💌 Capítulo 30 💌

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¡Querido Diario!

El cielo que tanto gozo mirar, ya no es color azul, ahora tiene un tono grisáceo como el de las nubes, ven tan grandes y frías. Quieren llorar, se ven tristes. Sufren. Sufren al igual que yo, pero su tristeza es temporal, porque pronto llorarán y regarán los árboles y plantas que otras personas no riegan y, después de eso se volverán blancas en su totalidad porque ya habrán terminado su ciclo. Así funciona la vida. Las nubes al igual que todo en esta vida tiene un propósito y no podemos irnos hasta cumplirlo, o eso quiero creer.

Y lo que yo me pregunte es, ¿cuál es mi propósito? Me preocupa no saberlo ¿Podrías decirme cuál es? ¿Qué hago aquí?

No sé que estoy haciendo...

Unos golpes en la puerta me hacen despegar la vista de mi Diario, un hombre de bata blanca entra a la habitación de paredes del mismo color en compañía de mamá.

— Buenas noticias, Haysel. Ya puedes irte a casa. Al parecer todo está bien así que no veo razón de tenerte aquí más tiempo

— ¿Me envía a casa por qué ya no hay más qué hacer conmigo o por qué de verdad puedo irme? — pregunté sin pensar

— Haysel

— Déjela sr Sellers. Escucha Haysel, se lo que estás pensando, y créeme, no es eso

— En las películas los doctores nunca son honestos hasta que los protagonistas piden la verdad

— Es cierto, pero esta no es una película

— Y quizá tampoco somos reales. Quizá somos sólo una ilusión de la mente de alguien más, quizá estoy soñando, realmente no me importa el mundo paralelo en el que quizá estoy, sólo quiero la verdad para ir a casa a dormir durante horas para después comer chocolate y poder seguir durmiendo

— Todo está bien contigo, Haysel. En caso de que haya alguna irregularidad te lo haré saber antes que nadie

Asentí con la cabeza en afirmación, el doctor imitó mi gesto y salió de la habitación. Mamá camina hacia mí con un bolso en las manos.

— Te traje algo de ropa — me da el bolso

Traté de pararme de la camilla, veo a mamá acercarse para brindarme su ayuda así que levanto una mano impidiendóle seguir.

— Yo puedo, mamá — digo un tanto brusco

— Sólo trato de ayudar — puso una mano en mi hombro derecho, toma un mechón de cabello entre sus dedos y lo acaricia con una sonrisa, la cual se desvanece en cuestión de segundos y es reemplazada por una mueca nerviosa. Trata de disimular su cambio de humor, he intento ver qué ocurre pero ella aparta la mano con rapidez.

Creo saber lo que pasa, y para confirmar mis sospechas llevo mis dedos a mi cabello para acariciarlo, observo mi mano y los cabellos que hay en ella. De inmediato siento ganas de llorar, pero me contengo y con ayuda de mamá llego al baño para poder cambiarme. En el bolso había un pans holgado de color gris y un suéter rosa pastel, una blusa negra de tirantes y un par de tenis, me vestí y después de lavar mi cara salí del baño.

— ¡Mamá! — chillé escandalizada al ver a mamá sentada en la camilla leyendo mi diario

— ¿Quieres explicarme por qué escribes éstas cosas, Haysel? — pregunta molesta, mostrándome el diario para que lo mire

— Eso es privado — bufé molesta

— ¿En serio crees qué te vas a morir? — ésta vez su voz suena apagada, triste — ¿Crees qué dejaré que eso suceda? — una lágrima rueda por su mejilla

Con amor, HayselDonde viven las historias. Descúbrelo ahora