C I N C O

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—Necesito un trago —digo de pronto, sorprendiendo a todos. Incluso a mí mismo.

—¡Venga! —exclama Keith aplaudiendo—, secundo esa idea.

—Daniel, no creo que sea buena idea —dice Joe mirándome con desaprobación—, además, ¿de dónde lo sacarás?

—Del mismo lugar del que lo saca mi madre. Al parecer mi padre tiene mucho.

—¿Y arriesgarte así como así a que te de una buena reprimenda? —pregunta mortificado.

—Mira Joe, a estas alturas, después de lo que le dije hace un rato, dudo mucho que mañana no me vaya a regañar de todos modos, así que... haré que valga la pena el regaño y que me castigue por las dos cosas a la vez.

Mientras Sam y Keith sonríen emocionadas por tomar algo más fuerte que el refresco de manzana, me dirijo al estudio de mi padre para obtener la llave de la cabina que tiene.

El estudio de mi padre me da nauseas. Hay un olor a tabaco profundamente impregnado en los muebles. El escritorio de caoba es de esos típicos de empresarios de antaño, de los que guardan sus más profundos secretos en esos cajones. A excepción de que mi padre es simplemente un experto en mercadotecnia que no tiene nada oscuro o sucio que esconder. Porque era así, ¿verdad?

Hago caso omiso a mi creciente curiosidad por hurgar entre sus archivos y me dirijo directamente hacia la cómoda donde lo he visto guardar su llavero. No me tengo que esforzar mucho para ver la pequeña llave brillando en una canastilla. Es obvio que no la puede tener muy escondida o si no mi madre no pararía de reprocharle y echarle en cara que no puede acceder a la cava que guarda en la alacena.

Cuando estoy a punto de salir, veo un sobre en su escritorio que me llama la atención. Es un sobre colorido, no parece muy de negocios. Más bien parece que tiene pintada la bandera gay. Lo tomo con mucha precaución de no arrugarlo y me doy cuenta de que es una invitación. El evento no es muy claro, pero creo que se trata de nueva publicidad para un nuevo negocio, pero tampoco mencionan qué tipo de negocio. ¿Por qué mi padre tiene esto?

—¿Por qué tardas tanto? —grita Keith desde la sala.

Me apresuro a volver a colocar el sobre en su lugar y no prestarle más atención al asunto.

Cuando salgo, paso de largo la sala, no quiero ver la expresión que seguro Joe tiene. Me dirijo directamente a la cocina. No sé muy bien del asunto alcohólico, ni de lo que es más o menos fuerte, así que saco una botella de vino tinto y una de vodka. Para probar los dos. Keith y Sam entran en la cocina y me ayudan a coger cuatro copas mientras yo me encargo de cerrar nuevamente la "vitrina secreta" de mi padre.

Llegamos a la sala, donde Joe ya ha puesto una película en el dvd. Ni siquiera se ha molestado en preguntarnos cuál queríamos ver. Creo que ha puesto una de Halloween, pero no me fijo mucho en el título.

Después de pelearme arduamente con el sacacorchos, al fin puedo destapar la botella de vino tinto. La de vodka es mucho más fácil porque sólo le doy vuelta al tapón.

—Yo quiero vodka, por favor —dice Sam mientras me pasa su copa.

—A mí dame tinto señor rebelde —dice Keith.

—En seguida señoritas —contesto mientras me las doy de bar tender.

—Keith, no creo que sea buena idea que tomes —apunta Joe—, aún tenemos que manejar de regreso a casa.

—No seas aguafiestas ñoño —le contesta—, puedes manejar tú mi auto, no tengo problema con eso. Además sólo será un trago, no te pongas exagerado.

Tulipán. Él, yo... ¿Y ella?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora