Capítulo 8

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Toya compró una lata de café sin azúcar de una de las máquinas expendedoras en el vestíbulo camino al elevador. Tomó una bebida, pero no fue suficiente para aclarar su cabeza. Su cuerpo estaba tan entumecido que no quería moverse ni un milímetro. Siempre era así el día después de dormir con Hodaka.

El placer que había conocido antes de estar con Hodaka era, en comparación, como la simplicidad decepcionante de una broma de niños. Como consecuencia, el sexo con él era algo intenso. Estaba perdido desde el instante en que el hombre se adueñaba de sus pensamientos. Su deseo había tomado la delantera a su razón, y con todo descaro lo buscaría.

Su relación había pasado muy rápido al ámbito privado como para seguirla llamando una relación editor-autor. Hodaka reinaba el cuerpo de Toya y él absorbía la sensualidad que le daba Hodaka. Eso era todo. Era una relación primitiva y sin complicaciones.

Sin poder escapar de su estado, Toya pasó sus días descansando.

No tenía caso contar las veces que habían dormido. Su relación con Hodaka lo obsesionaba. Era como un adolescente que pensaba únicamente en el sexo. Había ido a la casa de Hodaka tres días seguidos, y cada vez satisfacía su comportamiento indecente. Y aún así no podía romper la relación.

Tenía miedo de una introspección cercana, sumergiéndose en este deseo inmoral, y siempre oponiendo resistencia de hacerla.

Su cuerpo se volvió débil una vez que conociera el placer. Instantáneamente sucumbía ante la persecución e impulsos de Hodaka. Siempre era el único en pedirlo. Fue a buscarlo varias veces, pero nada saciaba el vacío en el interior de Toya. Lo que dolía era su corazón, no su cuerpo; incapaz de resistir la velocidad con la que Hodaka rehacía su cuerpo.

Hubiera sido más fácil si Hodaka dispusiera tanto de su corazón como de su cuerpo. Entonces Toya no tendría que pensar en todo ello.

Lo único que lo salvaba era el hecho de que Hodaka era un hombre de palabra.

Si Toya pasaba una noche con él, Hodaka escribiría más del manuscrito. El acuerdo fue de veinte páginas por vez, pero al parecer cuando estaba de humor, escribía más que eso. El hecho de que el cuerpo de Toya se convirtiera la base para su intercambio justificaba su actuar. Y a ese paso, el manuscrito estaría finalizado dentro del año.

Una vez terminado, su relación con Hodaka llegaría a su fin. Cuando Toya tuviera el manuscrito en sus manos, todo se arreglará por sí solo.

Tenía que terminar rápidamente con esto y regresar con Miwa. Tenía que romper con esta relación de culpabilidad y pensar exclusivamente en ella.

Sabía que estaba engañando a Miwa. Y a medida que Toya se volvía más frío con ella, la absurda perversión de lo que hacia comenzaba a ser cada vez más insoportable. No tenía las agallas para ver a Miwa. Le había cancelado citas y puesto excusas para posponer la búsqueda del salón para la ceremonia para su boda.

Se compadecía de sí mismo. Todo lo que hacia carecía de convicción. La idea de que de hecho podía poner fin a esto cuando quisiera no era más que una mentira piadosa.

—Hola, Sakurai —Yoshikawa, un compañero de trabajo, lo saludó con la mano y se acercó—. ¿Qué pasa? No te ves nada bien.

—No es nada. Sólo he estado algo cansado.

—Es como si siguieras haciendo de la noche día. ¿Es cierto que el nuevo libro de Uchikura ya está siendo reimpreso?

—Sí. Tienen una buena imagen para la portada y las citas para la camisa vienen de excelentes fuentes.

—¿Y cómo te va con Hodaka? Escuché un rumor sobre él y Mari Tanaka. Espero que se logre concentrar en el manuscrito.

—¿Mari qué? —Toya estaba bastante seguro que era una actriz de casi treinta años, halagada como una belleza por el público intelectual. Recientemente participó en una conferencia de prensa con Hodaka para una revista. No sabía lo que pasaba con ellos.

The Guilty | El culpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora