La tercera noche no llegó mucho después que eso. Había ido por trabajo, trayendo noticias sobre los contratos de edición en el extranjero y las reimpresiones, y había sido arrastrado a otra partida.
Toya mordió su labio mientras observaba como la bola nueve caía en una tronera con un sonido nítido. Su cara palideció tomando con calma la situación.
—¿Viniste aquí para perder a propósito? —Hodaka tenía una mirada de asombro mientras veía los tiros torpes de Toya.
—¡Claro que no! —pensó que había mejorado. Compró un libro de billar; había grabado las reglas en su cabeza y estudió como calcular la mecánica de las bolas. Pero aún así, seguía perdiendo de forma espectacular. Hasta sentía pena por sí mismo. Mordió sus labios hasta que se tornaron blancos.
Hodaka posó su dedo sobre el labio superior de Toya. Sintiendo vergüenza por la sensación del dedo índice recorriendo suavemente sus labios. Hodaka sonrió con regocijo a la respuesta de Toya.
—Te cortarás tu labio si no tienes cuidado.
—No me importa.
—No es de mucha clase hacer que alguien pruebe la sangre cuando te besa.
Las mejillas de Toya se sonrojaron por la objeción sincera. De todos modos jamás lo había besado.
—Me pregunto que debería hacer contigo hoy.
Hodaka lo empujó contra el muro, cortándole su vía de escape. Sujetó los brazos de Toya y los alzó por encima de su cabeza, inmovilizándolo contra la pared. Toya gritó por la sorpresa.
Agarrando fuertemente sus muñecas, el hombre apartó suavemente las piernas de Toya con una rodilla. El fuerte muslo de Hodaka presionó con destreza su ingle, y Toya suspiró a su pesar.
Hodaka frotó con su muslo interesadamente la entrepierna de Toya. El suave movimiento circular que hacía era como un caricia urgida. Toya sintió que sus caderas cedían paso, rebajándolo.
—Señor Hodaka...
—¿Hasta esto te hace correrte? —preguntó con desdén, y Toya se dejó llevar. Se podía dejar derrumbar, podía destrozarlo. Sintió como la razón lo abandonaba. Como si estuviera rodando cuesta abajo.
Toya miró hacia arriba a Hodaka, sus ojos húmedos no le permitían ver, así que rápidamente bajo la mirada. —No.
—Te puedo apostar que ya estás duro. Déjame ver.
Su voz tentaba a Toya. Esa misma voz que traía a otros bajo su dominio, haciendo imposible para él mantener la compostura.
—Muéstramelo.
Toya tercamente negó con la cabeza. No quería que Hodaka lo viera, porque era cierto que estaba excitado. El trato atroz de Hodaka lo puso duro. Con nada más que insultos y toques apáticos que lo encendieron.
No era más que un juguete para él, y aún así no podía estar sino excitado.
Toya volvió sus ojos húmedos hacia Hodaka, suplicándole. Si su cuerpo iba a ser destrozado, al menos quería mantener el control sobre su razón. Si no lo hacía, no le quedaría nada más.
—¿Entonces por qué no me dices como te sientes? Te premiaré si lo haces.
Después de tanta tentación, Toya cedió. Quería confesar todo. Quería decirle que estaba empapado y desesperado por llegar al clímax. Pero al mismo tiempo, sabía que si le daba vida a esas palabras, no volvería a ser el mismo. Así que se resistió.
En ese momento, sonó el teléfono. Toya se sorprendió por el sonido. Hodaka le miró, y se disculpó porque debía contestar. Desplomado en el suelo, Toya sintió que había sido liberado muy fácilmente.
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The Guilty | El culpable
General Fiction-Te deseo más y más -susurró el hombre, tan cerca que su aliento rozaba el oído de Toya. Su voz era fascinante y engañosa, lo suficientemente dulce para embriagar. Toya Sakurai siempre había querido tener en sus manos los libros de Kai Hokada antes...