigadas juntas en un plato.

—¿Tendrá una manzana o cualquier otra fruta? —preguntó Toya.

—Creo que tengo unas manzanas.

—Entonces eso quiero. Puede dejarle la piel, basta con solo lavarla.

—Hasta yo sé cómo pelar una manzana. Ya regreso —Hodaka sonrió y le palmeó la cabeza, después dejó la habitación.

The Guilty | El culpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora